/ sábado 7 de diciembre de 2019

Moneda digital

Primero fueron los metales como el oro y la plata, luego, la emisión del papel moneda como un hecho novedoso, al igual que mucho tiempo después lo serían las tarjetas de crédito.

Hoy, la moneda digital llegó para quedarse, como todo indica, con la generalización del sistema de pagos a través de QR.

En el breve imperio de Agustín de Iturbide aparecen los primeros billetes en México con denominaciones de uno, dos y diez pesos; pero el pueblo, habituado al peculiar sonido del oro y la plata, a los billetes en mención les puso el nombre de “promesas imperiales”, dicho con tono de ironía.

Al iniciarse la república, con Iturbide, para solventar los apuros económicos se emitieron billetes con letras apostólicas, bulas pontificias, pensando que el pueblo los aceptaría de buen grado, mas no fue así, reiteramos, y los nuevos billetes imperiales dejaron de circular en 1823.

Restaurada la república, después del reinado anecdótico de Maximiliano de Austria y de la emperatriz Carlota, se determinó declarar oficialmente el uso del sistema decimal que don Benito Juarez introdujo en 1863, apareciendo las monedas con este nuevo sistema que durante el llamado imperio de Maximiliano de Austria se generalizó, según observadores, reacuñándose las monedas de un centavo, de cinco, de diez, de veinticinco, y de cincuenta centavos, y un peso de plata, y también de un peso, de dos y medio, de cinco, de diez y de veinte pesos en oro.

Finalmente, el sistema métrico decimal resultó más práctico que el antiguo, en el que ocho reales equivalían a un peso, cuatro reales a cincuenta centavos, y en 1879 en casi todos los estados de la república había bancos que emitían billetes de diversas denominaciones (y también monedas dentro del sistema decimal).

Es de imaginarse la gran complejidad que supuso la tarea de conciliar las actividades según la gran diversidad de intereses bancarios en conflicto. Por ejemplo, en el periodo de la Revolución Mexicana diversas facciones políticas en pugna ordenaron la emisión abundante y variada de billetes y cartones. Había vales, pagarés y planillas de muchas formas, tamaños y colores, en donde sobresalen piezas de diferentes aleaciones metálicas y variadas denominaciones. Incluso, resulta curioso que algunas corcholatas tenían valor monetario en esa época.

De hecho, la iniciativa de fundar el Banco de México en 1925, órgano regulador y único banco autorizado por la ley para emitir papel moneda en la república mexicana, llegó en respuesta a los tiempos en que los sucesos históricos en nuestro territorio motivaban las dramáticas y frecuentes emisiones de billetes y monedas, dando paso a las consabidas consecuencias.

Ahora, vivimos en una sociedad que tiende aceleradamente hacia la digitalización, donde nada es real ni existe propiamente dicho si no se expresa en el lenguaje digital, por lo que resulta hasta cierto grado natural que el denominado dinero electrónico haya llegado para quedarse, como todo indica.

Un menor uso de moneda en efectivo y mayor utilización del celular en los pagos busca, entre otras cosas, impulsar la inclusión financiera de los mexicanos para que esta clase de servicios lleguen a las comunidades más alejadas del país y los incorpore al desarrollo.

Primero fueron los metales como el oro y la plata, luego, la emisión del papel moneda como un hecho novedoso, al igual que mucho tiempo después lo serían las tarjetas de crédito.

Hoy, la moneda digital llegó para quedarse, como todo indica, con la generalización del sistema de pagos a través de QR.

En el breve imperio de Agustín de Iturbide aparecen los primeros billetes en México con denominaciones de uno, dos y diez pesos; pero el pueblo, habituado al peculiar sonido del oro y la plata, a los billetes en mención les puso el nombre de “promesas imperiales”, dicho con tono de ironía.

Al iniciarse la república, con Iturbide, para solventar los apuros económicos se emitieron billetes con letras apostólicas, bulas pontificias, pensando que el pueblo los aceptaría de buen grado, mas no fue así, reiteramos, y los nuevos billetes imperiales dejaron de circular en 1823.

Restaurada la república, después del reinado anecdótico de Maximiliano de Austria y de la emperatriz Carlota, se determinó declarar oficialmente el uso del sistema decimal que don Benito Juarez introdujo en 1863, apareciendo las monedas con este nuevo sistema que durante el llamado imperio de Maximiliano de Austria se generalizó, según observadores, reacuñándose las monedas de un centavo, de cinco, de diez, de veinticinco, y de cincuenta centavos, y un peso de plata, y también de un peso, de dos y medio, de cinco, de diez y de veinte pesos en oro.

Finalmente, el sistema métrico decimal resultó más práctico que el antiguo, en el que ocho reales equivalían a un peso, cuatro reales a cincuenta centavos, y en 1879 en casi todos los estados de la república había bancos que emitían billetes de diversas denominaciones (y también monedas dentro del sistema decimal).

Es de imaginarse la gran complejidad que supuso la tarea de conciliar las actividades según la gran diversidad de intereses bancarios en conflicto. Por ejemplo, en el periodo de la Revolución Mexicana diversas facciones políticas en pugna ordenaron la emisión abundante y variada de billetes y cartones. Había vales, pagarés y planillas de muchas formas, tamaños y colores, en donde sobresalen piezas de diferentes aleaciones metálicas y variadas denominaciones. Incluso, resulta curioso que algunas corcholatas tenían valor monetario en esa época.

De hecho, la iniciativa de fundar el Banco de México en 1925, órgano regulador y único banco autorizado por la ley para emitir papel moneda en la república mexicana, llegó en respuesta a los tiempos en que los sucesos históricos en nuestro territorio motivaban las dramáticas y frecuentes emisiones de billetes y monedas, dando paso a las consabidas consecuencias.

Ahora, vivimos en una sociedad que tiende aceleradamente hacia la digitalización, donde nada es real ni existe propiamente dicho si no se expresa en el lenguaje digital, por lo que resulta hasta cierto grado natural que el denominado dinero electrónico haya llegado para quedarse, como todo indica.

Un menor uso de moneda en efectivo y mayor utilización del celular en los pagos busca, entre otras cosas, impulsar la inclusión financiera de los mexicanos para que esta clase de servicios lleguen a las comunidades más alejadas del país y los incorpore al desarrollo.