Compartir experiencias dolorosas con quien las comprende, hermana y aligera la carga.
Juan Carlos es un empleado que está sentado por primera vez en un grupo de Alcohólicos Anónimos. Accedió a la invitación que le hizo su vecino, quien es un miembro de A.A. desde hace cinco años. Juan Carlos tiene una cruda que no puede con ella. Después de tres días de parranda, llegó a su casa por la madrugada y no encontró a su mujer. Revisó el baño, la cocina, la sala, debajo de la cama y solo encontró el clóset vacío.
Juan Carlos, físicamente está en la reunión de A.A. pero su mente anda de viaje por su pasado reciente. Recuerda que la semana pasada salió de vacaciones y antes de llegar a su casa se fue a la cantina y se le olvidó que tenía planeado salir de viaje con su esposa esa misma noche. Su mujer se quedó con los boletos de autobús en su bolsa. A su mente llega la fuerte discusión que tuvieron y la amenaza de su esposa de que una borrachera más y lo abandonaría para siempre. Hoy, la esposa cumplió la amenaza. Puso fin a su matrimonio de tres años.
De pronto Juan Carlos regresó a la reunión. Le llamó poderosamente la atención un alcohólico que desde la tribuna compartía con sus compañeros su amarga experiencia. Con lágrimas en los ojos y voz entrecortada comentaba: “Hoy se cumple un año que mi esposa me abandonó. Ese fracaso de mi matrimonio fue una consecuencia directa de mi alcoholismo. Desgraciadamente yo no lo pude entender. Siempre sentí segura a mi esposa a mi lado. Ella me hizo ver que no estaba dispuesta a tolerar mi abandono. No podía aceptar que mientras yo me divertía en las cantinas tragando alcohol con mis amigos, ella permanecía sola en casa esperando mi llegada, y cuando llegaba venía totalmente borracho. Llegó el día en que ya no aguantó y se fue sin decir adónde. Mi dolor y mi sufrimiento fue intenso durante los tres primeros meses. Después las cosas fueron mejorando, dejé de embriagarme y con la terapia de A.A. creo que he cambiado positivamente, y a un año de distancia entiendo perfectamente que yo fui el responsable del fracaso de mi matrimonio”.
Al escuchar Juan Carlos el relato de ese alcohólico se sintió reflejado. Como si se estuviera viendo en un espejo e inmediatamente sintió confianza y comprendió que esa persona había vivido una experiencia semejante a la que él estaba viviendo en ese momento.
Inexplicablemente, Juan Carlos sintió que su dolor y sufrimiento se aligeraba, al darse cuenta que no era el único que sufría por la misma causa y sintió el deseo de acercarse a platicar con el alcohólico. Así lo hizo y al compartir sus experiencias se genera un puente de comprensión que da paso a una gran amistad.
El puente de comprensión entre dos o más personas origina tolerancia entre ellas. Cuando comparten la experiencia del mismo dolor es más fácil aceptar los defectos del otro. Es más fácil entender que yo no tengo ningún derecho a querer cambiar a los demás. Cada quien tiene el derecho a ser como le parezca y yo tengo la obligación de respetarlo.
El puente de comprensión entre las personas provoca generosidad entre ellas. Por esta razón la terapia de A.A. dice “hombres y mujeres que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo”.
Si conoces a algún(a) alcohólico(a) ayúdalo(a). Marca el 833 2125634, 833 1055995 o el 833 2289003. Ahí te orientarán adecuadamente.