/ miércoles 8 de enero de 2020

Los orígenes del futbol en Gran Bretaña

El gran dilema, rugby o futbol.

Los alumnos del College de la ciudad de Rugby eran tradicionalmente aventajados en la práctica de aquel futbol primitivo basado en la filosofía de que cualquier medio es idóneo para la consecución del éxito final, es decir el gol que ha de proporcionar la victoria sobre el adversario, su preparación física era superior y disponían de campos de hierba que amortiguaban las abundantes, espectaculares y durísimas caídas que se producían a lo largo de los partidos.

A pesar de la rudeza, un incipiente código prohibía a los jugadores desplazarse llevando sujeto el balón, (el cual, por otra parte, había tomado una forma casi oval); es decir, al recibir el balón cualquier jugador tenía que desprenderse rápidamente de él. Pasándolo a un compañero, para no incurrir en infracción. Más que un reglamento escrito, se trataba de una costumbre. Aquel juego no era desde luego el futbol que ahora conocemos, ni tampoco balonmano, pero tampoco se trataba del rugby actual, en el que se permite correr al jugador que está en posesión del balón oval. Sin embargo esta última característica no tardaría en aparecer en el ámbito del juego practicado por los estudiantes de la ciudad de Rugby.

Cuenta una versión, mezcla probablemente, de realidad y leyenda, que el nacimiento del rugby se produjo en el centro universitario de aquella ciudad, de la que tomó su nombre, en una tarde encapotada y fría de 1823: en pleno match, un mocetón llamado William Webb-Ellis, en un momento de euforia, agarró el balón oval, lo protegió aprisionándolo contra su cuerpo y emprendió una carrera hacia la meta contraria, esquivando y superando de un modo o de otro a cuantos adversarios le salieron al paso, hasta finalmente conseguir un tanto. Todo ello ante la mirada atónita de decenas de espectadores.

La noticia recorrió rápidamente los ámbitos universitarios de la nación. El hecho alteraba todos los esquemas del juego, según el escueto código establecido y, en consecuencia constituía una osadía. Una osadía que sin embargo, haría pensar a muchos practicantes y aficionados en la necesidad de tenerla en cuenta y de incorporarla a las normas. Para otros por el contrario, aquello era sencillamente una insolencia inadmisible, una nociva consecuencia del creciente abuso de las manos en la manipulación del balón.

En consecuencia, de un modo u otro, en la década de 1840 estaban ya creadas determinadas condiciones para el surgimiento de una polémica que iba a obstaculizar la formación de un código reglamentario, el cual por otra parte, aparecía como una necesidad ineludible para acabar con las situaciones de confusión que desvirtuaban los encuentros. ¿Era aquel un juego de balón en sí mismo? O por el contrario, ¿era el punto de partida de otros tipos de juego?. Para la gente de rugby, de la ciudad de Rugby el tema carecía de interés: el juego debía ser el que todos conocían y practicaban y, su reglamentación codificada tenía que establecerse sencillamente a partir de su realidad, esta no era otra que la permisividad en el uso de pies y manos. El rugby por tanto se concretaba: finalmente en 1842, los profesores y alumnos de la célebre universidad decidieron, prescindiendo de opiniones ajenas, codificar el juego en aquel sentido... El rugby había nacido.

Sin embargo, tal convencimiento no fue general. En otros lugares existían dudas y oposiciones. Uno de esos lugares en donde no se compartía el criterio de Rugby era el famoso Trinity College de la Universidd de Cambridge. Aquí como en Eton y Harrow, no se aceptó el código de Rugby en su totalidad, pues sus hombres tenían ideas propias respecto a la reglamentación del juego. Así en Eton se concretó el concepto de Offside (situación que equivale al llamado “fuera de juego” del futbol actual), con el fin de señalar una posición ilegal en el campo, es decir, la de aquel jugador situado en un lugar “excesivamente avanzado en el terreno adversario con referencia a los jugdores del equipo contrario. Fue también en Eton, en donde se adoptó la costumbre de acompañar de intercambiar la posición de las dos partes del terreno de juego entre uno y otro equipo tras la pausa del intermedio del partido. Por su parte en Cambridge se comenzó a realizar el saque de banda como forma correcta de reanudar el juego. Fue también ahí, donde se adoptó la idea de colocar un madero transversal en la portería sustituyendo la cinta que antes se usaba. En 1846, después de largas discusiones en el citado Trinity College de Cambridge, un conjunto de directivos y estudiantes elaboraban el primer código de futbol, que deslindaba los dos posibles tipos de juego: el de manos pies por una parte y el de solamente pies por otra. Fue así que nació el futbol.

