/ domingo 15 de diciembre de 2019

Los héroes

El escritor Pedro Ángel Palau en su novela Zapata, narra la historia de un hombre, no la de un héroe de cartón. En ella el escritor cuenta las hazañas, las batallas, las dudas y, sobre todo, las debilidades, los excesos y deslices de una de las figuras centrales de la historia de México, el jefe del ejército libertador del sur, Emiliano Zapata, uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana y símbolo de la resistencia campesina de nuestro país.

Cuenta cómo la gente lo seguía con una devoción absoluta y con tal fuerza que cuando los campesinos lo veían llegar montado en su hermoso caballo “As de oros” con su mirada penetrante y digna, abandonaban la azada y la yunta para seguir con machete en mano a ese hombre cuya sola presencia infundía esperanza, justicia, tierra y libertad.

Al igual que las mujeres, que dejando sus quehaceres cargaban con sus chiquillos y su comal para seguir a su Juan hasta la muerte si fuera preciso. Nada tenían que perder por estar sumidos en la pobreza y la miseria.

Las debilidades humanas de Emiliano salen a la luz en la novela de Palau. El lector se puede escandalizar y desencantarse al saber que Zapata tenía otra vida oculta, reservada, el lado oscuro de la Luna… Esto no debe cambiar un ápice su mérito y su valor. Cuando se denigra la imagen de un héroe nacional se deben poner límites.

Un héroe debe ser admirado por sus hechos, no por sus defectos y debilidades. Muchos de ellos falseados por sus adversarios. José Martí, el dulce Martí, en su libro La Edad de Oro, en el capítulo “Los Héroes”, advierte a los niños:

“Mira, niño hispanoamericano: Te van a hablar mucho de los héroes y descubrirás que esos héroes tienen defectos y supondrás que por tener defectos no son héroes. Y yo te pongo el ejemplo del Sol, que entre más cercano puedas verlo, verás que tiene manchas, pero con todo y manchas calienta tu vida, da confort a tu existencia, pero además la ilumina. Exactamente eso ocurre con los héroes, son soles siempre manchados, pero nos iluminan y le dan tibieza a nuestra existencia”.

El escritor Pedro Ángel Palau en su novela Zapata, narra la historia de un hombre, no la de un héroe de cartón. En ella el escritor cuenta las hazañas, las batallas, las dudas y, sobre todo, las debilidades, los excesos y deslices de una de las figuras centrales de la historia de México, el jefe del ejército libertador del sur, Emiliano Zapata, uno de los líderes más importantes de la Revolución Mexicana y símbolo de la resistencia campesina de nuestro país.

Cuenta cómo la gente lo seguía con una devoción absoluta y con tal fuerza que cuando los campesinos lo veían llegar montado en su hermoso caballo “As de oros” con su mirada penetrante y digna, abandonaban la azada y la yunta para seguir con machete en mano a ese hombre cuya sola presencia infundía esperanza, justicia, tierra y libertad.

Al igual que las mujeres, que dejando sus quehaceres cargaban con sus chiquillos y su comal para seguir a su Juan hasta la muerte si fuera preciso. Nada tenían que perder por estar sumidos en la pobreza y la miseria.

Las debilidades humanas de Emiliano salen a la luz en la novela de Palau. El lector se puede escandalizar y desencantarse al saber que Zapata tenía otra vida oculta, reservada, el lado oscuro de la Luna… Esto no debe cambiar un ápice su mérito y su valor. Cuando se denigra la imagen de un héroe nacional se deben poner límites.

Un héroe debe ser admirado por sus hechos, no por sus defectos y debilidades. Muchos de ellos falseados por sus adversarios. José Martí, el dulce Martí, en su libro La Edad de Oro, en el capítulo “Los Héroes”, advierte a los niños:

“Mira, niño hispanoamericano: Te van a hablar mucho de los héroes y descubrirás que esos héroes tienen defectos y supondrás que por tener defectos no son héroes. Y yo te pongo el ejemplo del Sol, que entre más cercano puedas verlo, verás que tiene manchas, pero con todo y manchas calienta tu vida, da confort a tu existencia, pero además la ilumina. Exactamente eso ocurre con los héroes, son soles siempre manchados, pero nos iluminan y le dan tibieza a nuestra existencia”.