/ lunes 21 de enero de 2019

Nocturno, cine mexicano alternativo

Y cuando se lleva a cabo, las partes en conflicto se derrumban en sus abismos personales. En Nocturno/ México-2016, de Luis Ayhllón, irrumpe el asunto al revés: desde la herrumbe física la venganza se cumplimenta, se ajusta a un tiempo esperpéntico donde Oliverio/ Juan Carlos Colombo, enfermo terminal, tendrá en Ana /Irela de Villers a una especie no de enfermera sino de ángel exterminador que le hará rendir cuentas pasadas familiares.

Nocturno es una asamblea de personajes parias, victimizados y derogados de valores éticos o morales. Si bien el brutal secreto de Ana –que será el prurito explosivo del filme– es un ancla emocional en Oliverio, más que el cáncer que lo aqueja, es en la putrefacción de las relaciones domésticas, familiares donde se percibe la asfixia existencial.

Ayhllón (cual Ripstein más correcto y menos escatológico) instala su narración visual en un agradecible blanco y negro para encapsular las escenas en medio de licencias experimentales (animación, desdramatización) y un contexto de encierro infernal que dirime la venganza en medio de una ternura perversa, lúdica, ácida.

Nocturno es un festín de ruines: Oli misántropo, incestuoso, violento, tosco y capaz de inspirar compasión; su hijo, su mujer y el amigo que lo visitan son las bajas ambiciones, los buitres que aguardan su tajada de banquete, y Ana es la ejecutora que urde su plan con la sangre y la vejación que da el tiempo de una víctima de abuso.

A diferencia de Familia tortuga/ 2006, Nocturno es el réquiem de una desintegración familiar con una bomba molotov moral siniestra donde la expiación no es la meta. Y este es el acierto de la dramaturgia visual de Ayhllón: lo tenebroso que cae a una hondonada de seres sin pizca aparente de resarcirse ni de ellos mismos.

Ver Nocturno parece un acto imposible. Y es que sucede que existe “otro” cine mexicano que sólo tiene cabida en las muestras o festivales y jamás vuelven a proyectarse, incluso en las mentadas plataformas de streaming de renta de series y películas porque a la mayoría de ellas no les importa el cine mexicano, si acaso llegasen a programarlo es por excepción.

Hay un cine mexicano que espera no la lástima o la conmiseración de su público sino la franca comprensión de los distribuidores que al negar la exhibición de este tipo de cine se le sigue insultando en su inteligencia al público que desea tener buenas opciones de cine…

Y cuando se lleva a cabo, las partes en conflicto se derrumban en sus abismos personales. En Nocturno/ México-2016, de Luis Ayhllón, irrumpe el asunto al revés: desde la herrumbe física la venganza se cumplimenta, se ajusta a un tiempo esperpéntico donde Oliverio/ Juan Carlos Colombo, enfermo terminal, tendrá en Ana /Irela de Villers a una especie no de enfermera sino de ángel exterminador que le hará rendir cuentas pasadas familiares.

Nocturno es una asamblea de personajes parias, victimizados y derogados de valores éticos o morales. Si bien el brutal secreto de Ana –que será el prurito explosivo del filme– es un ancla emocional en Oliverio, más que el cáncer que lo aqueja, es en la putrefacción de las relaciones domésticas, familiares donde se percibe la asfixia existencial.

Ayhllón (cual Ripstein más correcto y menos escatológico) instala su narración visual en un agradecible blanco y negro para encapsular las escenas en medio de licencias experimentales (animación, desdramatización) y un contexto de encierro infernal que dirime la venganza en medio de una ternura perversa, lúdica, ácida.

Nocturno es un festín de ruines: Oli misántropo, incestuoso, violento, tosco y capaz de inspirar compasión; su hijo, su mujer y el amigo que lo visitan son las bajas ambiciones, los buitres que aguardan su tajada de banquete, y Ana es la ejecutora que urde su plan con la sangre y la vejación que da el tiempo de una víctima de abuso.

A diferencia de Familia tortuga/ 2006, Nocturno es el réquiem de una desintegración familiar con una bomba molotov moral siniestra donde la expiación no es la meta. Y este es el acierto de la dramaturgia visual de Ayhllón: lo tenebroso que cae a una hondonada de seres sin pizca aparente de resarcirse ni de ellos mismos.

Ver Nocturno parece un acto imposible. Y es que sucede que existe “otro” cine mexicano que sólo tiene cabida en las muestras o festivales y jamás vuelven a proyectarse, incluso en las mentadas plataformas de streaming de renta de series y películas porque a la mayoría de ellas no les importa el cine mexicano, si acaso llegasen a programarlo es por excepción.

Hay un cine mexicano que espera no la lástima o la conmiseración de su público sino la franca comprensión de los distribuidores que al negar la exhibición de este tipo de cine se le sigue insultando en su inteligencia al público que desea tener buenas opciones de cine…