/ lunes 10 de junio de 2019

Los infiernos individuales

Plantea Soda Stereo en su canción “El cuerpo del delito” que “cada uno es su propio delator/ su propio infierno individual”.

Hace unos días, mientras esperaba la hora para entrar a ver una película en la famosa cadena de salas que hay en todo México y cuando ésta se encuentra en las vísceras del moderno mall en donde funciona, hice “tiempo” curioseando en una de esas tiendas donde el pantalón para caballero más barato no baja de mil pesos, me topé con la conversación de dos tipos. Uno le decía al otro que vivía un auténtico infierno con las tarjetas de esa tienda y la bancaria, que los intereses se lo estaban comiendo.

Yo, que tengo un fardo enorme de problemas –en palabras ajustadas a esa conversación “un infierno”– me puse a pensar en don Proceso, un voceador de diarios que es ciego de nacimiento y que acaba de obtener, por cierto, uno de los premios que otorga esta prestigiosa casa editora de periódicos a nivel nacional.

Don Proceso entrega el diario a mi domicilio y siempre tiene una sonrisa, un comentario positivo. Alguna vez le pregunté sobre qué cosa le dolía. Me respondió que los malos gobernantes porque al robarse el dinero le cortan el futuro a nuestro país.

El infierno son los otros, nos espetó Sartre. Y hay toda una cartografía del infierno en la obra de Dante Alighieri. En los escritos sagrados la línea rectora es que se trata de un lugar de condena, de castigo por actos cometidos en esta vida.

Sea una cosa u otra, lo cierto es que siempre que se habla de infierno se remite a sufrimiento más de índole moral que físico. Claro, lo hay en ambos aspectos, pero ¿qué se puede entender por infierno aquí, en esta vida, en este planeta?

Vivir cuesta, es doloroso. Nos vamos disminuyendo siempre, en cuerpo y alma.

Por mejores cremas o tratamientos para alargar la salud, habrá asuntos dentro de lo cotidiano que nos jale, nos ahogue.

El infierno de una persona parecería una exageración para otra cuyo problema es en verdad irremediable.

Lo curioso es que la palabra infierno funciona y se fusiona tanto como sujeto como adjetivo.

En sí, vivir es un tormento por el simple hecho de que algún día vamos a morir. No me refiero a que si hay un consuelo ante ello, llámese religión o amor. Vivir es un constante precipicio que nos asoma, tal vez como dice la letra de Soda Stereo, a nuestro propio infierno individual…

Plantea Soda Stereo en su canción “El cuerpo del delito” que “cada uno es su propio delator/ su propio infierno individual”.

Hace unos días, mientras esperaba la hora para entrar a ver una película en la famosa cadena de salas que hay en todo México y cuando ésta se encuentra en las vísceras del moderno mall en donde funciona, hice “tiempo” curioseando en una de esas tiendas donde el pantalón para caballero más barato no baja de mil pesos, me topé con la conversación de dos tipos. Uno le decía al otro que vivía un auténtico infierno con las tarjetas de esa tienda y la bancaria, que los intereses se lo estaban comiendo.

Yo, que tengo un fardo enorme de problemas –en palabras ajustadas a esa conversación “un infierno”– me puse a pensar en don Proceso, un voceador de diarios que es ciego de nacimiento y que acaba de obtener, por cierto, uno de los premios que otorga esta prestigiosa casa editora de periódicos a nivel nacional.

Don Proceso entrega el diario a mi domicilio y siempre tiene una sonrisa, un comentario positivo. Alguna vez le pregunté sobre qué cosa le dolía. Me respondió que los malos gobernantes porque al robarse el dinero le cortan el futuro a nuestro país.

El infierno son los otros, nos espetó Sartre. Y hay toda una cartografía del infierno en la obra de Dante Alighieri. En los escritos sagrados la línea rectora es que se trata de un lugar de condena, de castigo por actos cometidos en esta vida.

Sea una cosa u otra, lo cierto es que siempre que se habla de infierno se remite a sufrimiento más de índole moral que físico. Claro, lo hay en ambos aspectos, pero ¿qué se puede entender por infierno aquí, en esta vida, en este planeta?

Vivir cuesta, es doloroso. Nos vamos disminuyendo siempre, en cuerpo y alma.

Por mejores cremas o tratamientos para alargar la salud, habrá asuntos dentro de lo cotidiano que nos jale, nos ahogue.

El infierno de una persona parecería una exageración para otra cuyo problema es en verdad irremediable.

Lo curioso es que la palabra infierno funciona y se fusiona tanto como sujeto como adjetivo.

En sí, vivir es un tormento por el simple hecho de que algún día vamos a morir. No me refiero a que si hay un consuelo ante ello, llámese religión o amor. Vivir es un constante precipicio que nos asoma, tal vez como dice la letra de Soda Stereo, a nuestro propio infierno individual…