/ jueves 15 de julio de 2021

Ocurrencias del futbol | Anecdotario para un campeonato mundial inglés

A pocos días de haber concluido la Eurocopa de Naciones, en donde Inglaterra fue derrotada por Italia, nos viene a la memoria aquella discutidísima final del Mundial de Inglaterra 1966, en donde era imprescindible premiar a los inventores del juego, igual que en esta ocasión, Alemania (ahora en semifinales) resultó ser la víctima. He aquí el anecdotario para aquel triunfo inglés de 1966.

Quizá pueda discutirse la justicia del triunfo inglés en el Mundial de 1966. Doctores tiene la madre FIFA y cada opinión tiene una biblioteca que la respalda. Así lo declara Max Marquis, periodista francés, comentarista de la BBC, Sunday Times y The Observer. Puede decirse que ganamos porque teníamos el ambiente y el público a nuestro favor, que Alemania era mejor, que Portugal mereció llevarse la Copa, que le ganamos a Argentina con la ayuda del árbitro, que no pudimos vencer a Uruguay... Admito cualquier opinión. Pero no acepto discusión alguna en torno a los merecimientos ingleses en función de los esfuerzos y sacrificios realizados. En muchos años de periodismo deportivo nunca he visto una preparación tan concienzuda y con tantas exigencias. La denominación de la prensa y el pueblo dieron al lugar de concentración del equipo la recordada de los campamentos nazis para prisioneros de guerra.

Alf Ramsey, el futuro sir Alf fue terminante desde el primer día de entrenamiento: Les espera un período ininterrumpido de prácticas y trabajos. Sin escapadas al exterior... Si a alguno se le ocurre escapar a tomarse una copa, será expulsado del equipo sin contemplaciones. A todo aquel que no se sienta en condiciones de soportarlo, se le invita a decirlo ahora y a retirarse a tiempo sin rencor. Ninguno de los jugadores dijo esta boca es mía y todos permanecieron firmes hasta la obtención del título. Esos largos y duros meses fueron fecundos en anécdotas que prueban el extraordinario espíritu que animó a los ingleses. Vuelvo al principio, quizás los hijos de Albión no hayan sido los mejores desde el punto de vista técnico, pero su voluntad y empeño, apoyados en una afición incondicional, subsanaron este déficit y, a mi parecer, la victoria final no admite reparos.

Las mañanas del Stalag Lillieshall estaban dedicadas a duras sesiones de entrenamiento. Después de la comida, los jugadores se dividían en equipos para practicar el tenis, el cricket en pista cubierta, el bádminton y otros deportes. Después del té venían las duchas, la cena, la película, más té y por fin, el sueño. El día estaba programado hasta el último minuto desde las nueve de la mañana, hasta las nueve de la noche. Algunos jugadores dirían después que el régimen parecía proyectado para llevarlos a todos al límite de la resistencia física y mental. El sistema dio resultado, a pesar de su carácter draconiano para aquella época. Los jugadores no habían sido sometidos hasta entonces a un programa tan exigente. Los efectos de este entrenamiento se revelaron en toda su plenitud al terminar los 90 minutos de la final.

Había concluido el tiempo reglamentario de juego. Los fuitbolistas ingleses, tumbados en el césped, sentían que se les escapaban las últimas reservas de energía físicas y morales, tras el empate conseguidopor Alemania en los últimos minutos. Alf Ramsey, en uno de sus momentos de inspiración, se acercó a sus jugadores, imperturbable. Ustedes les han sacado ventaja, se la han dejado arrebatar. Ahora vuelvan a ganarles, dijo como si no cupiera duda de que estuviera en sus manos hacerlo. Solo entonces se dio cuenta de que los jugadores alemanes, tendidos en la grama, se encontraban en tal estado que parecían esperar una ambulancia... Mírenlos, están ahogados, dijo Ramsey a sus hombres y les ordenó ponerse en pie. El equipo inglés se incorporó y su moral se levantó con ellos. La situación había tomado otro cariz.

