/ jueves 15 de julio de 2021

No se cambia el mundo con un smartphone | ¿Cuál es tu relación con tu niño interior?

Cierra los ojos y hagamos un pequeño viaje al pasado. Imagina que estás entrando en tu antigua habitación, esa que tenías cuando eras un niño, ese lugar donde la creatividad volaba y lo imposible sucedía si en verdad querías creerlo. ¿A qué te gustaba jugar?, ¿Cómo eran tus amigos?, ¿Quién o qué es lo que más extrañas de esa etapa de tu vida?

Sentado en la cama está eso que los adultos llamamos “el niño interior”, que no es más un reflejo de nosotros mismos de pequeños. Te acercas a ese niño, indefenso e inocente como cualquiera de esa edad, cruzan la mirada y entonces uno de los dos inicia a hablar. ¿Cómo crees que sería la conversación?, ¿alguno de los dos tendría algún reproche?

La infancia representa la primera escala en nuestro viaje llamado vida, es aquí donde somos los mayores receptores de aquello que sucede en nuestro alrededor, donde el comportamiento de nuestros padres, hermanos o amigos sentaron nuestra percepción (para bien o para mal) del amor, la confianza, la bondad, el respeto o el perdón, marcando así la que será nuestra personalidad para el resto de la travesía.

En la andanza de vivir, muchas veces buscamos reprimir ese niño interior con la intención de no destapar heridas no sanadas que por tiempo hemos cargado. Estas experiencias dolosas emocionalmente que en su momento nos hicieron sentir inseguros, desprotegidos, excluidos o avergonzados y que hoy en día son reflejo de inseguridades, apatía, sentimientos de vacío o baja autoestima. Desgraciadamente, estas conductas nos acompañarán el resto de nuestra aventura hasta que tengamos la valentía de reconocer y entonces sanar.

Esta es la etapa del viaje donde debemos hacer una escala, una pausa para meditar y agradecer a todos aquellos que estuvieron cerca por brindarnos o no, aquello que de niños necesitábamos y que ahora de adultos tenemos la capacidad de conseguir. Sé tu propio guía y por medio de la introspección ayuda a ese niño herido a cumplir aquello que tanto soñaba. Juega una vez más, aprende a escucharlo, fomenta su creatividad, permítele hacerse preguntas que no tienen una respuesta fácil, acéptalo tal como es y dale una nueva oportunidad de crecer en un ambiente de confianza, inclusión y amor propio.

De vuelta a la habitación acércate a ese niño, abrázalo, pide perdón por haberlo tenido atado por tanto tiempo y dale la tranquilidad de saber que de ahora en adelante estarás tú para protegerlo.

¡Escríbeme!

guillermoruizrmz@hotmail.com

Facebook.com/GuillermoRuizR

Cierra los ojos y hagamos un pequeño viaje al pasado. Imagina que estás entrando en tu antigua habitación, esa que tenías cuando eras un niño, ese lugar donde la creatividad volaba y lo imposible sucedía si en verdad querías creerlo. ¿A qué te gustaba jugar?, ¿Cómo eran tus amigos?, ¿Quién o qué es lo que más extrañas de esa etapa de tu vida?

Sentado en la cama está eso que los adultos llamamos “el niño interior”, que no es más un reflejo de nosotros mismos de pequeños. Te acercas a ese niño, indefenso e inocente como cualquiera de esa edad, cruzan la mirada y entonces uno de los dos inicia a hablar. ¿Cómo crees que sería la conversación?, ¿alguno de los dos tendría algún reproche?

La infancia representa la primera escala en nuestro viaje llamado vida, es aquí donde somos los mayores receptores de aquello que sucede en nuestro alrededor, donde el comportamiento de nuestros padres, hermanos o amigos sentaron nuestra percepción (para bien o para mal) del amor, la confianza, la bondad, el respeto o el perdón, marcando así la que será nuestra personalidad para el resto de la travesía.

En la andanza de vivir, muchas veces buscamos reprimir ese niño interior con la intención de no destapar heridas no sanadas que por tiempo hemos cargado. Estas experiencias dolosas emocionalmente que en su momento nos hicieron sentir inseguros, desprotegidos, excluidos o avergonzados y que hoy en día son reflejo de inseguridades, apatía, sentimientos de vacío o baja autoestima. Desgraciadamente, estas conductas nos acompañarán el resto de nuestra aventura hasta que tengamos la valentía de reconocer y entonces sanar.

Esta es la etapa del viaje donde debemos hacer una escala, una pausa para meditar y agradecer a todos aquellos que estuvieron cerca por brindarnos o no, aquello que de niños necesitábamos y que ahora de adultos tenemos la capacidad de conseguir. Sé tu propio guía y por medio de la introspección ayuda a ese niño herido a cumplir aquello que tanto soñaba. Juega una vez más, aprende a escucharlo, fomenta su creatividad, permítele hacerse preguntas que no tienen una respuesta fácil, acéptalo tal como es y dale una nueva oportunidad de crecer en un ambiente de confianza, inclusión y amor propio.

De vuelta a la habitación acércate a ese niño, abrázalo, pide perdón por haberlo tenido atado por tanto tiempo y dale la tranquilidad de saber que de ahora en adelante estarás tú para protegerlo.

¡Escríbeme!

guillermoruizrmz@hotmail.com

Facebook.com/GuillermoRuizR