Hasta pronto amigo.

El gran dilema, rugby o futbol.

Los alumnos del College de la ciudad de Rugby eran tradicionalmente aventajados en la práctica de aquel futbol primitivo basado en la filosofía de que cualquier medio es idóneo para la consecución del éxito final, es decir el gol que ha de proporcionar la victoria sobre el adversario, su preparación física era superior y disponían de campos de hierba que amortiguaban las abundantes, espectaculares y durísimas caídas que se producían a lo largo de los partidos.

A pesar de la rudeza, un incipiente código prohibía a los jugadores desplazarse llevando sujeto el balón, (el cual, por otra parte, había tomado una forma casi oval); es decir, al recibir el balón cualquier jugador tenía que desprenderse rápidamente de él. Pasándolo a un compañero, para no incurrir en infracción. Más que un reglamento escrito, se trataba de una costumbre. Aquel juego no era desde luego el futbol que ahora conocemos, ni tampoco balonmano, pero tampoco se trataba del rugby actual, en el que se permite correr al jugador que está en posesión del balón oval. Sin embargo esta última característica no tardaría en aparecer en el ámbito del juego practicado por los estudiantes de la ciudad de Rugby.

Cuenta una versión, mezcla probablemente, de realidad y leyenda, que el nacimiento del rugby se produjo en el centro universitario de aquella ciudad, de la que tomó su nombre, en una tarde encapotada y fría de 1823: en pleno match, un mocetón llamado William Webb-Ellis, en un momento de euforia, agarró el balón oval, lo protegió aprisionándolo contra su cuerpo y emprendió una carrera hacia la meta contraria, esquivando y superando de un modo o de otro a cuantos adversarios le salieron al paso, hasta finalmente conseguir un tanto. Todo ello ante la mirada atónita de decenas de espectadores.

La noticia recorrió rápidamente los ámbitos universitarios de la nación. El hecho alteraba todos los esquemas del juego, según el escueto código establecido y, en consecuencia constituía una osadía. Una osadía que sin embargo, haría pensar a muchos practicantes y aficionados en la necesidad de tenerla en cuenta y de incorporarla a las normas. Para otros por el contrario, aquello era sencillamente una insolencia inadmisible, una nociva consecuencia del creciente abuso de las manos en la manipulación del balón.

En consecuencia, de un modo u otro, en la década de 1840 estaban ya creadas determinadas condiciones para el surgimiento de una polémica que iba a obstaculizar la formación de un código reglamentario, el cual por otra parte, aparecía como una necesidad ineludible para acabar con las situaciones de confusión que desvirtuaban los encuentros. ¿Era aquel un juego de balón en sí mismo? O por el contrario, ¿era el punto de partida de otros tipos de juego?. Para la gente de rugby, de la ciudad de Rugby el tema carecía de interés: el juego debía ser el que todos conocían y practicaban y, su reglamentación codificada tenía que establecerse sencillamente a partir de su realidad, esta no era otra que la permisividad en el uso de pies y manos. El rugby por tanto se concretaba: finalmente en 1842, los profesores y alumnos de la célebre universidad decidieron, prescindiendo de opiniones ajenas, codificar el juego en aquel sentido... El rugby había nacido.

Sin embargo, tal convencimiento no fue general. En otros lugares existían dudas y oposiciones. Uno de esos lugares en donde no se compartía el criterio de Rugby era el famoso Trinity College de la Universidd de Cambridge. Aquí como en Eton y Harrow, no se aceptó el código de Rugby en su totalidad, pues sus hombres tenían ideas propias respecto a la reglamentación del juego. Así en Eton se concretó el concepto de Offside (situación que equivale al llamado “fuera de juego” del futbol actual), con el fin de señalar una posición ilegal en el campo, es decir, la de aquel jugador situado en un lugar “excesivamente avanzado en el terreno adversario con referencia a los jugdores del equipo contrario. Fue también en Eton, en donde se adoptó la costumbre de acompañar de intercambiar la posición de las dos partes del terreno de juego entre uno y otro equipo tras la pausa del intermedio del partido. Por su parte en Cambridge se comenzó a realizar el saque de banda como forma correcta de reanudar el juego. Fue también ahí, donde se adoptó la idea de colocar un madero transversal en la portería sustituyendo la cinta que antes se usaba. En 1846, después de largas discusiones en el citado Trinity College de Cambridge, un conjunto de directivos y estudiantes elaboraban el primer código de futbol, que deslindaba los dos posibles tipos de juego: el de manos pies por una parte y el de solamente pies por otra. Fue así que nació el futbol.

Hasta pronto amigo.