/ jueves 26 de noviembre de 2020

Letra pública | La compañera María Esther

En esta semana se cumplen 21 años de la partida a la eternidad de Doña María Esther Zuno de Echeverría al territorio etéreo del que no hay retorno.

La muerte es dura e inexorable, de un sablazo parte en dos, a los seres que se aman, mutilando una parte de la entidad que algunas parejas a lo largo de su vida logran construir con lealtad, respeto y fidelidad. Esta es la consecuencia que causó la muerte de Doña María Esther; rompió una parte de un todo que formaron Luis Echeverría y ella a través de los 54 años que duró su matrimonio, en el cual procrearon ocho hijos, que se formaron dentro de los valores nacionalistas que albergaba el carácter de doña María Esther Zuno, encargada directa de la educación de los menores, por las altas responsabilidades que siempre tuvo a lo largo de su vida Luis Echeverría.

A doña María Esther la conocí en su casa de San Gerónimo, en Magnolia 131, allá por 1973, hace casi 47 años, fue el presidente Echeverría quien me llevó con ella. Su trato era cordial, y no ocultaba el interés que tenía en los jóvenes de nuestra época que participábamos en política, aprovechando la apertura democrática con que Echeverría caracterizó a su gobierno.

Fuera del Gobierno, el presidente Echeverría tenía más tiempo para compartirlo con sus amigos, y eran entonces más frecuentes nuestras visitas a San Gerónimo, o bien a la Finca los "Laureles" que los Echeverría tienen en Cuernavaca. Nuestro trato entonces se ligaba un poco más con doña María Esther, porque las reuniones eran, afortunadamente, con varios miembros de la familia Echeverría, así conocimos al más pequeño, Benito y al mayor Luis Vicente.

María Esther Zuno se hizo célebre por qué no aceptó que se le llamara primera Dama de la Nación. Ella exigía que se le llamara: La compañera María Esther. Fue promotora de impulsar todo lo mexicano: Las costumbres, los vestidos y la comida, su casa y sus muebles de San Gerónimo son de un corte colonial mexicano. Fue importante su influencia en favor de los campesinos del país. Los estudiosos del movimiento campesino saben que gracias a Doña María Esther se desempolvó el viejo corrido "El Agrarista" que era una canción que gustaba mucho a Emiliano Zapata, y que se puso de moda en todo el sexenio del presidente Echeverría, por iniciativa de su esposa.

Hija de José Guadalupe Zuno, un intelectual y político surgido al calor de la lucha obregonista que llegó a Gobernar Jalisco y que fundó la Universidad de Guadalajara, supo estar a la altura de la prosapia de su ascendencia republicana. A doña María Esther le precedía un prestigio rodeado de virtudes y de nobles acciones en beneficio de los demás. Amparó a Hortensia Bussi, esposa de Salvador Allende, cuando el presidente chileno fue derrocado por Pinochet. Fundó lo que hoy conocemos como Sistema DIF. Pero lo que más la honraba fue el desinteresado apoyo que le brindó en sus últimos días al poeta español León Felipe. Poeta que marcó a nuestra generación, y del que doña María Esther Zuno cuidó hasta los últimos días, visitándolo en Santa María la Rivera, donde habitaba el legendario Bardo Inmortal, para llevarlo finalmente a su casa de San Gerónimo.

Recuerdo que durante las exequias, en su casa de San Gerónimo, mirando el brilloso ataúd de madera, donde se guardaban sus restos, se me vino a la memoria como un relámpago, aquel recuerdo que nos quedó de la comida a la que asistí en Cuernavaca, acompañado de Marisela Sanders, donde convivimos con el presidente Echeverría, Monseñor Sergio Méndez Arceo, Octavio Sentíes, y Tonatiú Gutiérrez, y que después en la sobremesa nos dedicamos a la lectura del "Proconsulado" de José Vasconcelos.

Allí, en la reunión hubo una discrepancia, Echeverría pensaba que Vasconcelos habría hecho un mal gobierno, nosotros no, y al hablar de nosotros, pongo en primerísimo lugar a doña María Esther Zuno de Echeverría. Descanse en Paz.

