/ jueves 19 de marzo de 2020

No se cambia el mundo con un smartphone | Gracias por las vacaciones, coronavirus. Atte: Nuestro planeta

El aumento de casos del COVID-19 alrededor del mundo, ligado a las medidas que han tomado los diferentes países para evitar la propagación del virus, ha generado un impacto social sin precedentes que ha terminado por sacudir a la economía mundial.

Desabasto de insumos en supermercados; aumento del dólar y descenso del peso; cierre en parques de diversiones, centros comerciales y playas; cancelación de eventos masivos deportivos, sociales y culturales; pérdida total del turismo y suspensión de fuentes de trabajo han sido solo algunas consecuencias de la propagación del coronavirus. Y a pesar de que nos han dicho que el periodo de cuarentena no debe ser tomado como vacaciones, quien está aprovechando para tomar un verdadero descanso es nuestro planeta.

Tras el cese total de actividades en diversas zonas del mundo y dando como resultado la suspensión de labores industriales y de movilidad tal como el paro en fábricas, la restricción de vuelos internacionales y de movilidad dentro de ciudades, se ha reducido de manera importante el consumo de combustibles fósiles trayendo con esto una baja en la emisión de gases de efecto invernadero, destacando a China (principal generador de CO2 en el mundo) cuyo paro de actividades ha sido equivalente a la reducción del 6% de las emisiones a nivel mundial. Consideremos también la creencia de que el virus se originó en un mercado que vendía mariscos y carne de animales salvajes, por lo que podríamos pensar que el origen de esta pandemia (ligado al consumo de animales) significaría una pausa en el consumo de ejemplares exóticos del mercado negro. Una vez recuperados, la presión social exigirá a los gobiernos del mundo imponer regulaciones específicas ante el consumo de animales silvestres, lo cual significaría la oportunidad de recuperar poblaciones frágiles (muchas en peligro de extinción) como serpientes, murciélagos, pangolines, ciervos, incluso camellos o tigres, por considerar en ciertas regiones su carne como un manjar.

Como humanidad enfrentamos un reto: Aprender mientras lidiamos con un problema que se acrecienta con cada apretón de manos. Hemos tenido muchas pérdidas, pero solo así es como aprendemos a valorar, ¿no? Sigamos bajo resguardo en casa, mientras el planeta continúa dándose un respiro.

El aumento de casos del COVID-19 alrededor del mundo, ligado a las medidas que han tomado los diferentes países para evitar la propagación del virus, ha generado un impacto social sin precedentes que ha terminado por sacudir a la economía mundial.

Desabasto de insumos en supermercados; aumento del dólar y descenso del peso; cierre en parques de diversiones, centros comerciales y playas; cancelación de eventos masivos deportivos, sociales y culturales; pérdida total del turismo y suspensión de fuentes de trabajo han sido solo algunas consecuencias de la propagación del coronavirus. Y a pesar de que nos han dicho que el periodo de cuarentena no debe ser tomado como vacaciones, quien está aprovechando para tomar un verdadero descanso es nuestro planeta.

Tras el cese total de actividades en diversas zonas del mundo y dando como resultado la suspensión de labores industriales y de movilidad tal como el paro en fábricas, la restricción de vuelos internacionales y de movilidad dentro de ciudades, se ha reducido de manera importante el consumo de combustibles fósiles trayendo con esto una baja en la emisión de gases de efecto invernadero, destacando a China (principal generador de CO2 en el mundo) cuyo paro de actividades ha sido equivalente a la reducción del 6% de las emisiones a nivel mundial. Consideremos también la creencia de que el virus se originó en un mercado que vendía mariscos y carne de animales salvajes, por lo que podríamos pensar que el origen de esta pandemia (ligado al consumo de animales) significaría una pausa en el consumo de ejemplares exóticos del mercado negro. Una vez recuperados, la presión social exigirá a los gobiernos del mundo imponer regulaciones específicas ante el consumo de animales silvestres, lo cual significaría la oportunidad de recuperar poblaciones frágiles (muchas en peligro de extinción) como serpientes, murciélagos, pangolines, ciervos, incluso camellos o tigres, por considerar en ciertas regiones su carne como un manjar.

Como humanidad enfrentamos un reto: Aprender mientras lidiamos con un problema que se acrecienta con cada apretón de manos. Hemos tenido muchas pérdidas, pero solo así es como aprendemos a valorar, ¿no? Sigamos bajo resguardo en casa, mientras el planeta continúa dándose un respiro.