/ sábado 21 de noviembre de 2020

Letra pública | El drama de un sueño sacrificado

En este año se cumplirán 52 años del magnicidio del Doctor Martin Luther King. A los funerales de este personaje, ejemplo de dignidad propia y defensor de la democracia racial, asistieron arriba de doscientos mil ciudadanos norteamericanos preferentemente de raza negra a honrar a este hombre que hizo de su vida una lucha constante en pro de los derechos civiles y en contra del racismo.

El Doctor King fue asesinado antes de que el atentado del 6 de junio contra Bob Kennedy le quitara la vida cuando buscaba la presidencia de los Estados Unidos. 1968 fue un año difícil para todos, hubo huelgas estudiantiles en París, Alemania y Japón, y aquí en México vivimos el movimiento estudiantil más temerario del que se tenga memoria en la historia contemporánea de México. Eran días de guardar.

Martin Luther King moría asesinado a manos de un psicópata neonazi de nombre James Earl Ray, quien era un hombre blanco y alto, descarnado, con fama de racista y de tener contactos con la ultraderecha norteamericana.

Fue arrestado en Londres, salvándose de la silla eléctrica por que se declaró culpable siguiendo los consejos de su abogado, que tiempo después se supo fue pagado por los intereses más conservadores de los grupos financieros que operan en Estados Unidos.

El Doctor King fue premio Nobel de la Paz en 1964 -era un apóstol de la no violencia- líder de los derechos civiles que el congreso aprobó durante la presidencia de Jhon F. Kennedy, era un mártir de la democracia racial.

Desde joven dio indicios de que sería un defensor de los derechos de los demás, de los que eran oprimidos y reprimidos, de los que no tenían foro ni palabras para defenderse. Desenvolviéndose en una atmósfera de odio y conmoción entre blancos y negros; fue un hombre que se enfrentaba a la muerte sin temor, odio ni rencor.

Sabía que vivía en una sociedad enferma, totalmente enferma de racismo y violencia y por ellos luchó con toda su energía para salvar de sí misma a esta sociedad decadente.

Nunca tuvo odio contra nadie, nunca dejó de hacer el bien. El día en que el hombre negro y los demás pueblos sometidos a la esclavitud sean verdaderamente libres es cuando se cumplirá con la lucha del Doctor Martin Luther King.

La familia del Doctor King nunca estuvo de acuerdo con la versión del asesino solitario, como no lo estuvieron los Kennedy, ni lo están la familia de Colosio. Los magnicidios siempre son proyecto de comunidades poderosas que ven peligro en el ascenso de un estadista que pueda afectar sus intereses económicos y políticos. Siempre ha sido así, el sistema crea y apoya cuando le conviene y mata cuando peligra su imperio.

La muerte de Luther King nos invita aún a la distancia a leer y meditar y hacer resurgir los testimonios que dejó en su memorable discurso: "I have a dream". Leámoslo: "Yo tengo un sueño: que, un día, en las rojas montañas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos podrán sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo el sueño de que un día, inclusive en el estado de Mississippi, un estado abrasado por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo un sueño, de que mis cuatro hijos vivirán algún día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su espíritu y personalidad. I dream, yo sueño que, un día, todo valle será elevado y toda montaña será aplanada. Con esta fe podremos extraer, de las montañas de la desesperación, la piedra de la esperanza, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defendiendo juntos la libertad y sabiendo que, un día, seremos libres..."

notario177@msn.com

En este año se cumplirán 52 años del magnicidio del Doctor Martin Luther King. A los funerales de este personaje, ejemplo de dignidad propia y defensor de la democracia racial, asistieron arriba de doscientos mil ciudadanos norteamericanos preferentemente de raza negra a honrar a este hombre que hizo de su vida una lucha constante en pro de los derechos civiles y en contra del racismo.

El Doctor King fue asesinado antes de que el atentado del 6 de junio contra Bob Kennedy le quitara la vida cuando buscaba la presidencia de los Estados Unidos. 1968 fue un año difícil para todos, hubo huelgas estudiantiles en París, Alemania y Japón, y aquí en México vivimos el movimiento estudiantil más temerario del que se tenga memoria en la historia contemporánea de México. Eran días de guardar.

Martin Luther King moría asesinado a manos de un psicópata neonazi de nombre James Earl Ray, quien era un hombre blanco y alto, descarnado, con fama de racista y de tener contactos con la ultraderecha norteamericana.

Fue arrestado en Londres, salvándose de la silla eléctrica por que se declaró culpable siguiendo los consejos de su abogado, que tiempo después se supo fue pagado por los intereses más conservadores de los grupos financieros que operan en Estados Unidos.

El Doctor King fue premio Nobel de la Paz en 1964 -era un apóstol de la no violencia- líder de los derechos civiles que el congreso aprobó durante la presidencia de Jhon F. Kennedy, era un mártir de la democracia racial.

Desde joven dio indicios de que sería un defensor de los derechos de los demás, de los que eran oprimidos y reprimidos, de los que no tenían foro ni palabras para defenderse. Desenvolviéndose en una atmósfera de odio y conmoción entre blancos y negros; fue un hombre que se enfrentaba a la muerte sin temor, odio ni rencor.

Sabía que vivía en una sociedad enferma, totalmente enferma de racismo y violencia y por ellos luchó con toda su energía para salvar de sí misma a esta sociedad decadente.

Nunca tuvo odio contra nadie, nunca dejó de hacer el bien. El día en que el hombre negro y los demás pueblos sometidos a la esclavitud sean verdaderamente libres es cuando se cumplirá con la lucha del Doctor Martin Luther King.

La familia del Doctor King nunca estuvo de acuerdo con la versión del asesino solitario, como no lo estuvieron los Kennedy, ni lo están la familia de Colosio. Los magnicidios siempre son proyecto de comunidades poderosas que ven peligro en el ascenso de un estadista que pueda afectar sus intereses económicos y políticos. Siempre ha sido así, el sistema crea y apoya cuando le conviene y mata cuando peligra su imperio.

La muerte de Luther King nos invita aún a la distancia a leer y meditar y hacer resurgir los testimonios que dejó en su memorable discurso: "I have a dream". Leámoslo: "Yo tengo un sueño: que, un día, en las rojas montañas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos podrán sentarse juntos en la mesa de la hermandad. Yo tengo el sueño de que un día, inclusive en el estado de Mississippi, un estado abrasado por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia. Yo tengo un sueño, de que mis cuatro hijos vivirán algún día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su espíritu y personalidad. I dream, yo sueño que, un día, todo valle será elevado y toda montaña será aplanada. Con esta fe podremos extraer, de las montañas de la desesperación, la piedra de la esperanza, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defendiendo juntos la libertad y sabiendo que, un día, seremos libres..."

notario177@msn.com