/ lunes 9 de abril de 2018

Muestra favorable

¿Cómo le va, querido amigo lector? Le deseo un excelente inicio de semana y, si acaso fuera usted profesor, permítame hacerle llegar un abrazo caluroso lleno de respeto y admiración, pues hoy reanuda su actividad consistente en “darle de golpes a la ignorancia” con la cátedra que prepara día con día. Esta última frase se la debo a mi querido compañero de aventuras profesionales Alejandro de Jesús Chávez Acevedo quien, en cada día, hace gala de juventud acumulada que ya quisiéramos tener otros.

Antes de entrar al tema de este día es mi obligación rendirle una merecida disculpa, pues haré una comparación que podrá ser ofensiva para un sector de lectores e incluso hasta fuera de lugar, empero, no persigue otra razón que tratar de ofrecernos una reflexión de la conducta de nuestra sociedad.

Hace algunos días, las redes sociales se incendiaron con una discusión que no sé a ciencia verdadera cómo y dónde emergió. Lo cierto es que primero tomó tintes chuscos y bajo el refrán aquel que dice que “entre broma y broma, la verdad asoma”, posteriormente cobró tonalidades más serias y agresivas entre los participantes que buscaban demostrar superioridad con sus argumentos.

La cuestión, según me acaban de explicar, derivó porque un gentil personaje regio preguntó, según creo, con inocencia, si la playa de Miramar pertenecía a Tampico o a Altamira, hecho que, por obviedad, causó malestar entre los hermanos maderenses quienes, de inmediato, reclamaron la territorialidad y posesión del máximo paseo turístico de nuestra zona.

Lo anterior dio inicio a una batalla sumamente interesante en la que casi todos lo tomaron a broma y hubo algunos de la urbe industrial, la huasteca potosina, Nuevo León y más, quienes pensaron que el asunto era serio. Horas más tarde y, como suele suceder en estos casos, el pleito terminó y cada uno de los protagonistas continúa su vida en su respectivo municipio.

Lo anterior me hizo reflexionar en el amor que se manifiesta como esencia del sentido de pertenencia en nuestra conurbación y cómo los tampiqueños, maderenses y altamirenses buscan respetar y hacer respetar a la que orgullosamente llaman “su ciudad”.

Sin embargo, cuando la amenaza, ofensa o agravio es común, la unión se subleva y nos abrazamos como hermanos ante la mano ajena que se levanta para el arrebato o el conflicto, tal y como ocurrió, también de manera reciente, con la orden del mandatario estadounidense que dictaba que las fuerzas militares cubrieran la zona fronteriza que se tiene con nuestra nación.

Acto que ante los ojos de todos es un claro atentado contra nuestra soberanía, pues más allá de que el despliegue de efectivos ocurre del otro lado del río, éste insulta la diplomacia, las instituciones y al estado mexicano

Por primera vez en seis años, pude observar a una nación unida en torno a la figura presidencial, quien ese mismo día, se pronunció de manera seria, firme, respetuosa pero no endeble, a este respecto, en un mensaje incluyente y, sobre todo, representativo que, en lo personal, esperaba escuchar desde que resultara electo el señor Donald Trump, y que dejara en claro cuál era el sentir de los mexicanos ante sus políticas de gobierno y, en este caso en particular, por un acto tan bochornoso y gravoso como el que se está viviendo.

Por favor, le invito a que olvide por un momento el nombre, partido o juicio del ser humano en quien recae la figura del poder ejecutivo. Hablo exclusivamente de la investidura del ciudadano Presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos, que en sus palabras, dejó en claro la personalidad que nos caracteriza ante el mundo: una sociedad pacífica pero que no está dispuesta a aceptar abusos.

Creo que fue un acto de madurez el hecho de que, sin importar el escaparate que los albergara, se le diera crédito y nombre a cada uno de los contendientes del actual ejercicio electoral. Así como se nombró a José Meade, se le dio espacio a Margarita Zavala, se pronunció el nombre de Ricardo Anaya y se recordó la postura de Andrés Manuel López Obrador.

Todos los citados, a su modo, le correspondieron al mandatario, por la sencilla razón de que se trataba de algo más grande que la rivalidad política, los intereses partidistas, los celos, envidias o cualquier otra situación similar, aquí se buscaba hacer sentir la unidad que todos los mexicanos tenemos cuando se intenta lastimar a la nación, la honra social y la dignidad que nos identifica.

Igual que con nuestros coterráneos, la rivalidad existirá siempre en otras latitudes mexicanas. Dolores y San Miguel se continuarán peleando el mote de “cuna de la independencia”, Jalisco y Chipilo discutirán quién tiene a las mujeres más bellas gracias a la genética europea, Acapulco y Puerto Vallarta estarán comparando sus cifras turísticas cada año para saber quién le aportó mayores ingresos al país y existen miles de ejemplos más.

Sin embargo, ante una situación de carácter internacional que nos afrente, todos nosotros, en conjunto somos un verdadero “titán azteca”.

“titán azteca”. Hoy solo le pido al ciudadano Presidente que esta postura tan digna, no quede solo en palabras y mantenga, con hechos, la cordura, el respeto y la determinación que merecemos como pueblo ante el mundo, porque eso y más merecemos. ¡Hasta la próxima!

