En el artículo de hoy me permito hacer un paréntesis en la diaria labor de cantos del poder para hablar sobre la película El Irlandés, de Martin Scorcesse que, a juicio de un profano en la materia como es este escribidor, supone una rara joya.
Frank Sheeran, personaje central del largometraje descrito, es un estafador y asesino a sueldo que trabajó para Russell Bufalino, jefe de la mafia, y que, caso extraño, sobrevivio hasta la vejez. El otrora poderoso y temido mafioso, al inicio del filme se deja ver confinado en una silla de ruedas, encanecido, olvidado por sus familiares, lejos de los amigos, la mayoría ya muertos, viviendo en un mundo extrañamente ajeno a él. La fatalidad de vivir en la soledad y en el olvido lo debilita, deprime y convierte en un ser reflexivo y arrepentido por el daño que hizo, o quizás solo sea un atajo de la mente, una manera de justificar las atrocidades cometidas.
Sheeran, próximo al Exit, consciente de que todos sus excompañeros de andanzas y amigos cercanos se han ido, narra, entre otros asuntos, cómo fue la desaparición de Jimmy Hoffa, líder sindical muy poderoso para quien él “trabajó”.
Este posible crimen es uno de los mayores misterios sin resolver en la historia de Estados Unidos.
Las nuevas generaciones saben poco de Hoffa, se lamenta Sheeran, cariacontecido, para añadir a manera de reproche “en Estados Unidos este líder camionero fue tan famoso como Elvis en los años cincuenta y The Beatles en los sesenta”.
Hoffa, en su tiempo se enfrentó a John y Robert Kennedy y fue uno de los pocos que se atrevieron a resistir las presiones de la Mafia.
De cualquier manera, a Sheeran la sombra de la Omerta omnipresente lo obliga a llevarse secretos hasta la tumba.