/ lunes 25 de noviembre de 2019

Ni bien ni mal, mejor bienestar

Aunque existen algunas teorías que sostienen que el ser humano nace sabiéndolo todo y con el tiempo va recordando poco a poco el conocimiento, la comprobación de su dicho resulta complicada

Aunque existen algunas teorías que sostienen que el ser humano nace sabiéndolo todo y con el tiempo va recordando poco a poco el conocimiento, la comprobación de su dicho resulta complicada.

El bebé no sabe nada.

No conoce un solo dato.

Sabemos que también existe la postura teórica sobre el lenguaje y la comunicación que sostiene que el humano, si se le mantuviera en aislamiento desde su nacimiento, tarde o temprano buscaría la forma de comunicarse y seguramente crearía algún código. Probablemente así sería, pero muy posiblemente tardaría mucho o jamás daría con el que en este momento utilizamos, resultado de años de gestación y trabajo de dos o más autores.

Aprendemos desde la primera letra lo que significa la vida.

Nuestra mente va gestionando y construyendo la realidad a partir de los significados que recibimos por herencia. De esa forma generamos la información que nos regirá toda la existencia y entrenamos a nuestro procesador a traducir los hechos y convertirlos en sensaciones.

¿Te has dado cuenta de que físicamente todas las emociones generan casi los mismos efectos?

¿Qué sientes cuando algo te da miedo?

-El corazón late aceleradamente.

-Se siente un hueco en el estómago.

-Sensación de nerviosismo.

-Una opresión en el pecho.

-Temblores.

Ahora bien. ¿Qué sientes cuando está próximo a llegar el ser amado a quién esperas con ansia?

¡Exactamente los mismos síntomas!

Los cuales podemos ver que se repiten cuando por ejemplo, tenemos un examen próximo muy difícil, el nacimiento de un hijo o el cierre de un gran negocio.

Esto puede llevarnos a la conclusión, de que las emociones son el resultado de la traducción que yo hago de los hechos basado en el “catálogo de conceptos” de mi “programación original”. Es decir, la realidad que vivo es el resultado de la interpretación que de la misma en datos individuales, realizaron mis padres, mis hermanos, mis maestros y todos aquellos que de manera voluntaria o no, cargaron información en mi “tarjeta madre”.

Esta información al volverse mi realidad, me obligará de manera sutil a vivir de acuerdo a ciertos lineamientos, buscaré alinear mis circunstancias de forma tal que mis condicionamientos se cumplan, me guste o no, el programa me pondrá en mi lugar, sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.

¿Entonces es correcto, admisible e incluso irremediable que deba yo vivir construyendo mis vivencias a partir de dicha carga conceptual?

Definitivamente no. El día de hoy y después de hacerlo consciente, puedo empezar a decidir, a partir de lo que más me agrade, si deseo o no conservar algunos significados. Desechar lo que no me sirva, transformar lo que me sea posible e integrar nuevas traducciones que me sean más funcionales.

Darme cuenta en el momento de que lo que vivo no sea de mi agrado, que estoy posiblemente cumpliendo con una programación ajena y que la misma está chocando con mi naturaleza, de esta forma y al descubrirlo en los hechos, puedo realizar pequeños cambios, que sin violentar mis condiciones me lleven a un resultado mejor y de largo plazo.

Nada tiene que ser definitivo.

No soy un resultado irreversible.

Soy dueño de mi camino y de mis decisiones.

Hoy decido cómo vivir.

Propongo utilizar para realizar estos cambios, lo que yo he denominado como el triángulo de paz, primero, no hacerme daño a mi mismo, no hacerle daño a otros y no infringir la ley.

Estos sencillos postulados pueden ser suficientes para ayudarme a elegir, lo que quiero en mi vida y lo que no, sin afectarme y sin afectar mi entorno.

¿Qué conducta te gustaría que se fuera para siempre de tu vida?

Escríbeme.

e-mail: hey@gryita.com

Aunque existen algunas teorías que sostienen que el ser humano nace sabiéndolo todo y con el tiempo va recordando poco a poco el conocimiento, la comprobación de su dicho resulta complicada.

El bebé no sabe nada.

No conoce un solo dato.

Sabemos que también existe la postura teórica sobre el lenguaje y la comunicación que sostiene que el humano, si se le mantuviera en aislamiento desde su nacimiento, tarde o temprano buscaría la forma de comunicarse y seguramente crearía algún código. Probablemente así sería, pero muy posiblemente tardaría mucho o jamás daría con el que en este momento utilizamos, resultado de años de gestación y trabajo de dos o más autores.

Aprendemos desde la primera letra lo que significa la vida.

Nuestra mente va gestionando y construyendo la realidad a partir de los significados que recibimos por herencia. De esa forma generamos la información que nos regirá toda la existencia y entrenamos a nuestro procesador a traducir los hechos y convertirlos en sensaciones.

¿Te has dado cuenta de que físicamente todas las emociones generan casi los mismos efectos?

¿Qué sientes cuando algo te da miedo?

-El corazón late aceleradamente.

-Se siente un hueco en el estómago.

-Sensación de nerviosismo.

-Una opresión en el pecho.

-Temblores.

Ahora bien. ¿Qué sientes cuando está próximo a llegar el ser amado a quién esperas con ansia?

¡Exactamente los mismos síntomas!

Los cuales podemos ver que se repiten cuando por ejemplo, tenemos un examen próximo muy difícil, el nacimiento de un hijo o el cierre de un gran negocio.

Esto puede llevarnos a la conclusión, de que las emociones son el resultado de la traducción que yo hago de los hechos basado en el “catálogo de conceptos” de mi “programación original”. Es decir, la realidad que vivo es el resultado de la interpretación que de la misma en datos individuales, realizaron mis padres, mis hermanos, mis maestros y todos aquellos que de manera voluntaria o no, cargaron información en mi “tarjeta madre”.

Esta información al volverse mi realidad, me obligará de manera sutil a vivir de acuerdo a ciertos lineamientos, buscaré alinear mis circunstancias de forma tal que mis condicionamientos se cumplan, me guste o no, el programa me pondrá en mi lugar, sin que yo pueda hacer nada para evitarlo.

¿Entonces es correcto, admisible e incluso irremediable que deba yo vivir construyendo mis vivencias a partir de dicha carga conceptual?

Definitivamente no. El día de hoy y después de hacerlo consciente, puedo empezar a decidir, a partir de lo que más me agrade, si deseo o no conservar algunos significados. Desechar lo que no me sirva, transformar lo que me sea posible e integrar nuevas traducciones que me sean más funcionales.

Darme cuenta en el momento de que lo que vivo no sea de mi agrado, que estoy posiblemente cumpliendo con una programación ajena y que la misma está chocando con mi naturaleza, de esta forma y al descubrirlo en los hechos, puedo realizar pequeños cambios, que sin violentar mis condiciones me lleven a un resultado mejor y de largo plazo.

Nada tiene que ser definitivo.

No soy un resultado irreversible.

Soy dueño de mi camino y de mis decisiones.

Hoy decido cómo vivir.

Propongo utilizar para realizar estos cambios, lo que yo he denominado como el triángulo de paz, primero, no hacerme daño a mi mismo, no hacerle daño a otros y no infringir la ley.

Estos sencillos postulados pueden ser suficientes para ayudarme a elegir, lo que quiero en mi vida y lo que no, sin afectarme y sin afectar mi entorno.

¿Qué conducta te gustaría que se fuera para siempre de tu vida?

Escríbeme.

e-mail: hey@gryita.com

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