/ martes 21 de mayo de 2019

Motivos del racismo

La preocupación básica de la raza humana es la defensa de su persona y de sus bienes.

Esto se nutre de un medio ambiente amenazador en el que prevalece el impulso vital de sobrevivencia. Pero la lucha de que le comentamos no puede catalogarse de racismo, excepto al instante en que aparecen condiciones de seudolegitimación que tienen el propósito de valorizar al agresor y demeritar a la víctima.

Detrás de cada acto de racismo se halla la explotación de seres humanos. Afortunadamente, los grupos raciales que aparecen en el medallero de las competencias atléticas a nivel mundial derrumban cantidad de mitos. La trayectoria de Michael Phelps, catalogado como el mejor nadador de la historia y el atleta jamaiquino Usain Bolt, ganador de los 100 y 200 metros planos en Juegos Olímpicos, nos indica que la existencia de razas puras es un mito, al igual que la pretendida superioridad biológica traducida a la vida cultural y capacidad sicológica. Se equivocan quienes juzgan el color de la piel como pretexto para deslegitimar a grupos sociales con propósitos utilitarios. Los motivos discriminación del racismo no aguantan un análisis serio. Pese a ello, abundan los argumentos inverosímiles y creencias que rebasan la lógica. Se trata, en el mejor de los casos, de un revoltijo de percepciones confusas que bordean lo irracional.

El hombre contemporáneo es resultado de siglos de mestizaje. La ambición mesiánica de pureza de una raza es algo ridículo. Las “diferencias” y similitudes entre los grupos raciales son numerosos y ningún científico puede distinguir, de entre todos, a una comunidad con un determinado y único tipo biológico. Y si existiera una superioridad de este tipo, no hay datos que concluyan que esto forzosamente se traduce en una supremacía cultural o intelectual. Y es menos probable aunque esta “superioridad natural” se refleje automáticamente en ventajas económicas o sociales.

Detrás de la gran mayoría de expresiones de racismo se encuentra --permítame reiterarlo--, el torcido propósito de explotar a seres humanos. Es cosa de pensarle un poco.

La preocupación básica de la raza humana es la defensa de su persona y de sus bienes.

Esto se nutre de un medio ambiente amenazador en el que prevalece el impulso vital de sobrevivencia. Pero la lucha de que le comentamos no puede catalogarse de racismo, excepto al instante en que aparecen condiciones de seudolegitimación que tienen el propósito de valorizar al agresor y demeritar a la víctima.

Detrás de cada acto de racismo se halla la explotación de seres humanos. Afortunadamente, los grupos raciales que aparecen en el medallero de las competencias atléticas a nivel mundial derrumban cantidad de mitos. La trayectoria de Michael Phelps, catalogado como el mejor nadador de la historia y el atleta jamaiquino Usain Bolt, ganador de los 100 y 200 metros planos en Juegos Olímpicos, nos indica que la existencia de razas puras es un mito, al igual que la pretendida superioridad biológica traducida a la vida cultural y capacidad sicológica. Se equivocan quienes juzgan el color de la piel como pretexto para deslegitimar a grupos sociales con propósitos utilitarios. Los motivos discriminación del racismo no aguantan un análisis serio. Pese a ello, abundan los argumentos inverosímiles y creencias que rebasan la lógica. Se trata, en el mejor de los casos, de un revoltijo de percepciones confusas que bordean lo irracional.

El hombre contemporáneo es resultado de siglos de mestizaje. La ambición mesiánica de pureza de una raza es algo ridículo. Las “diferencias” y similitudes entre los grupos raciales son numerosos y ningún científico puede distinguir, de entre todos, a una comunidad con un determinado y único tipo biológico. Y si existiera una superioridad de este tipo, no hay datos que concluyan que esto forzosamente se traduce en una supremacía cultural o intelectual. Y es menos probable aunque esta “superioridad natural” se refleje automáticamente en ventajas económicas o sociales.

Detrás de la gran mayoría de expresiones de racismo se encuentra --permítame reiterarlo--, el torcido propósito de explotar a seres humanos. Es cosa de pensarle un poco.