/ domingo 28 de febrero de 2021

Los restauradores

Todo cambio político enfrenta siempre resistencia por parte de aquellos sectores conservadores que han sido desplazados de la posesión del poder público.

Así fue en el golpe de Estado del 18 brumario, correspondiente al 9 de noviembre de 1799 del calendario gregoriano, que acabó con el directorio, última forma de gobierno popular emanada de la Revolución Francesa que dio pie a la etapa de la dictadura simulada que culminó con la coronación como emperador de Napoleón Bonaparte.

Como en todos los casos, los promotores de la desestabilización arengan en contra del caos y el desorden con que acusan a los gobiernos elegidos democráticamente y de esta forma provocar la revocación de lo que el mandato popular les ha conferido.

La estrategia de alimentar un estado de histeria y agitación social no es nueva, también se utilizó previo al golpe de Estado de Franco en España como por Pinochet contra Allende en la República de Chile.

La instauración de todo nuevo orden político provoca que se trastoquen los antiguos arreglos internos en cualquier sociedad, en algunos casos, si la sociedad es lo suficientemente flexible por contar con una amplia vocación democrática, se adaptará al cambio sin mayores fracturas, pero también existen sociedades compuestas por sectores beligerantes e intransigentes, que se resisten a asumir la posición que el nuevo orden social les ha asignado, como sucedió en la República de Weimar, forma de gobierno social-demócrata que sobrevino en Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial.

Desde su inicio la aristocracia alemana y sus industriales financiaron a los grupos de choque o freikorps, entre los que estaban las camisas pardas de Hitler con el propósito de precipitar la caída del gobierno social-demócrata e instituir la dictadura del orden nacionalsocialista, lo demás es historia.

En el pasado, México también ha vivido los efectos de la reacción restauradora como la iniciada por Félix Díaz y Bernardo Reyes, principales figuras de la contrarrevolución, quienes se levantaron en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero. Para legitimar su movimiento, expidieron un manifiesto en el que afirmaban se proponían imponer la paz mediante la justicia, derrocar a los que han engañado al pueblo y establecer un gobierno provisional que restaure la paz y que traiga libertad y bienes materiales (sic).

Escribía Gramsci que en el interciso de la muerte del viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, existe un claroscuro del cual emergen monstruos. Es precisamente por ser una etapa en la que lo nuevo no acaba de fraguar en la que abundan las conspiraciones y ánimos desestabilizadores que se aprovechan de que el nuevo régimen se encuentre vulnerable porque aún está en proceso de asentarse.

En la tarea por restaurar a los desplazados del poder público existen quienes se esfuerzan en convencer de que todo tiempo pasado fue mejor, que aquello de lo que la sociedad huyó no era tan malo, confiando en que la distancia temporal haya redimido sus culpas y endulzado el recuerdo del trato arbitrario con el que antes gobernaron, omitiendo ofrecer un proyecto de sociedad más justo e igualitario.

Dice el dicho que no se puede verter vino nuevo en odres viejos, difícilmente las respuestas a todas nuestras preguntas vendrán de los emisarios del pasado, porque tuvieron muchas oportunidades para hacerlo y no lo hicieron.

En esa medida, la marcha del tren de la historia con todo y sus asegunes debe proseguir como va, solo el tiempo y la sociedad irá poniendo a cada quien en su lugar, lo que no se puede hacer es regresar las manecillas del tiempo, provocando la ruptura del proceso de desarrollo orgánico y natural de la sociedad.

Cualquiera que sea el resultado de este proceso social, siempre será el resultado lógico y necesario de su naturaleza, una naturaleza que se va creando a cada momento y que en cada momento su naturaleza va dictando sus necesidades y marcando el destino que su desenvolvimiento le vaya exigiendo. En el pasado arbitrariamente mediante fraudes y golpes de Estado se distorsionó el cauce natural de la sociedad por quienes a pesar de sus múltiples errores, se niegan a reconocer que el único sujeto histórico que tiene derecho a determinar su destino e incluso a equivocarse es el pueblo.

