/ lunes 14 de enero de 2019

Con café y a media luz | Los medios de comunicación han servido para unificar a una sociedad en torno a sí misma

Aquellos que tienen la oportunidad de estrechar relaciones a través de un programa televisivo, una emisión radiofónica o el ejemplar de un periódico se deben sentir sumamente afortunados por ser parte activa de este engranaje mediático. Así me siento yo el día de hoy, gracias a uno de ustedes, gentil amigo lector, pues se puso en contacto con este servidor para solicitarme que conociera y entrevistara a un hombre cuya historia de vida lo vuelve un ser excepcional.

Así que después de ponernos de acuerdo por los compromisos laborales acordamos una fecha y un lugar para el encuentro.

Setenta y dos años de edad, un amor inquebrantable por la vida, la fe en Dios y la pasión por la música de rock, han hecho que Roberto Ruiz se sublevara ante los estragos que la poliomielitis causó sobre su cuerpo. Este terrible mal que lo atacó sin piedad desde los cuatro años mermando su sistema óseo y disminuyendo, casi en su totalidad, su capacidad de desplazarse libremente, lo obligó, primero, a valerse de muletas y, últimamente, a usar una silla de ruedas.

Con sonrisa franca y voz atronadora, me recibió en su domicilio en una conocida colonia de nuestra localidad. Al entrar a su morada, lo primero que observé fueron fotografías de sus padres, Don Roberto y Doña Carlota, a quienes les agradece dos cosas de manera particular: El haberlo educado para sentirse igual que los demás seres humanos que se dicen “normales” y luchar contra las adversidades para no depender de nadie y, por otra parte, el gusto por la música, específicamente por la batería, instrumento de sus amores que ejecutaba su padre con la “Orquesta Tampico” de la que fue fundador, trabajo que combinaba con la labor administrativa de la desaparecida ferretería “La paloma”.

Ya instalados en la sala de su hogar confiesa que después de recordarse como un niño que corría y jugaba, su vida cambió drásticamente, pues “en aquellos años, no se sabía de la enfermedad y mucho menos de cómo curarla, así que lo más común era que nadie sobrevivía...”, aceptó que el destino le tenía preparado otro rumbo y una meta especial que aceptó gustoso a través del servicio a su comunidad.

Primero como dirigente de los “boy scouts” por diez o doce años, tuvo la oportunidad de viajar por los Estados Unidos, en especial por Texas en donde conoció una especialidad en proyectos para personas con capacidades motrices especiales y es que, don Roberto, es ingeniero de profesión y ha participado en un sinnúmero de obras civiles como dibujante de planos o como analista y supervisor de materiales para la construcción.

“Allá”, continuó con su relato, “… en la nación americana el número de individuos con desventajas físicas es considerable, pues la gran mayoría de ellos deben su condición al haber participado en un conflicto bélico y aunque son muy jóvenes, se les considera veteranos de guerra, porque lo mismo perdieron un brazo, una pierna, el oído o la vista”.

Sorprendido por las adecuaciones y adaptaciones arquitectónicas como rampas para sillas de ruedas, barras de seguridad y banquetas antiderrapantes que son tan comunes en los diferentes espacios habitables pensó: “… voy a aprender esto y, como el Quijote, un día lo voy a llevar a Tampico, ¡a mi ciudad!” ya que, continuó “… la huella de tu paso por el mundo que puedes dejar a través de la satisfacción de servir a los demás es tan valiosa que ni la muerte te la puede quitar”.

Posteriormente, apoyó en el ministerio de la música en la iglesia del Rosario a la que asiste domingo tras domingo y es allí donde tomó forma y nombre la organización que hoy representa y a la que atinadamente se ha nombrado como “Voluntad sin límites”.

Esta agrupación de música popular conformada por cerca de diez personas que padecen, al igual que don Roberto, una condición física especial, procura llevar con sus melodías, un mensaje de superación personal y fuerza de voluntad a cualquier lugar en el que se presenta, demostrando, con hechos, que las verdaderas limitantes están en la mente de cada una de las personas.

Con “Voluntad sin Límites”, ha recorrido buena parte de Tamaulipas dentro del Festival Internacional de nuestra entidad federativa. También ha participado de la mano del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en diferentes administraciones de los municipios de nuestra zona conurbada a través de un programa de conferencias dirigidas tanto a las personas en situación especial como a los familiares de éstas, logrando un profundo cambio en la concepción de aquellos que, como él, viven una condición particular. Ya que, lo más difícil “es cambiar la forma de pensar de la sociedad”. Y antes de despedirse, mi amigo Roberto, reconoce haber sido testigo de algunos padres que sienten pena de sacar a sus hijos especiales a la calle, a otros que los dejan encerrados y, unos más que cometen el peor de los errores: La sobreprotección. Pues los progenitores viven más preocupados por el qué hará su vástago cuando ellos ya no estén, que por prepararlo para enfrentar la vida de la mejor manera.

