/ miércoles 24 de octubre de 2018

Los gabinetes de comunicación

Una manera de definir el éxito o el fracaso de una entidad social o pública es poniendo el énfasis en sus esquemas de comunicación...

O mejor dicho, en saber comunicarse. Así, lo que quiera venderse, transmitirse o dar a conocer deberá pasar por las estrategias de la comunicación.

Pero, antes que nada, no debe olvidarse que la comunicación debe sustentar su discusión o planteamiento –científico o académico- sobre los modelos y herramientas utilizados en su aplicación, al igual que sus limitaciones e incertidumbres. Lo anterior ayudará, tanto al emisor y al receptor del mensaje, la mejor interpretación de los resultados.

La comunicación, desde tiempos inmemoriales, tiene como eje central la permanente interacción de las personas con los demás para realizar un intercambio de información entre ellos. O, en términos de Luhmann, poner en juego algo en común.

Es la manera en que se ejecuta la transmisión del mensaje cuando hay que atender los mecanismos efectivos para que se cumplan. Por ello, los conceptos de Gabinetes, Dirección o Staff de Comunicación es cuando cumplen un rol estratégico.

Si no hay entendimiento no hay comunicación, así de terminante. Saber comunicarse es la razón de ser del ser humano y de su entorno social.

Aunque debe quedar en claro un prurito insoslayable de este proceso de comunicación: dependiendo los medios usados para transmitir una información y las nuevas tecnologías empleadas para el efecto, se debe tener en cuenta qué se quiere comunicar y a quién va dirigido ese mensaje. Saber a quién dirigirse ahorra tiempo y útil por dos razones: se fortalece la visión empresarial del emisor y se adhiere al receptor entre el llamado público cautivo o clientelar.

Por ello ha cobrado vital importancia el rol del gabinete de comunicación porque la adecuada transferencia de conocimientos e información permiten la concordante funcionalidad del ente organizacional.

Si la comunicación es como la llamó Richards “la depuración del lenguaje”, el hombre, como partícipe de una sociedad determinada se ha visto obligado a segmentar ese lenguaje o manera de escribir y ver al mundo. Quizás lo aprendido por el hombre es que la visión de ese mundo (otrora capital y comunista) sólo ha traído una fisión, en vez de la fusión que proponía McLuhan con el devenir de las interrelaciones globales de las sociedades.

Lo cierto es que todo cambio ha tenido que ver con la revolución misma de las comunicaciones. Lo que dejó de avance la Revolución Industrial es el fomento a la invención de los medios de comunicación conocidos como masivos. Sin embargo, la sacudida del siglo XX con la invención de las tecnologías digitales fue más que evidente. El cambio, ante la luz de este explicación, ha sido de 360 grados.

Daniel Bell plantea el final de las ideologías” para dar paso, no a la aldea global sino al “todo planetario” donde parece encaminarse la existencia (y la adopción) de un modelo de pensamiento único pero no dictado por la recta razón del pensamiento político. Es el modelo de “la implantación universal de la democracia y de la economía de mercado” (Bell) ante lo que la historia y las ideologías han cedido y ante la llamada sociedad del conocimiento.

Esta sociedad del conocimiento es la que ha venido implantando o imponiendo, de manera generalizada, el uso de las nuevas tecnologías en la información y –por ende– en la comunicación, patrón que tutelará el futuro de los sistemas económicos (China es el ejemplo), la innovación cultural y lo que Torrent explica como “las interacciones humanas en los procesos y circunstancias del aprendizaje y de la educación”…


Una manera de definir el éxito o el fracaso de una entidad social o pública es poniendo el énfasis en sus esquemas de comunicación...

O mejor dicho, en saber comunicarse. Así, lo que quiera venderse, transmitirse o dar a conocer deberá pasar por las estrategias de la comunicación.

Pero, antes que nada, no debe olvidarse que la comunicación debe sustentar su discusión o planteamiento –científico o académico- sobre los modelos y herramientas utilizados en su aplicación, al igual que sus limitaciones e incertidumbres. Lo anterior ayudará, tanto al emisor y al receptor del mensaje, la mejor interpretación de los resultados.

La comunicación, desde tiempos inmemoriales, tiene como eje central la permanente interacción de las personas con los demás para realizar un intercambio de información entre ellos. O, en términos de Luhmann, poner en juego algo en común.

Es la manera en que se ejecuta la transmisión del mensaje cuando hay que atender los mecanismos efectivos para que se cumplan. Por ello, los conceptos de Gabinetes, Dirección o Staff de Comunicación es cuando cumplen un rol estratégico.

Si no hay entendimiento no hay comunicación, así de terminante. Saber comunicarse es la razón de ser del ser humano y de su entorno social.

Aunque debe quedar en claro un prurito insoslayable de este proceso de comunicación: dependiendo los medios usados para transmitir una información y las nuevas tecnologías empleadas para el efecto, se debe tener en cuenta qué se quiere comunicar y a quién va dirigido ese mensaje. Saber a quién dirigirse ahorra tiempo y útil por dos razones: se fortalece la visión empresarial del emisor y se adhiere al receptor entre el llamado público cautivo o clientelar.

Por ello ha cobrado vital importancia el rol del gabinete de comunicación porque la adecuada transferencia de conocimientos e información permiten la concordante funcionalidad del ente organizacional.

Si la comunicación es como la llamó Richards “la depuración del lenguaje”, el hombre, como partícipe de una sociedad determinada se ha visto obligado a segmentar ese lenguaje o manera de escribir y ver al mundo. Quizás lo aprendido por el hombre es que la visión de ese mundo (otrora capital y comunista) sólo ha traído una fisión, en vez de la fusión que proponía McLuhan con el devenir de las interrelaciones globales de las sociedades.

Lo cierto es que todo cambio ha tenido que ver con la revolución misma de las comunicaciones. Lo que dejó de avance la Revolución Industrial es el fomento a la invención de los medios de comunicación conocidos como masivos. Sin embargo, la sacudida del siglo XX con la invención de las tecnologías digitales fue más que evidente. El cambio, ante la luz de este explicación, ha sido de 360 grados.

Daniel Bell plantea el final de las ideologías” para dar paso, no a la aldea global sino al “todo planetario” donde parece encaminarse la existencia (y la adopción) de un modelo de pensamiento único pero no dictado por la recta razón del pensamiento político. Es el modelo de “la implantación universal de la democracia y de la economía de mercado” (Bell) ante lo que la historia y las ideologías han cedido y ante la llamada sociedad del conocimiento.

Esta sociedad del conocimiento es la que ha venido implantando o imponiendo, de manera generalizada, el uso de las nuevas tecnologías en la información y –por ende– en la comunicación, patrón que tutelará el futuro de los sistemas económicos (China es el ejemplo), la innovación cultural y lo que Torrent explica como “las interacciones humanas en los procesos y circunstancias del aprendizaje y de la educación”…