/ domingo 17 de abril de 2022

Lo inefable y su contexto histórico

¿En qué medida el contexto histórico incide en la producción de una obra de arte? Es la interrogante que el historiador de arte de origen húngaro Arnold Hauser se propuso responder, inaugurando con ello los estudios de una nueva rama de la sociología que llega hasta nuestros días con estudios notables al respecto.

Hauser fue un historiador que bajo la estela de la filosofía hegeliana materialista o marxista elaboró una interpretación del proceso de desarrollo artístico a partir de su íntima conexión con su contexto histórico, social y económico.

De la doctrina de Hauser se reconoce el acierto de incluir factores externos o superestructura hasta entonces no considerados en la producción artística, pero por otra parte la crítica más acertada al estudio de Hauser, como no a su método, es en el énfasis puesto en ello lo que le valió la crítica de Ernst Gombrich quien le censurara haberle dedicado más hojas al estudio del espíritu de los tiempos que a las obras en sí mismas que eran su objetivo.

En la actualidad la teoría sobre la historia del arte parece reconocer por lo general la implicación del contexto histórico en toda producción artística como se puede reconocer en palabras del colectivo austriaco Sezeccion con la siguiente declaración: “A cada época su arte, a cada arte su libertad”.

Posteriormente Francastel, identificado con esta nueva rama de la sociología del arte, rebatió los supuestos de Hauser y se propuso trasladar el eje de estudios de las condiciones sociales generales al estudio particular individualizado de la obra de arte.

Esto no quiere decir que el autor no le otorgue trascendencia al contexto histórico de las producciones artísticas. No obstante, hace hincapié en que no debe abordarse al objeto como un mero dato de creación, sino que debe ser considerado como consecuencia de una actividad problemática, cuyas posibilidades técnicas y sus valores abstractos varían de acuerdo al ámbito en que se enmarque.

Lo anterior hace sentido a partir del dato de que muchos movimientos pictóricos tuvieron lugar en los contornos de los cambios de época teniendo como motivo y objeto de afirmación el rechazo a la tradición que les precedió y el valor artístico de las obras que nos ha legado el pasado, poseen su valor artístico intrínsecamente en desconexión del contexto histórico de su génesis.

Pero, por otro lado, es innegable la influencia que la atmósfera socioeconómica ejerció en la gestación de diversas corrientes artísticas, el Renacimiento por ejemplo, coincide con el fin de la Edad Media, el resurgimiento de las ciencias y el ascenso de las ciudades italianas con su comercio.

Más adelante, la incipiente crisis del arte académico durante el siglo XIX abriría la puerta a un mundo decididamente nuestro como Arnold Hauser le llamó, 1830 a 1910, de Stendhal a Proust.

En México durante la primera mitad del siglo XX, mediante el desarrollo del muralismo que hunde sus raíces germinales en la Revolución Mexicana, como expresión de ese movimiento emancipador, transformador y revolucionario, tal vez el más auténtico y prolífico de todos aquellos que han tenido lugar en nuestro país.

En un tiempo marcado por los avances técnicos, científicos y económicos darán pie a su propio modo de expresión artística con la pura manipulación de la pintura, independientemente de cualquier motivo o propósito con las obras de Jackson Pollock y su expresionismo abstracto como el metarrelato pictórico del capitalismo que satisfacen dos exigencias: el anhelo de simplicidad y la espontaneidad infantil.

Sin duda el surgimiento de una nueva sensibilidad estética acredita la profundidad de la transformación revolucionaria en cualquier sociedad, una estética que desplace los valores y mecanismos de reproducción heredados puede tener efectos más duraderos y consistentes en las generaciones venideras.

Regeneración.

¿En qué medida el contexto histórico incide en la producción de una obra de arte? Es la interrogante que el historiador de arte de origen húngaro Arnold Hauser se propuso responder, inaugurando con ello los estudios de una nueva rama de la sociología que llega hasta nuestros días con estudios notables al respecto.

Hauser fue un historiador que bajo la estela de la filosofía hegeliana materialista o marxista elaboró una interpretación del proceso de desarrollo artístico a partir de su íntima conexión con su contexto histórico, social y económico.

De la doctrina de Hauser se reconoce el acierto de incluir factores externos o superestructura hasta entonces no considerados en la producción artística, pero por otra parte la crítica más acertada al estudio de Hauser, como no a su método, es en el énfasis puesto en ello lo que le valió la crítica de Ernst Gombrich quien le censurara haberle dedicado más hojas al estudio del espíritu de los tiempos que a las obras en sí mismas que eran su objetivo.

En la actualidad la teoría sobre la historia del arte parece reconocer por lo general la implicación del contexto histórico en toda producción artística como se puede reconocer en palabras del colectivo austriaco Sezeccion con la siguiente declaración: “A cada época su arte, a cada arte su libertad”.

Posteriormente Francastel, identificado con esta nueva rama de la sociología del arte, rebatió los supuestos de Hauser y se propuso trasladar el eje de estudios de las condiciones sociales generales al estudio particular individualizado de la obra de arte.

Esto no quiere decir que el autor no le otorgue trascendencia al contexto histórico de las producciones artísticas. No obstante, hace hincapié en que no debe abordarse al objeto como un mero dato de creación, sino que debe ser considerado como consecuencia de una actividad problemática, cuyas posibilidades técnicas y sus valores abstractos varían de acuerdo al ámbito en que se enmarque.

Lo anterior hace sentido a partir del dato de que muchos movimientos pictóricos tuvieron lugar en los contornos de los cambios de época teniendo como motivo y objeto de afirmación el rechazo a la tradición que les precedió y el valor artístico de las obras que nos ha legado el pasado, poseen su valor artístico intrínsecamente en desconexión del contexto histórico de su génesis.

Pero, por otro lado, es innegable la influencia que la atmósfera socioeconómica ejerció en la gestación de diversas corrientes artísticas, el Renacimiento por ejemplo, coincide con el fin de la Edad Media, el resurgimiento de las ciencias y el ascenso de las ciudades italianas con su comercio.

Más adelante, la incipiente crisis del arte académico durante el siglo XIX abriría la puerta a un mundo decididamente nuestro como Arnold Hauser le llamó, 1830 a 1910, de Stendhal a Proust.

En México durante la primera mitad del siglo XX, mediante el desarrollo del muralismo que hunde sus raíces germinales en la Revolución Mexicana, como expresión de ese movimiento emancipador, transformador y revolucionario, tal vez el más auténtico y prolífico de todos aquellos que han tenido lugar en nuestro país.

En un tiempo marcado por los avances técnicos, científicos y económicos darán pie a su propio modo de expresión artística con la pura manipulación de la pintura, independientemente de cualquier motivo o propósito con las obras de Jackson Pollock y su expresionismo abstracto como el metarrelato pictórico del capitalismo que satisfacen dos exigencias: el anhelo de simplicidad y la espontaneidad infantil.

Sin duda el surgimiento de una nueva sensibilidad estética acredita la profundidad de la transformación revolucionaria en cualquier sociedad, una estética que desplace los valores y mecanismos de reproducción heredados puede tener efectos más duraderos y consistentes en las generaciones venideras.

Regeneración.