El entrenador inglés, Harold Shepherdson, declaró: "Nunca he visto a un equipo en mejor forma física ni con mejor temple. En mis viajes por el mundo he visto muchos equipos arrastrados literalmente por el entusiasmo de la multitud que los animaba. ¡Esta fue la primera vez que vi a la multitud arrastrada por su equipo!". Durante el trayecto en autocar hasta el estadio de Wembley para disfrutar la final, nadie jugaba a las cartas ni hablaba. Todos viajaban quietos mirando por las ventanas. Los hermanos Charlton fumaban sendos cigarrillos (cosas veredes "dijo don Quijote"). Era el viaje más tranquilo de todos los realizados hacia el histórico escenario. Terminado el partido, Jack Charltón se dejó caer de rodillas exhausto. Con la cabeza entre las manos rezó en acción de gracias, aliviado por haber llegado al final. Cuando esperaban para recibir sus medallas, Jack vio a su hermano Bobby, que siempre fue el más impresionable de los dos, llorando a lágrima viva. Él por el contrario, salvo un ligero temblor de labios, no perdió el control en ningún momento.

Aquella vez, contrario a lo sucedido recién, Inglaterra fue tan afortunada que tuvo a su favor, aunque no lo necesitaba, a los árbitros, pero como bien lo dice este periodista francés, Gordon Ban, Cohen, J. Charlton, Bobby Moore, Wilson, Stiles, Bobby Charlton, Alan Ball, Roger Hurst, Hunt y Martin Peters eran, aparte de extraordinarios futbolistas, unos grandes atletas. Se hizo mucho revuelo con el gol "fantasma" de Roger Hurst, cabezazo que se estrelló en la parte inferior del travesaño, para que en apariencia superara la línea de gol, el árbitro lo vio así y lo dio por bueno, no se disponía entonces de VAR ni de ojo de halcón, así que puso el marcador 3-2 para Inglaterra, pero minutos después Hurts volvió a anotar para sentenciar el juego 4-2 y apuntarse un hat trick (uno con derecha, otro con la izquierda y el que se estrelló en el travesaño, de cabeza). En esta ocasión Inglaterra lucía igual de poderosa, pero finalmente fue Italia quien ganó.

Hasta pronto amigo.

A pocos días de haber concluido la Eurocopa de Naciones, en donde Inglaterra fue derrotada por Italia, nos viene a la memoria aquella discutidísima final del Mundial de Inglaterra 1966, en donde era imprescindible premiar a los inventores del juego, igual que en esta ocasión, Alemania (ahora en semifinales) resultó ser la víctima. He aquí el anecdotario para aquel triunfo inglés de 1966.

Quizá pueda discutirse la justicia del triunfo inglés en el Mundial de 1966. Doctores tiene la madre FIFA y cada opinión tiene una biblioteca que la respalda. Así lo declara Max Marquis, periodista francés, comentarista de la BBC, Sunday Times y The Observer. Puede decirse que ganamos porque teníamos el ambiente y el público a nuestro favor, que Alemania era mejor, que Portugal mereció llevarse la Copa, que le ganamos a Argentina con la ayuda del árbitro, que no pudimos vencer a Uruguay... Admito cualquier opinión. Pero no acepto discusión alguna en torno a los merecimientos ingleses en función de los esfuerzos y sacrificios realizados. En muchos años de periodismo deportivo nunca he visto una preparación tan concienzuda y con tantas exigencias. La denominación de la prensa y el pueblo dieron al lugar de concentración del equipo la recordada de los campamentos nazis para prisioneros de guerra.

Alf Ramsey, el futuro sir Alf fue terminante desde el primer día de entrenamiento: Les espera un período ininterrumpido de prácticas y trabajos. Sin escapadas al exterior... Si a alguno se le ocurre escapar a tomarse una copa, será expulsado del equipo sin contemplaciones. A todo aquel que no se sienta en condiciones de soportarlo, se le invita a decirlo ahora y a retirarse a tiempo sin rencor. Ninguno de los jugadores dijo esta boca es mía y todos permanecieron firmes hasta la obtención del título. Esos largos y duros meses fueron fecundos en anécdotas que prueban el extraordinario espíritu que animó a los ingleses. Vuelvo al principio, quizás los hijos de Albión no hayan sido los mejores desde el punto de vista técnico, pero su voluntad y empeño, apoyados en una afición incondicional, subsanaron este déficit y, a mi parecer, la victoria final no admite reparos.

