/ sábado 6 de octubre de 2018

Modernos gladiadores

En México los atletas más destacados son considerados héroes. Al nivel de estrellas de rock o premios Nobel.

Es mucho mas reconocido un futbolista exitoso que un científico o neurocirujano. Esto es gracias a un aparato de mercadotecnia que les concede relevancia ilimitada y transforma en semidioses a ojos del aficionado o los fanáticos. Los deportistas son los menos culpables de esta situación, lo aclaro.

En ausencia de héroes tal y como se les concibe en la vida real, los deportistas de elite se erigen como los modernos gladiadores que se imponen en un mundo caótico.

Gran número de espléndidos atletas, con las excepciones que confirman la regla, carecen de la mentalidad o manera de ser que distingue a los auténticos héroes, la conciencia social.

Actualmente un futbolista puede ser más conocido o admirado por exhibirse en las denominadas revistas del corazón, que por sus proezas en la cancha. De acuerdo a esto, para qué pedirle a los jugadores que se rifen el físico en un torneo o al jugar con su selección nacional si no se les ha enseñado a hacerlo. Porqué pedir amor por la camiseta si desde un inicio se sirve al mejor postor y se actúa como profesionales, aunque en muchas ocasiones esto no sea real. Por poner un caso, los seleccionados nacionales, ninguno de estos muchachos, y reitero, ellos son los menos responsables de lo que pasa, han sido imbuidos no digamos del amor en términos deportivos, a México, simple y sencillamente porque no lo han tenido a la camiseta que vistieron desde que se iniciaron en el futbol. De allí parte todo. Y no saben cómo lo supieron el “Puyín” Guzmán, Sánchez Galindo, Joaquín del Olmo, Aspe y otros, que es el amor a un equipo de futbol y lo que hay que hacer para dar el pecho por un triunfo para su equipo el combinado que representa a México.

El futbol profesional, como cualquier actividad que demanda niveles de excelencia, requiere de muchas horas de entrenamiento, concentración total y sacrificio; pero hay atletas que han visitado decenas de países y solo conocen el camino que conduce del aeropuerto al hotel, y de allí a la cancha de entrenamiento y juego. En este contexto es fácil permanecer inmaduro.

El sistema de privilegios de que disponen los modernos héroes deportivos es ilimitado. Esta presión en jóvenes inexpertos y mal asesorados puede envolverlos en el síndrome de la “autoestima condicionada”, que es cuando el atleta aprende que solo será aceptado por los aficionados, fanáticos y la gente que lo rodea en la medida que lo perciban como ganador.

A consecuencia de la estima condicionada, los atletas se autoconvencen de que pertenecen a una clase privilegiada, que se está por encima de las reglas y lo ordinario. ¿No es una mezcla letal para un atleta o cualquier persona?

En un entorno de pocas responsabilidades y muchos privilegios, el compromiso no solo recae en el deportista sino en un sistema que, incluido el público y panegiristas que ensalzan a quienes no tienen los méritos para ello, hacen creer que se encuentran a la altura de cualquier crack mundial. Esto es el sistema que endiosa e idealiza a los deportistas más destacados.

NOTA DEL DÍA. AMLO, como líder y político sabe que el dilema estriba en la ética de cada quien. Por lo tanto, su gobierno depende de la calidad moral de sus cercanos colaboradores. Y si él les otorgó la responsabilidad de servir al país, el deber es mantener una estrecha vigilancia de cómo se invierte el dinero público y la conducta pública de sus colaboradores. Esto, para bien de la república, para tranquilidad de la nación.


En México los atletas más destacados son considerados héroes. Al nivel de estrellas de rock o premios Nobel.

Es mucho mas reconocido un futbolista exitoso que un científico o neurocirujano. Esto es gracias a un aparato de mercadotecnia que les concede relevancia ilimitada y transforma en semidioses a ojos del aficionado o los fanáticos. Los deportistas son los menos culpables de esta situación, lo aclaro.

En ausencia de héroes tal y como se les concibe en la vida real, los deportistas de elite se erigen como los modernos gladiadores que se imponen en un mundo caótico.

Gran número de espléndidos atletas, con las excepciones que confirman la regla, carecen de la mentalidad o manera de ser que distingue a los auténticos héroes, la conciencia social.

Actualmente un futbolista puede ser más conocido o admirado por exhibirse en las denominadas revistas del corazón, que por sus proezas en la cancha. De acuerdo a esto, para qué pedirle a los jugadores que se rifen el físico en un torneo o al jugar con su selección nacional si no se les ha enseñado a hacerlo. Porqué pedir amor por la camiseta si desde un inicio se sirve al mejor postor y se actúa como profesionales, aunque en muchas ocasiones esto no sea real. Por poner un caso, los seleccionados nacionales, ninguno de estos muchachos, y reitero, ellos son los menos responsables de lo que pasa, han sido imbuidos no digamos del amor en términos deportivos, a México, simple y sencillamente porque no lo han tenido a la camiseta que vistieron desde que se iniciaron en el futbol. De allí parte todo. Y no saben cómo lo supieron el “Puyín” Guzmán, Sánchez Galindo, Joaquín del Olmo, Aspe y otros, que es el amor a un equipo de futbol y lo que hay que hacer para dar el pecho por un triunfo para su equipo el combinado que representa a México.

El futbol profesional, como cualquier actividad que demanda niveles de excelencia, requiere de muchas horas de entrenamiento, concentración total y sacrificio; pero hay atletas que han visitado decenas de países y solo conocen el camino que conduce del aeropuerto al hotel, y de allí a la cancha de entrenamiento y juego. En este contexto es fácil permanecer inmaduro.

El sistema de privilegios de que disponen los modernos héroes deportivos es ilimitado. Esta presión en jóvenes inexpertos y mal asesorados puede envolverlos en el síndrome de la “autoestima condicionada”, que es cuando el atleta aprende que solo será aceptado por los aficionados, fanáticos y la gente que lo rodea en la medida que lo perciban como ganador.

A consecuencia de la estima condicionada, los atletas se autoconvencen de que pertenecen a una clase privilegiada, que se está por encima de las reglas y lo ordinario. ¿No es una mezcla letal para un atleta o cualquier persona?

En un entorno de pocas responsabilidades y muchos privilegios, el compromiso no solo recae en el deportista sino en un sistema que, incluido el público y panegiristas que ensalzan a quienes no tienen los méritos para ello, hacen creer que se encuentran a la altura de cualquier crack mundial. Esto es el sistema que endiosa e idealiza a los deportistas más destacados.

NOTA DEL DÍA. AMLO, como líder y político sabe que el dilema estriba en la ética de cada quien. Por lo tanto, su gobierno depende de la calidad moral de sus cercanos colaboradores. Y si él les otorgó la responsabilidad de servir al país, el deber es mantener una estrecha vigilancia de cómo se invierte el dinero público y la conducta pública de sus colaboradores. Esto, para bien de la república, para tranquilidad de la nación.