¿Cómo le va, querido amigo lector? Le deseo un excelente inicio de semana y, si acaso fuera usted profesor, permítame hacerle llegar un abrazo caluroso lleno de respeto y admiración, pues hoy reanuda su actividad consistente en “darle de golpes a la ignorancia” con la cátedra que prepara día con día. Esta última frase se la debo a mi querido compañero de aventuras profesionales Alejandro de Jesús Chávez Acevedo quien, en cada día, hace gala de juventud acumulada que ya quisiéramos tener otros.

Antes de entrar al tema de este día es mi obligación rendirle una merecida disculpa, pues haré una comparación que podrá ser ofensiva para un sector de lectores e incluso hasta fuera de lugar, empero, no persigue otra razón que tratar de ofrecernos una reflexión de la conducta de nuestra sociedad.

Hace algunos días, las redes sociales se incendiaron con una discusión que no sé a ciencia verdadera cómo y dónde emergió. Lo cierto es que primero tomó tintes chuscos y bajo el refrán aquel que dice que “entre broma y broma, la verdad asoma”, posteriormente cobró tonalidades más serias y agresivas entre los participantes que buscaban demostrar superioridad con sus argumentos.

La cuestión, según me acaban de explicar, derivó porque un gentil personaje regio preguntó, según creo, con inocencia, si la playa de Miramar pertenecía a Tampico o a Altamira, hecho que, por obviedad, causó malestar entre los hermanos maderenses quienes, de inmediato, reclamaron la territorialidad y posesión del máximo paseo turístico de nuestra zona.

Lo anterior dio inicio a una batalla sumamente interesante en la que casi todos lo tomaron a broma y hubo algunos de la urbe industrial, la huasteca potosina, Nuevo León y más, quienes pensaron que el asunto era serio. Horas más tarde y, como suele suceder en estos casos, el pleito terminó y cada uno de los protagonistas continúa su vida en su respectivo municipio.

Lo anterior me hizo reflexionar en el amor que se manifiesta como esencia del sentido de pertenencia en nuestra conurbación y cómo los tampiqueños, maderenses y altamirenses buscan respetar y hacer respetar a la que orgullosamente llaman “su ciudad”.

Sin embargo, cuando la amenaza, ofensa o agravio es común, la unión se subleva y nos abrazamos como hermanos ante la mano ajena que se levanta para el arrebato o el conflicto, tal y como ocurrió, también de manera reciente, con la orden del mandatario estadounidense que dictaba que las fuerzas militares cubrieran la zona fronteriza que se tiene con nuestra nación.

Acto que ante los ojos de todos es un claro atentado contra nuestra soberanía, pues más allá de que el despliegue de efectivos ocurre del otro lado del río, éste insulta la diplomacia, las instituciones y al estado mexicano

Por primera vez en seis años, pude observar a una nación unida en torno a la figura presidencial, quien ese mismo día, se pronunció de manera seria, firme, respetuosa pero no endeble, a este respecto, en un mensaje incluyente y, sobre todo, representativo que, en lo personal, esperaba escuchar desde que resultara electo el señor Donald Trump, y que dejara en claro cuál era el sentir de los mexicanos ante sus políticas de gobierno y, en este caso en particular, por un acto tan bochornoso y gravoso como el que se está viviendo.

Por favor, le invito a que olvide por un momento el nombre, partido o juicio del ser humano en quien recae la figura del poder ejecutivo. Hablo exclusivamente de la investidura del ciudadano Presidente de la República de los Estados Unidos Mexicanos, que en sus palabras, dejó en claro la personalidad que nos caracteriza ante el mundo: una sociedad pacífica pero que no está dispuesta a aceptar abusos.

Creo que fue un acto de madurez el hecho de que, sin importar el escaparate que los albergara, se le diera crédito y nombre a cada uno de los contendientes del actual ejercicio electoral. Así como se nombró a José Meade, se le dio espacio a Margarita Zavala, se pronunció el nombre de Ricardo Anaya y se recordó la postura de Andrés Manuel López Obrador.

Todos los citados, a su modo, le correspondieron al mandatario, por la sencilla razón de que se trataba de algo más grande que la rivalidad política, los intereses partidistas, los celos, envidias o cualquier otra situación similar, aquí se buscaba hacer sentir la unidad que todos los mexicanos tenemos cuando se intenta lastimar a la nación, la honra social y la dignidad que nos identifica.

Igual que con nuestros coterráneos, la rivalidad existirá siempre en otras latitudes mexicanas. Dolores y San Miguel se continuarán peleando el mote de “cuna de la independencia”, Jalisco y Chipilo discutirán quién tiene a las mujeres más bellas gracias a la genética europea, Acapulco y Puerto Vallarta estarán comparando sus cifras turísticas cada año para saber quién le aportó mayores ingresos al país y existen miles de ejemplos más.

Sin embargo, ante una situación de carácter internacional que nos afrente, todos nosotros, en conjunto somos un verdadero “titán azteca”.

“titán azteca”. Hoy solo le pido al ciudadano Presidente que esta postura tan digna, no quede solo en palabras y mantenga, con hechos, la cordura, el respeto y la determinación que merecemos como pueblo ante el mundo, porque eso y más merecemos. ¡Hasta la próxima!