Las mañanas del Stalag Lillieshall estaban dedicadas a duras sesiones de entrenamiento. Después de la comida, los jugadores se dividían en equipos para practicar el tenis, el cricket en pista cubierta, el bádminton y otros deportes. Después del té venían las duchas, la cena, la película, más té y por fin, el sueño. El día estaba programado hasta el último minuto desde las nueve de la mañana, hasta las nueve de la noche. Algunos jugadores dirían después que el régimen parecía proyectado para llevarlos a todos al límite de la resistencia física y mental. El sistema dio resultado, a pesar de su carácter draconiano para aquella época. Los jugadores no habían sido sometidos hasta entonces a un programa tan exigente. Los efectos de este entrenamiento se revelaron en toda su plenitud al terminar los 90 minutos de la final.

Había concluido el tiempo reglamentario de juego. Los fuitbolistas ingleses, tumbados en el césped, sentían que se les escapaban las últimas reservas de energía físicas y morales, tras el empate conseguidopor Alemania en los últimos minutos. Alf Ramsey, en uno de sus momentos de inspiración, se acercó a sus jugadores, imperturbable. Ustedes les han sacado ventaja, se la han dejado arrebatar. Ahora vuelvan a ganarles, dijo como si no cupiera duda de que estuviera en sus manos hacerlo. Solo entonces se dio cuenta de que los jugadores alemanes, tendidos en la grama, se encontraban en tal estado que parecían esperar una ambulancia... Mírenlos, están ahogados, dijo Ramsey a sus hombres y les ordenó ponerse en pie. El equipo inglés se incorporó y su moral se levantó con ellos. La situación había tomado otro cariz.

El entrenador inglés, Harold Shepherdson, declaró: "Nunca he visto a un equipo en mejor forma física ni con mejor temple. En mis viajes por el mundo he visto muchos equipos arrastrados literalmente por el entusiasmo de la multitud que los animaba. ¡Esta fue la primera vez que vi a la multitud arrastrada por su equipo!". Durante el trayecto en autocar hasta el estadio de Wembley para disfrutar la final, nadie jugaba a las cartas ni hablaba. Todos viajaban quietos mirando por las ventanas. Los hermanos Charlton fumaban sendos cigarrillos (cosas veredes "dijo don Quijote"). Era el viaje más tranquilo de todos los realizados hacia el histórico escenario. Terminado el partido, Jack Charltón se dejó caer de rodillas exhausto. Con la cabeza entre las manos rezó en acción de gracias, aliviado por haber llegado al final. Cuando esperaban para recibir sus medallas, Jack vio a su hermano Bobby, que siempre fue el más impresionable de los dos, llorando a lágrima viva. Él por el contrario, salvo un ligero temblor de labios, no perdió el control en ningún momento.

Aquella vez, contrario a lo sucedido recién, Inglaterra fue tan afortunada que tuvo a su favor, aunque no lo necesitaba, a los árbitros, pero como bien lo dice este periodista francés, Gordon Ban, Cohen, J. Charlton, Bobby Moore, Wilson, Stiles, Bobby Charlton, Alan Ball, Roger Hurst, Hunt y Martin Peters eran, aparte de extraordinarios futbolistas, unos grandes atletas. Se hizo mucho revuelo con el gol "fantasma" de Roger Hurst, cabezazo que se estrelló en la parte inferior del travesaño, para que en apariencia superara la línea de gol, el árbitro lo vio así y lo dio por bueno, no se disponía entonces de VAR ni de ojo de halcón, así que puso el marcador 3-2 para Inglaterra, pero minutos después Hurts volvió a anotar para sentenciar el juego 4-2 y apuntarse un hat trick (uno con derecha, otro con la izquierda y el que se estrelló en el travesaño, de cabeza). En esta ocasión Inglaterra lucía igual de poderosa, pero finalmente fue Italia quien ganó.

Hasta pronto amigo.