Por todo lo anterior invita a las personas que posan sus ojos en este escrito, a dotarse de la fuerza emocional para vivir con pasión, alegría y gozo reconociendo que todos somos iguales y que las “capacidades diferentes” están, únicamente, en voluntad de los individuos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Aquellos que tienen la oportunidad de estrechar relaciones a través de un programa televisivo, una emisión radiofónica o el ejemplar de un periódico se deben sentir sumamente afortunados por ser parte activa de este engranaje mediático. Así me siento yo el día de hoy, gracias a uno de ustedes, gentil amigo lector, pues se puso en contacto con este servidor para solicitarme que conociera y entrevistara a un hombre cuya historia de vida lo vuelve un ser excepcional.

Así que después de ponernos de acuerdo por los compromisos laborales acordamos una fecha y un lugar para el encuentro.

Setenta y dos años de edad, un amor inquebrantable por la vida, la fe en Dios y la pasión por la música de rock, han hecho que Roberto Ruiz se sublevara ante los estragos que la poliomielitis causó sobre su cuerpo. Este terrible mal que lo atacó sin piedad desde los cuatro años mermando su sistema óseo y disminuyendo, casi en su totalidad, su capacidad de desplazarse libremente, lo obligó, primero, a valerse de muletas y, últimamente, a usar una silla de ruedas.

Con sonrisa franca y voz atronadora, me recibió en su domicilio en una conocida colonia de nuestra localidad. Al entrar a su morada, lo primero que observé fueron fotografías de sus padres, Don Roberto y Doña Carlota, a quienes les agradece dos cosas de manera particular: El haberlo educado para sentirse igual que los demás seres humanos que se dicen “normales” y luchar contra las adversidades para no depender de nadie y, por otra parte, el gusto por la música, específicamente por la batería, instrumento de sus amores que ejecutaba su padre con la “Orquesta Tampico” de la que fue fundador, trabajo que combinaba con la labor administrativa de la desaparecida ferretería “La paloma”.

Ya instalados en la sala de su hogar confiesa que después de recordarse como un niño que corría y jugaba, su vida cambió drásticamente, pues “en aquellos años, no se sabía de la enfermedad y mucho menos de cómo curarla, así que lo más común era que nadie sobrevivía...”, aceptó que el destino le tenía preparado otro rumbo y una meta especial que aceptó gustoso a través del servicio a su comunidad.

Primero como dirigente de los “boy scouts” por diez o doce años, tuvo la oportunidad de viajar por los Estados Unidos, en especial por Texas en donde conoció una especialidad en proyectos para personas con capacidades motrices especiales y es que, don Roberto, es ingeniero de profesión y ha participado en un sinnúmero de obras civiles como dibujante de planos o como analista y supervisor de materiales para la construcción.

“Allá”, continuó con su relato, “… en la nación americana el número de individuos con desventajas físicas es considerable, pues la gran mayoría de ellos deben su condición al haber participado en un conflicto bélico y aunque son muy jóvenes, se les considera veteranos de guerra, porque lo mismo perdieron un brazo, una pierna, el oído o la vista”.

Sorprendido por las adecuaciones y adaptaciones arquitectónicas como rampas para sillas de ruedas, barras de seguridad y banquetas antiderrapantes que son tan comunes en los diferentes espacios habitables pensó: “… voy a aprender esto y, como el Quijote, un día lo voy a llevar a Tampico, ¡a mi ciudad!” ya que, continuó “… la huella de tu paso por el mundo que puedes dejar a través de la satisfacción de servir a los demás es tan valiosa que ni la muerte te la puede quitar”.

Posteriormente, apoyó en el ministerio de la música en la iglesia del Rosario a la que asiste domingo tras domingo y es allí donde tomó forma y nombre la organización que hoy representa y a la que atinadamente se ha nombrado como “Voluntad sin límites”.

Esta agrupación de música popular conformada por cerca de diez personas que padecen, al igual que don Roberto, una condición física especial, procura llevar con sus melodías, un mensaje de superación personal y fuerza de voluntad a cualquier lugar en el que se presenta, demostrando, con hechos, que las verdaderas limitantes están en la mente de cada una de las personas.

Con “Voluntad sin Límites”, ha recorrido buena parte de Tamaulipas dentro del Festival Internacional de nuestra entidad federativa. También ha participado de la mano del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en diferentes administraciones de los municipios de nuestra zona conurbada a través de un programa de conferencias dirigidas tanto a las personas en situación especial como a los familiares de éstas, logrando un profundo cambio en la concepción de aquellos que, como él, viven una condición particular. Ya que, lo más difícil “es cambiar la forma de pensar de la sociedad”. Y antes de despedirse, mi amigo Roberto, reconoce haber sido testigo de algunos padres que sienten pena de sacar a sus hijos especiales a la calle, a otros que los dejan encerrados y, unos más que cometen el peor de los errores: La sobreprotección. Pues los progenitores viven más preocupados por el qué hará su vástago cuando ellos ya no estén, que por prepararlo para enfrentar la vida de la mejor manera.

Por todo lo anterior invita a las personas que posan sus ojos en este escrito, a dotarse de la fuerza emocional para vivir con pasión, alegría y gozo reconociendo que todos somos iguales y que las “capacidades diferentes” están, únicamente, en voluntad de los individuos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!