/ viernes 22 de noviembre de 2019

Lavarle el rostro


En el mundo de la política las ambiciones casi siempre están por encima de las virtudes...

Pocos se salvan de caer en las tentaciones que otorga el poder y son estos los que pasan como héroes a la historia, son los que se salvan del repudio popular y logran dejar un rastro de honor en el difícil ejercicio de servicio público.

Hoy somos testigos de cómo los diferentes partidos políticos de México, en lugar de ser cuna formadora de hombres ilustres, están convertidos en nido de rufianes en busca de fama y fortuna, olvidados de la gente, sobre todo de la más vulnerable, la que no tiene voz ni derechos, solo obligaciones.

Mire usted, Morena, el partido que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador, el instituto político que se había convertido en la esperanza de los mexicanos, hoy ha tomado la misma actitud de sus adversarios, han entrado en una rebatinga de puestos dentro de su propia institución, a tal grado que están más divididos que la afición del América y las Chivas y de seguir así, pronto van a caer en el repudio de sus actuales simpatizantes.

Es tal la ambición de los morenistas enquistados en el poder, que ni teniendo mayoría en el Congreso, han podido aprobar el proyecto de presupuesto federal para el año entrante. El enemigo de Morena son los morenistas; quizá lo que les está faltando es un fuerte manotazo en la mesa de parte de su creador para aplacar sus ansias futuristas.

El PAN, ese partido que hace tres sexenios logró la hazaña de terminar con 80 años de una dictadura disfrazada, resultó igual o peor, los dos gallos que tomaron la estafeta presidencial, se llevaron hasta el perico de los Pinos y dejaron que su familia depredara a placer. Tenían uñas hasta debajo de los sobacos.

Y hoy el PAN, donde militan grandes talentos sin duda alguna, está comandado por un neófito que se cree la mamá de tarzán y que en realidad está empinando a ese partido hacia un despeñadero del que difícilmente podrán salir.

Y el PRI, ese que se creyó dueño de México y que prohijó en sus filas a los más descarados ladrones, hoy llora por lo que gracias a Dios perdió, despreciados por sus militantes y traicionado por sus dirigentes.

El PRI ya no encanta a nadie, ya no enamora, perdió su fuerza y solo existe de milagro, se fue carcomiendo por dentro gracias a las tropelías que permitieron en todo el país. No se acabaron a México, pero si le dieron tan grandes tarascadas que será muy difícil devolverle el esplendor que tuvo en otros tiempos.

De los demás partidos, ni que decir, esos si que están partidos, no son más que comparsas sostenidas con el erario público y con las migajas que el sistema les otorga, gracias a las bondades de la democracia que les regala cargos plurinominales –aunque de vez en cuando ganan limpiamente-.

Las ambiciones hoy por hoy afloran en el mundo de la política nacional, cada quien lleva agua a su propio molino y, salvo algunas honrosas excepciones, desoyen la voz de quien cruzó, limpio, sin mancha, ese pantano político, con la única idea de transformar este país corrupto, lavarle el rostro que hoy da vergüenza mostrar ante el mundo.

P.D.- La ambición es el último refugio del fracaso: Oscar Wilde.

  • e-mail: armando_juarezbecerra@hotmail.com


En el mundo de la política las ambiciones casi siempre están por encima de las virtudes...

Pocos se salvan de caer en las tentaciones que otorga el poder y son estos los que pasan como héroes a la historia, son los que se salvan del repudio popular y logran dejar un rastro de honor en el difícil ejercicio de servicio público.

Hoy somos testigos de cómo los diferentes partidos políticos de México, en lugar de ser cuna formadora de hombres ilustres, están convertidos en nido de rufianes en busca de fama y fortuna, olvidados de la gente, sobre todo de la más vulnerable, la que no tiene voz ni derechos, solo obligaciones.

Mire usted, Morena, el partido que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador, el instituto político que se había convertido en la esperanza de los mexicanos, hoy ha tomado la misma actitud de sus adversarios, han entrado en una rebatinga de puestos dentro de su propia institución, a tal grado que están más divididos que la afición del América y las Chivas y de seguir así, pronto van a caer en el repudio de sus actuales simpatizantes.

Es tal la ambición de los morenistas enquistados en el poder, que ni teniendo mayoría en el Congreso, han podido aprobar el proyecto de presupuesto federal para el año entrante. El enemigo de Morena son los morenistas; quizá lo que les está faltando es un fuerte manotazo en la mesa de parte de su creador para aplacar sus ansias futuristas.

El PAN, ese partido que hace tres sexenios logró la hazaña de terminar con 80 años de una dictadura disfrazada, resultó igual o peor, los dos gallos que tomaron la estafeta presidencial, se llevaron hasta el perico de los Pinos y dejaron que su familia depredara a placer. Tenían uñas hasta debajo de los sobacos.

Y hoy el PAN, donde militan grandes talentos sin duda alguna, está comandado por un neófito que se cree la mamá de tarzán y que en realidad está empinando a ese partido hacia un despeñadero del que difícilmente podrán salir.

Y el PRI, ese que se creyó dueño de México y que prohijó en sus filas a los más descarados ladrones, hoy llora por lo que gracias a Dios perdió, despreciados por sus militantes y traicionado por sus dirigentes.

El PRI ya no encanta a nadie, ya no enamora, perdió su fuerza y solo existe de milagro, se fue carcomiendo por dentro gracias a las tropelías que permitieron en todo el país. No se acabaron a México, pero si le dieron tan grandes tarascadas que será muy difícil devolverle el esplendor que tuvo en otros tiempos.

De los demás partidos, ni que decir, esos si que están partidos, no son más que comparsas sostenidas con el erario público y con las migajas que el sistema les otorga, gracias a las bondades de la democracia que les regala cargos plurinominales –aunque de vez en cuando ganan limpiamente-.

Las ambiciones hoy por hoy afloran en el mundo de la política nacional, cada quien lleva agua a su propio molino y, salvo algunas honrosas excepciones, desoyen la voz de quien cruzó, limpio, sin mancha, ese pantano político, con la única idea de transformar este país corrupto, lavarle el rostro que hoy da vergüenza mostrar ante el mundo.

P.D.- La ambición es el último refugio del fracaso: Oscar Wilde.

  • e-mail: armando_juarezbecerra@hotmail.com