/ sábado 23 de enero de 2021

Letra pública | Quince minutos de fama

Un exitosísimo psicoanalista neoyorquino de nombre Richard Greenson escribió hace uno años un libro que fue todo un best seller en los Estados Unidos, porque en él redactaba la fórmula de curar los demonios y el infierno de la conducta en que viven las masas anónimas. El doctor Greenson receta en su best seller la idea de que para que no haya enfermos mentales en los hospitales, todos los hombres en el mundo deben ser una vez quince minutos famosos.

El hombre ha cultivado desde hace muchísimo tiempo su ambición por trascender en la vida, quiere conquistarla, dominarla, en una palabra, tomarla por su cuenta; y demostrarles a todos que es superior a ella.

El ser humano quiere ser famoso, poderoso o sabio. Todo lo quiere ser, menos lo que representa la contraparte de estos tres objetivos: La pobreza.

Por esa razón tiene que escalar tres montañas: La del poder, la del dinero y la del saber.

Una sola de ellas alcanzada magistralmente, lo acerca al objetivo del que arriba hablaba el doctor Greenson: la fama.

Los que escogen el poder político como instrumento para trascender en la vida, están, sin dudarlo, en el más dramático de los medios. Porque son utilizados (es un decir) por los adinerados e ironizados y satanizados por los intelectuales, que se sienten superiores a ellos. Sin embargo, sigue siendo el poder, el medio más concurrido para llegar a alcanzar un lugar preponderante en la historia de este país.

No hay que olvidar que la historia contemporánea de México está subdividida por sexenios y que la población ha tenido que soportar cada seis años los excesos y las camarillas de aventureros que han rodeado a cada presidente de la República.

Existe otro camino, muy respetable, por el cual el hombre puede llegar a alcanzar niveles superiores de existencias: El camino de la cultura.

Y es así como hemos tenido el ejemplo de que algunas eminencias de la cultura, que a pesar de estar enfermas de magno fobia no pueden negarse al llamado del poderoso para que ocupe un lugar dentro de la nomenclatura oficial y tratar de reconstruir lo que el político con su conducta intuitiva ha desorganizado. Tenemos por ejemplo en la historia a verdaderos sabios que le dieron lustre y prestigio al poder político, como Lucas Alamán y Vicente Riva Palacio en el pasado, y José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, y Jesús Reyes Heroles en el México contemporáneo. Estos hombres de la cultura al servicio del poder trabajaron al lado de poderosos, que bien, o fueron fusilados, o colgados por la opinión pública. Mientras ellos permanecieron incólumes en su prestigio.

Hay otros hombres que utilizan el camino de los negocios para tratar de trascender. En este tipo de "fauno" no existen dudas, ni especulaciones complejas, para ellos el principio y el fin de la vida son los centavos, "dinero llama dinero", sólo con él vive un romántico idilio. Hasta son capaces de llegar a la ignominia con tal de no perderlo. Para ellos la felicidad se llama seguridad. El mundo gira alrededor del dinero, dicen convencidos. Allá ellos.

Así las cosas, todos los hombres en general, sabios y lerdos, ricos y pobres, poderosos e impotentes, quizá nunca lleguemos a tener quince minutos de fama. Por lo que debemos de caminar con los pies en la tierra y la cabeza sobre los hombros. Más vale paso que dure y no que triture.

Tematizar la vida, cantándole, contándola, pintándola y narrándola, es también una de las formas supremas de la existencia.

  • notario177@msn.com

Un exitosísimo psicoanalista neoyorquino de nombre Richard Greenson escribió hace uno años un libro que fue todo un best seller en los Estados Unidos, porque en él redactaba la fórmula de curar los demonios y el infierno de la conducta en que viven las masas anónimas. El doctor Greenson receta en su best seller la idea de que para que no haya enfermos mentales en los hospitales, todos los hombres en el mundo deben ser una vez quince minutos famosos.

El hombre ha cultivado desde hace muchísimo tiempo su ambición por trascender en la vida, quiere conquistarla, dominarla, en una palabra, tomarla por su cuenta; y demostrarles a todos que es superior a ella.

El ser humano quiere ser famoso, poderoso o sabio. Todo lo quiere ser, menos lo que representa la contraparte de estos tres objetivos: La pobreza.

Por esa razón tiene que escalar tres montañas: La del poder, la del dinero y la del saber.

Una sola de ellas alcanzada magistralmente, lo acerca al objetivo del que arriba hablaba el doctor Greenson: la fama.

Los que escogen el poder político como instrumento para trascender en la vida, están, sin dudarlo, en el más dramático de los medios. Porque son utilizados (es un decir) por los adinerados e ironizados y satanizados por los intelectuales, que se sienten superiores a ellos. Sin embargo, sigue siendo el poder, el medio más concurrido para llegar a alcanzar un lugar preponderante en la historia de este país.

No hay que olvidar que la historia contemporánea de México está subdividida por sexenios y que la población ha tenido que soportar cada seis años los excesos y las camarillas de aventureros que han rodeado a cada presidente de la República.

Existe otro camino, muy respetable, por el cual el hombre puede llegar a alcanzar niveles superiores de existencias: El camino de la cultura.

Y es así como hemos tenido el ejemplo de que algunas eminencias de la cultura, que a pesar de estar enfermas de magno fobia no pueden negarse al llamado del poderoso para que ocupe un lugar dentro de la nomenclatura oficial y tratar de reconstruir lo que el político con su conducta intuitiva ha desorganizado. Tenemos por ejemplo en la historia a verdaderos sabios que le dieron lustre y prestigio al poder político, como Lucas Alamán y Vicente Riva Palacio en el pasado, y José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Jaime Torres Bodet, y Jesús Reyes Heroles en el México contemporáneo. Estos hombres de la cultura al servicio del poder trabajaron al lado de poderosos, que bien, o fueron fusilados, o colgados por la opinión pública. Mientras ellos permanecieron incólumes en su prestigio.

Hay otros hombres que utilizan el camino de los negocios para tratar de trascender. En este tipo de "fauno" no existen dudas, ni especulaciones complejas, para ellos el principio y el fin de la vida son los centavos, "dinero llama dinero", sólo con él vive un romántico idilio. Hasta son capaces de llegar a la ignominia con tal de no perderlo. Para ellos la felicidad se llama seguridad. El mundo gira alrededor del dinero, dicen convencidos. Allá ellos.

Así las cosas, todos los hombres en general, sabios y lerdos, ricos y pobres, poderosos e impotentes, quizá nunca lleguemos a tener quince minutos de fama. Por lo que debemos de caminar con los pies en la tierra y la cabeza sobre los hombros. Más vale paso que dure y no que triture.

Tematizar la vida, cantándole, contándola, pintándola y narrándola, es también una de las formas supremas de la existencia.

  • notario177@msn.com