/ viernes 23 de agosto de 2019

Con café y a media luz | Muñecas y muñecos

No es la primera ocasión que tocamos el tema. Hoy, las cifras son tan terribles como las de aquella vez. No se trata de cantidades medidas en casos individuales que dan como resultado un indicador para el gobierno en turno, sino de lo que representa para las familias, para la sociedad – y no hablo de lo moral – y para la criatura en cuestión, así como para el producto que está por nacer.

En los últimos días las autoridades de Salud dieron a conocer el total de casos de menores embarazadas en nuestra región en lo que va del año, son treinta y ocho jovencitas que están gestando a un nuevo ser. Esto las llevará a trastocar un plan de vida que, en la mayoría de las ocasiones, ya es de por sí complejo por las circunstancias económicas y sociales que prevalecen en un país como el nuestro, en el que el costo de la vida es cada vez más alto.

Y es que no se trata solamente de la llegada inesperada de un nuevo miembro a una familia que, casi siempre, pertenece a una clase social de capacidad económica discreta. Sino que además se unen otros factores que vuelven más compleja la situación. Desde el reacomodo físico de los miembros y la redistribución de los espacios, hasta acostumbrarse a una porción menor en el alimento.

Este cambio afecta directamente a la menor que siendo antes hija ahora deberá asumir el papel de madre y de tener obligaciones elementales en la vida del adolescente, de la noche a la mañana cargará con la responsabilidad de cuidar, educar y garantizar las oportunidades de otro niño.

Y la familia, en su totalidad, también sufre un ajuste de manera indirecta en su tren de vida. El jefe de familia si veía cerca la posibilidad de jubilarse y recibir una pensión durante su retiro, ahora deberá replantear esa opción, pues el “número de bocas” aumentó y no puede arriesgarse a disminuir el ingreso económico mensual de su hogar.

La señora de la casa – ahora en su papel de abuela - empezará nuevamente y de manera parcial, el proceso de crianza de un bebé, cuando la edad, la salud y la fuerza física ya no son las mismas que cuando tuvo veinte años.

Todo lo anterior, en caso de que la chiquilla no se vaya del hogar paterno.

Por el contrario, si los menores que cometieron el error, deciden formar una vida en pareja a pesar de su corta edad, las cosas no serán del todo bienaventuradas. Ambos deberán forzosamente insertarse en la dinámica productiva que la vida laboral exige, con todas sus obligaciones y responsabilidades, con el único fin de satisfacer las necesidades que un recién nacido tiene.

En la gran mayoría de las historias, el desenlace es similar: La separación de la pareja por la inmadurez psicológica que hay en ambos y el posterior sufrimiento de un hijo no deseado que tuvo su origen en una familia disfuncional, con lo que desarrolla severos problemas de conducta.

Por otra parte, la casi cuarentena de casos, son un severo problema económico, de salud y social, pues un buen porcentaje buscará ampararse en los programas de asistencia y sanitarios de los diferentes niveles de gobierno, con este fenómeno, ocurrirá lo que cada año: Se redirigirán los recursos que previamente estaban etiquetados para otras obras, en bien del número creciente de menores no deseados.

Seguramente usted me dirá que son programas a los que se tiene derecho por el simple factor de ser mexicano. En eso estoy de acuerdo con usted, gentil amigo lector, sin embargo, no todos los que reciben el beneficio deberían estar en esa lista. El caso concreto de un puñado de niñas de once años que están en estado de gravidez.

¿Qué hace una niña de once años con la responsabilidad de un bebé?

No obstante que su infancia está siendo arrebatada, tampoco está en condiciones económicas y psicológicas de atender a un bebé como es debido según la propia naturaleza humana y las ordenanzas sociales.

Además, en esos casos en particular, existe una historia previa y no me refiero al hecho evidente que bien pudo ser consecuencia de un delito o de un terrible acto de inconsciencia, sino a los factores que desembocaron en él.

¿Qué vio la niña y el niño en su casa?, ¿Cuál fue la atención que le brindaron los padres de familia?, ¿Qué observó en los medios de comunicación?, ¿Qué tanto acceso tuvo al internet?, ¿Dónde estuvieron los maestros que deben trabajar en conjunto con los progenitores?, en resumen, ¿Qué pasó?

Sin duda alguna, es momento de hacer un alto en el camino en este tema y preguntarnos qué nos ocurre como sociedad. La edad en la que aparecen los embarazos no deseados cada vez es más temprana. Ello es síntoma de grave problema que nace en el seno familiar y todo pareciera indicar que, en lugar de estarse erradicando, por el contrario, aumenta.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

No es la primera ocasión que tocamos el tema. Hoy, las cifras son tan terribles como las de aquella vez. No se trata de cantidades medidas en casos individuales que dan como resultado un indicador para el gobierno en turno, sino de lo que representa para las familias, para la sociedad – y no hablo de lo moral – y para la criatura en cuestión, así como para el producto que está por nacer.

