/ miércoles 18 de abril de 2018

Me queda claro

Durante muchas entregas he manifestado mi postura en torno a los candidatos, particularmente a aquellos que compiten por el puesto de presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

He hecho público mi deseo de conocer cada vez más la visión que tienen de su mandato, en caso de que llegaran a ser elegidos por el voto popular, de la transformación de México y de su programa y procedimiento de trabajo, una vez que tengan el Poder Ejecutivo en sus manos.

Le he propuesto a usted, querido amigo lector, que nos dedicáramos a escudriñar, desde una óptica realista y neutral, cada una de las promesas que han venido pregonando estos personajes a lo largo y ancho del país durante su gira de campaña.

Aunque eso último es un tanto complejo, pues es imposible evitar cierta simpatía por uno u otro candidato o, como en la mayoría de los casos, que nos gane la aversión por un nombre, partido o discurso y que ese sea el “fiel de la balanza” para determinar nuestra decisión una vez que nos encontremos frente a la urna, con el crayón en una mano y la boleta electoral en la otra.

Y ese es, precisamente, el eje medular de la entrega del día de hoy.

Me queda claro que el pueblo de México no votará por la mejor propuesta de campaña, votará por el mayor hartazgo gubernamental que ha tenido en toda la historia, tal vez desde la Revolución Mexicana y el destierro de Porfirio Díaz, le ofrezco una disculpa a los puristas, porque el general tiene un “punto y aparte” en el pasado mexicano y es que como estratega militar, diplomático internacional y un amante innegable de las conductas europeas, muchos me cuestionarán el “cómo se me ocurrió escribir su nombre en este escrito y más, en este párrafo”.

Muchos intelectuales de renombre y analistas políticos de gran prestigio han atinado a decir que José Antonio Meade Kuribreña es el mejor de los candidatos, tiene una plataforma seria y bien pensada, en materia de experiencia, llamémosle, “laboral”. Ha ocupado varias secretarías de Estado y conoce bien las funciones de cada una de ellas, además que tuvo la oportunidad de coadyuvar con su trabajo a gobiernos de extracción distinta, lo cual le serviría para construir alianzas que llevarán a México a buen puerto.

Desafortunadamente, ante la percepción de la sociedad, todas esas cualidades quedan, prácticamente, nulas, debido al escaparate que lo abriga en estos momentos de contienda, y es que para algún sector de la población todo lo que huela a dicho partido es, necesariamente, malo, negativo, fraudulento, si no es que algo peor.

Desafortunadamente, ante la percepción de la sociedad, todas esas cualidades quedan, prácticamente, nulas, debido al escaparate que lo abriga en estos momentos de contienda, y es que para algún sector de la población todo lo que huela a dicho partido es, necesariamente, malo, negativo, fraudulento, si no es que algo peor.

Por otra parte, hay quien le atribuye el conflicto armado que se vivió y, en algunos estados, se sigue viviendo, a las estrategias de seguridad establecidas durante los 12 años de gobierno panista que protagonizaron Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

El primero, que vino a romper el estereotipo de personaje político presidenciable al que estábamos acostumbrados. El señor cambió los zapatos de charol, el traje y la corbata, por botas, mezclilla y sombrero. La retórica elegante y pausada, por las “bravatas” típicas del campo, arrebatadas y llanas. Sin duda era lo que podríamos llamar “un producto novedoso que era comprable, pues de primera mano, lucía barato”.

A Felipe Calderón se le atribuye la “ola de violencia” y, como herencia, el famoso avión que ahora ha servido de slogan para Andrés Manuel López Obrador, quien ha asegurado que una cosa como esa “no la tiene ni Obama”; sin embargo, no debemos olvidar que en el sexenio de FCH, nuestro país afrontó varias crisis de manera simultánea, además de la de seguridad, debemos recordar la sanitaria, económica y de alimentos y se sortearon de la mejor manera. No obstante, al final y a los ojos del electorado, todo queda sin valor.

De los candidatos independientes no tengo mucho qué decir por el mismo contexto del que emergen. Margarita Zavala y su papel de primera dama, además de la trágica situación de la Guardería ABC y Rodríguez Calderón, que prometió no dejar la gubernatura que le confiaron y parece que ya se le olvidó.

En este bendito país donde todos tenemos el derecho “de votar y ser votados” como lo marca la Constitución por el simple factor de haber nacido mexicanos, basta con que alguien sepa endulzar el oído, saber decir lo que la gente desea escuchar, prometer aquello que tanto se quiere que se prometa y personificar a quien pueda mostrarse como protector de los débiles. En ningún momento digo que eso sea malo, sostengo que será lamentable si es que todo queda en una imagen mal calcada de antecesores.

Y, por último, me queda claro que todo esto es originado por una responsabilidad compartida y cada uno deberá asumir lo que le corresponde en este “mar de confusiones” que han originado las campañas. Y si usted se pregunta por qué lo nombro así, en realidad la respuesta es muy sencilla.

En primera instancia por los malos manejos de gobiernos pasados. En segundo término porque nuestra naturaleza nos lleva a creer en quien nos “habla bonito”, y en tercera porque los candidatos han optado ahora por hacer campañas “de miedo” tratando de convencer de que tal o cual es el villano de la historia, y eso , dirían los niños, “¡no se vale!”