Regeneración.

Todo cambio político enfrenta siempre resistencia por parte de aquellos sectores conservadores que han sido desplazados de la posesión del poder público.

Así fue en el golpe de Estado del 18 brumario, correspondiente al 9 de noviembre de 1799 del calendario gregoriano, que acabó con el directorio, última forma de gobierno popular emanada de la Revolución Francesa que dio pie a la etapa de la dictadura simulada que culminó con la coronación como emperador de Napoleón Bonaparte.

Como en todos los casos, los promotores de la desestabilización arengan en contra del caos y el desorden con que acusan a los gobiernos elegidos democráticamente y de esta forma provocar la revocación de lo que el mandato popular les ha conferido.

La estrategia de alimentar un estado de histeria y agitación social no es nueva, también se utilizó previo al golpe de Estado de Franco en España como por Pinochet contra Allende en la República de Chile.

La instauración de todo nuevo orden político provoca que se trastoquen los antiguos arreglos internos en cualquier sociedad, en algunos casos, si la sociedad es lo suficientemente flexible por contar con una amplia vocación democrática, se adaptará al cambio sin mayores fracturas, pero también existen sociedades compuestas por sectores beligerantes e intransigentes, que se resisten a asumir la posición que el nuevo orden social les ha asignado, como sucedió en la República de Weimar, forma de gobierno social-demócrata que sobrevino en Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial.

Desde su inicio la aristocracia alemana y sus industriales financiaron a los grupos de choque o freikorps, entre los que estaban las camisas pardas de Hitler con el propósito de precipitar la caída del gobierno social-demócrata e instituir la dictadura del orden nacionalsocialista, lo demás es historia.

En el pasado, México también ha vivido los efectos de la reacción restauradora como la iniciada por Félix Díaz y Bernardo Reyes, principales figuras de la contrarrevolución, quienes se levantaron en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero. Para legitimar su movimiento, expidieron un manifiesto en el que afirmaban se proponían imponer la paz mediante la justicia, derrocar a los que han engañado al pueblo y establecer un gobierno provisional que restaure la paz y que traiga libertad y bienes materiales (sic).

Escribía Gramsci que en el interciso de la muerte del viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, existe un claroscuro del cual emergen monstruos. Es precisamente por ser una etapa en la que lo nuevo no acaba de fraguar en la que abundan las conspiraciones y ánimos desestabilizadores que se aprovechan de que el nuevo régimen se encuentre vulnerable porque aún está en proceso de asentarse.

En la tarea por restaurar a los desplazados del poder público existen quienes se esfuerzan en convencer de que todo tiempo pasado fue mejor, que aquello de lo que la sociedad huyó no era tan malo, confiando en que la distancia temporal haya redimido sus culpas y endulzado el recuerdo del trato arbitrario con el que antes gobernaron, omitiendo ofrecer un proyecto de sociedad más justo e igualitario.

Dice el dicho que no se puede verter vino nuevo en odres viejos, difícilmente las respuestas a todas nuestras preguntas vendrán de los emisarios del pasado, porque tuvieron muchas oportunidades para hacerlo y no lo hicieron.

En esa medida, la marcha del tren de la historia con todo y sus asegunes debe proseguir como va, solo el tiempo y la sociedad irá poniendo a cada quien en su lugar, lo que no se puede hacer es regresar las manecillas del tiempo, provocando la ruptura del proceso de desarrollo orgánico y natural de la sociedad.

Cualquiera que sea el resultado de este proceso social, siempre será el resultado lógico y necesario de su naturaleza, una naturaleza que se va creando a cada momento y que en cada momento su naturaleza va dictando sus necesidades y marcando el destino que su desenvolvimiento le vaya exigiendo. En el pasado arbitrariamente mediante fraudes y golpes de Estado se distorsionó el cauce natural de la sociedad por quienes a pesar de sus múltiples errores, se niegan a reconocer que el único sujeto histórico que tiene derecho a determinar su destino e incluso a equivocarse es el pueblo.

Regeneración.