En los últimos días las autoridades de Salud dieron a conocer el total de casos de menores embarazadas en nuestra región en lo que va del año, son treinta y ocho jovencitas que están gestando a un nuevo ser. Esto las llevará a trastocar un plan de vida que, en la mayoría de las ocasiones, ya es de por sí complejo por las circunstancias económicas y sociales que prevalecen en un país como el nuestro, en el que el costo de la vida es cada vez más alto.

Y es que no se trata solamente de la llegada inesperada de un nuevo miembro a una familia que, casi siempre, pertenece a una clase social de capacidad económica discreta. Sino que además se unen otros factores que vuelven más compleja la situación. Desde el reacomodo físico de los miembros y la redistribución de los espacios, hasta acostumbrarse a una porción menor en el alimento.

Este cambio afecta directamente a la menor que siendo antes hija ahora deberá asumir el papel de madre y de tener obligaciones elementales en la vida del adolescente, de la noche a la mañana cargará con la responsabilidad de cuidar, educar y garantizar las oportunidades de otro niño.

Y la familia, en su totalidad, también sufre un ajuste de manera indirecta en su tren de vida. El jefe de familia si veía cerca la posibilidad de jubilarse y recibir una pensión durante su retiro, ahora deberá replantear esa opción, pues el “número de bocas” aumentó y no puede arriesgarse a disminuir el ingreso económico mensual de su hogar.

La señora de la casa – ahora en su papel de abuela - empezará nuevamente y de manera parcial, el proceso de crianza de un bebé, cuando la edad, la salud y la fuerza física ya no son las mismas que cuando tuvo veinte años.

Todo lo anterior, en caso de que la chiquilla no se vaya del hogar paterno.

Por el contrario, si los menores que cometieron el error, deciden formar una vida en pareja a pesar de su corta edad, las cosas no serán del todo bienaventuradas. Ambos deberán forzosamente insertarse en la dinámica productiva que la vida laboral exige, con todas sus obligaciones y responsabilidades, con el único fin de satisfacer las necesidades que un recién nacido tiene.

En la gran mayoría de las historias, el desenlace es similar: La separación de la pareja por la inmadurez psicológica que hay en ambos y el posterior sufrimiento de un hijo no deseado que tuvo su origen en una familia disfuncional, con lo que desarrolla severos problemas de conducta.

Por otra parte, la casi cuarentena de casos, son un severo problema económico, de salud y social, pues un buen porcentaje buscará ampararse en los programas de asistencia y sanitarios de los diferentes niveles de gobierno, con este fenómeno, ocurrirá lo que cada año: Se redirigirán los recursos que previamente estaban etiquetados para otras obras, en bien del número creciente de menores no deseados.

Seguramente usted me dirá que son programas a los que se tiene derecho por el simple factor de ser mexicano. En eso estoy de acuerdo con usted, gentil amigo lector, sin embargo, no todos los que reciben el beneficio deberían estar en esa lista. El caso concreto de un puñado de niñas de once años que están en estado de gravidez.

¿Qué hace una niña de once años con la responsabilidad de un bebé?

No obstante que su infancia está siendo arrebatada, tampoco está en condiciones económicas y psicológicas de atender a un bebé como es debido según la propia naturaleza humana y las ordenanzas sociales.

Además, en esos casos en particular, existe una historia previa y no me refiero al hecho evidente que bien pudo ser consecuencia de un delito o de un terrible acto de inconsciencia, sino a los factores que desembocaron en él.

¿Qué vio la niña y el niño en su casa?, ¿Cuál fue la atención que le brindaron los padres de familia?, ¿Qué observó en los medios de comunicación?, ¿Qué tanto acceso tuvo al internet?, ¿Dónde estuvieron los maestros que deben trabajar en conjunto con los progenitores?, en resumen, ¿Qué pasó?

Sin duda alguna, es momento de hacer un alto en el camino en este tema y preguntarnos qué nos ocurre como sociedad. La edad en la que aparecen los embarazos no deseados cada vez es más temprana. Ello es síntoma de grave problema que nace en el seno familiar y todo pareciera indicar que, en lugar de estarse erradicando, por el contrario, aumenta.

¡Hasta la próxima!

Escríbame a:

licajimenezmcc@hotmail.com

Y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!