¡Hasta la próxima!

mail: licajimenezmcc@hotmail.com

Durante muchas entregas he manifestado mi postura en torno a los candidatos, particularmente a aquellos que compiten por el puesto de presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

He hecho público mi deseo de conocer cada vez más la visión que tienen de su mandato, en caso de que llegaran a ser elegidos por el voto popular, de la transformación de México y de su programa y procedimiento de trabajo, una vez que tengan el Poder Ejecutivo en sus manos.

Le he propuesto a usted, querido amigo lector, que nos dedicáramos a escudriñar, desde una óptica realista y neutral, cada una de las promesas que han venido pregonando estos personajes a lo largo y ancho del país durante su gira de campaña.

Aunque eso último es un tanto complejo, pues es imposible evitar cierta simpatía por uno u otro candidato o, como en la mayoría de los casos, que nos gane la aversión por un nombre, partido o discurso y que ese sea el “fiel de la balanza” para determinar nuestra decisión una vez que nos encontremos frente a la urna, con el crayón en una mano y la boleta electoral en la otra.

Y ese es, precisamente, el eje medular de la entrega del día de hoy.

Me queda claro que el pueblo de México no votará por la mejor propuesta de campaña, votará por el mayor hartazgo gubernamental que ha tenido en toda la historia, tal vez desde la Revolución Mexicana y el destierro de Porfirio Díaz, le ofrezco una disculpa a los puristas, porque el general tiene un “punto y aparte” en el pasado mexicano y es que como estratega militar, diplomático internacional y un amante innegable de las conductas europeas, muchos me cuestionarán el “cómo se me ocurrió escribir su nombre en este escrito y más, en este párrafo”.

Muchos intelectuales de renombre y analistas políticos de gran prestigio han atinado a decir que José Antonio Meade Kuribreña es el mejor de los candidatos, tiene una plataforma seria y bien pensada, en materia de experiencia, llamémosle, “laboral”. Ha ocupado varias secretarías de Estado y conoce bien las funciones de cada una de ellas, además que tuvo la oportunidad de coadyuvar con su trabajo a gobiernos de extracción distinta, lo cual le serviría para construir alianzas que llevarán a México a buen puerto.

Desafortunadamente, ante la percepción de la sociedad, todas esas cualidades quedan, prácticamente, nulas, debido al escaparate que lo abriga en estos momentos de contienda, y es que para algún sector de la población todo lo que huela a dicho partido es, necesariamente, malo, negativo, fraudulento, si no es que algo peor.

Desafortunadamente, ante la percepción de la sociedad, todas esas cualidades quedan, prácticamente, nulas, debido al escaparate que lo abriga en estos momentos de contienda, y es que para algún sector de la población todo lo que huela a dicho partido es, necesariamente, malo, negativo, fraudulento, si no es que algo peor.

Por otra parte, hay quien le atribuye el conflicto armado que se vivió y, en algunos estados, se sigue viviendo, a las estrategias de seguridad establecidas durante los 12 años de gobierno panista que protagonizaron Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

El primero, que vino a romper el estereotipo de personaje político presidenciable al que estábamos acostumbrados. El señor cambió los zapatos de charol, el traje y la corbata, por botas, mezclilla y sombrero. La retórica elegante y pausada, por las “bravatas” típicas del campo, arrebatadas y llanas. Sin duda era lo que podríamos llamar “un producto novedoso que era comprable, pues de primera mano, lucía barato”.

A Felipe Calderón se le atribuye la “ola de violencia” y, como herencia, el famoso avión que ahora ha servido de slogan para Andrés Manuel López Obrador, quien ha asegurado que una cosa como esa “no la tiene ni Obama”; sin embargo, no debemos olvidar que en el sexenio de FCH, nuestro país afrontó varias crisis de manera simultánea, además de la de seguridad, debemos recordar la sanitaria, económica y de alimentos y se sortearon de la mejor manera. No obstante, al final y a los ojos del electorado, todo queda sin valor.

De los candidatos independientes no tengo mucho qué decir por el mismo contexto del que emergen. Margarita Zavala y su papel de primera dama, además de la trágica situación de la Guardería ABC y Rodríguez Calderón, que prometió no dejar la gubernatura que le confiaron y parece que ya se le olvidó.

En este bendito país donde todos tenemos el derecho “de votar y ser votados” como lo marca la Constitución por el simple factor de haber nacido mexicanos, basta con que alguien sepa endulzar el oído, saber decir lo que la gente desea escuchar, prometer aquello que tanto se quiere que se prometa y personificar a quien pueda mostrarse como protector de los débiles. En ningún momento digo que eso sea malo, sostengo que será lamentable si es que todo queda en una imagen mal calcada de antecesores.

Y, por último, me queda claro que todo esto es originado por una responsabilidad compartida y cada uno deberá asumir lo que le corresponde en este “mar de confusiones” que han originado las campañas. Y si usted se pregunta por qué lo nombro así, en realidad la respuesta es muy sencilla.

En primera instancia por los malos manejos de gobiernos pasados. En segundo término porque nuestra naturaleza nos lleva a creer en quien nos “habla bonito”, y en tercera porque los candidatos han optado ahora por hacer campañas “de miedo” tratando de convencer de que tal o cual es el villano de la historia, y eso , dirían los niños, “¡no se vale!”

¡Hasta la próxima!

mail: licajimenezmcc@hotmail.com