E-mail: notario177@msn.com

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En esta semana se cumplen 21 años de la partida a la eternidad de Doña María Esther Zuno de Echeverría al territorio etéreo del que no hay retorno.

La muerte es dura e inexorable, de un sablazo parte en dos, a los seres que se aman, mutilando una parte de la entidad que algunas parejas a lo largo de su vida logran construir con lealtad, respeto y fidelidad. Esta es la consecuencia que causó la muerte de Doña María Esther; rompió una parte de un todo que formaron Luis Echeverría y ella a través de los 54 años que duró su matrimonio, en el cual procrearon ocho hijos, que se formaron dentro de los valores nacionalistas que albergaba el carácter de doña María Esther Zuno, encargada directa de la educación de los menores, por las altas responsabilidades que siempre tuvo a lo largo de su vida Luis Echeverría.

A doña María Esther la conocí en su casa de San Gerónimo, en Magnolia 131, allá por 1973, hace casi 47 años, fue el presidente Echeverría quien me llevó con ella. Su trato era cordial, y no ocultaba el interés que tenía en los jóvenes de nuestra época que participábamos en política, aprovechando la apertura democrática con que Echeverría caracterizó a su gobierno.

Fuera del Gobierno, el presidente Echeverría tenía más tiempo para compartirlo con sus amigos, y eran entonces más frecuentes nuestras visitas a San Gerónimo, o bien a la Finca los "Laureles" que los Echeverría tienen en Cuernavaca. Nuestro trato entonces se ligaba un poco más con doña María Esther, porque las reuniones eran, afortunadamente, con varios miembros de la familia Echeverría, así conocimos al más pequeño, Benito y al mayor Luis Vicente.

María Esther Zuno se hizo célebre por qué no aceptó que se le llamara primera Dama de la Nación. Ella exigía que se le llamara: La compañera María Esther. Fue promotora de impulsar todo lo mexicano: Las costumbres, los vestidos y la comida, su casa y sus muebles de San Gerónimo son de un corte colonial mexicano. Fue importante su influencia en favor de los campesinos del país. Los estudiosos del movimiento campesino saben que gracias a Doña María Esther se desempolvó el viejo corrido "El Agrarista" que era una canción que gustaba mucho a Emiliano Zapata, y que se puso de moda en todo el sexenio del presidente Echeverría, por iniciativa de su esposa.

Hija de José Guadalupe Zuno, un intelectual y político surgido al calor de la lucha obregonista que llegó a Gobernar Jalisco y que fundó la Universidad de Guadalajara, supo estar a la altura de la prosapia de su ascendencia republicana. A doña María Esther le precedía un prestigio rodeado de virtudes y de nobles acciones en beneficio de los demás. Amparó a Hortensia Bussi, esposa de Salvador Allende, cuando el presidente chileno fue derrocado por Pinochet. Fundó lo que hoy conocemos como Sistema DIF. Pero lo que más la honraba fue el desinteresado apoyo que le brindó en sus últimos días al poeta español León Felipe. Poeta que marcó a nuestra generación, y del que doña María Esther Zuno cuidó hasta los últimos días, visitándolo en Santa María la Rivera, donde habitaba el legendario Bardo Inmortal, para llevarlo finalmente a su casa de San Gerónimo.

Recuerdo que durante las exequias, en su casa de San Gerónimo, mirando el brilloso ataúd de madera, donde se guardaban sus restos, se me vino a la memoria como un relámpago, aquel recuerdo que nos quedó de la comida a la que asistí en Cuernavaca, acompañado de Marisela Sanders, donde convivimos con el presidente Echeverría, Monseñor Sergio Méndez Arceo, Octavio Sentíes, y Tonatiú Gutiérrez, y que después en la sobremesa nos dedicamos a la lectura del "Proconsulado" de José Vasconcelos.

Allí, en la reunión hubo una discrepancia, Echeverría pensaba que Vasconcelos habría hecho un mal gobierno, nosotros no, y al hablar de nosotros, pongo en primerísimo lugar a doña María Esther Zuno de Echeverría. Descanse en Paz.

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