/ domingo 4 de octubre de 2020

Ocurrencias del futbol | Cuidar la salud del alma es lo más valioso de nuestro ser

Para un buen entrenador, la motivación es fundamental para el buen funcionamiento de su equipo

Muchas veces me he referido en esta columna a la enorme responsabilidad que significa ser director técnico y se habla mucho de la preparación física, como un instrumento para acrecentar la eficacia de las siguientes capacidades fundamentales: resistencia, velocidad, fuerza y destreza. Con esta última capacidad, se desarrollan también la flexibilidad, la coordinación, el equilibrio y la agilidad. Y pensamos que con eso es suficiente para la preparación de un futbolista. Error grave muy común en México.

Al estudiar la evolución del futbol se advierte como cada época ha aportado nuevos conocimientos y nuevas orientaciones sobre sistemas de preparación en los apartados técnicos, tácticos, físicos y médicos. Hacia finales de los años 50 hizo aparición, en la preparación del futbolista y de los equipos, la componente psicológica. Uno de los grandes entrenadores, Helenio Herrera, fue de los primeros en aplicar sistemáticamente sobre sus jugadores una presión psicológica suficiente para crearles el convencimientoi de su superioridad.

En la actualidad todo buen entrenador persigue dos objetivos bien definidos en la preparación de sus jugadores: alcanzar un excelente estado físico y lograr el mejor estado anímico. Para conseguir esa situación psicológica se trabaja sobre elementos tan distintos como la afectividad (emotividad, amor propio), la voluntad (espíritu de sacrificio, tenacidad) y, el razonamiento (lógica de las cosas y de las situaciones).

La buena disposición anímica y la confianza, no se consiguen simplemente motivando a un determinado jugador en un momento específico, sino que es una labor intensa que comienza en el mismo instante en que entrenador y jugadores se conocen. El jugador, sobre todo el veterano, tiene un sexto sentido para apreciar la capacidad del entrenador. La habilidad de este radica justamente en convencer de que su preparación, sus ideas y sus opiniones pueden ser compartidas e intercambiadas por todos en un marco común.

Con el primer contacto se establece la fase inicial de la preparación psicológica. Esta tendrá continuidad en la labor diaria en la que el entrenador exigirá siempre gran concentración y disciplina para lograr los mejores rendimientos. La labor en este plano no solo se limita a la pura relación jugador-entrenador, sino que puede alcanzar niveles superiores cuando la relación se establece entre amigo-jugador y amigo-entrenador. Si esto se logra, el futbolista llega a rendimientos que van más allá de lo presumible en principio.

Parece evidente que cuanto más elevado es el nivel del equipo o de los jugadores más dificultades se pueden encontrar para la perfecta respuesta psicológica. No es fácil convencer a un fuera de serie para que rinda al máximo tanto en un encuentro amistoso como en la final de la Copa del Mundo. De lo anterior se deduce que, sin la condición mental apropiada, el futbolista está condenado a permanecer alejado de los índices de rendimiento para los cuales es física y técnicamente apto.

El exceso de responsabilidad a su vez puede producir el mismo efecto que la falta de motivación y de combate con la relajación. Esta se define como la reducción de la tensión y puede aplicarse al aspecto muscular, o al psíquico. Una apropiada reducción en la tensión muscular y psíquica hará que el jugador asimile con mayor facilidad los sobre esfuerzos de los entrenamientos o de los partidos y, acepte con más tranquilidad la presión psicológica de un acontecimiento deportivo cercano con sus eventuales repercusiones. No existe una regla fija sobre la edad en que hay que comenzar el entrenamiento, pero es evidente que cuanto antes se empiece será mejor. En la etapa de un jugador en ciernes se pueden distinguir cuatro fases de aprendizaje.

La primera, la del acostumbramiento. Llega aproximadamente a los 8 años de edad. Es la fase en que se juega por intuición, por instinto. Se imita al ídolo, al hermano y a los amigos mayores. A estas edades, el juego es totalmente libre, anárquico, no hay idea del juego combinado prevaleciendo el espontáneo individualismo... La segunda etapa, ubicable entre los 8 y 12 años, es la de los fundamentos. Aquí se comienza a introducir el aprendizaje y el ejercicio sistemático. A esta edad, los niños tienen mucha facilidad para asimilar las enseñanzas y gran entusiasmo en la aplicación de lo aprendido. En esta etapa es muy importante el encauzamiento en aspectos técnicos, mucho más que en cualquier otro.

La tercera etapa, de los 12 a los 16, es la del rendimiento cuando ya existe una base sólida de trabajo. Se desarrolla el físico junto con la técnica y se inicia la introducción a los aspectos tácticos del juego. Esta es la etapa más importante de la formación del jugador. Hay que tener especial cuidado con su psicología, ya que el niño va a pasar a ser hombre, por lo que necesita atenciones y estímulos más profundos. La cuarta etapa se ubica más allá de los 16 años. Es la del máximo rendimiento y en ella se juega ya con todas las exigencias del adulto. Se intensifica el entrenamiento y se afianza el espíritu de grupo. En esta etapa los controles se vuelven más estrictos y la adquisición de experiencia (competencias) y la voluntad de mejorar son los estímulos más importantes.

Hasta pronto amigo.

Para un buen entrenador, la motivación es fundamental para el buen funcionamiento de su equipo

Muchas veces me he referido en esta columna a la enorme responsabilidad que significa ser director técnico y se habla mucho de la preparación física, como un instrumento para acrecentar la eficacia de las siguientes capacidades fundamentales: resistencia, velocidad, fuerza y destreza. Con esta última capacidad, se desarrollan también la flexibilidad, la coordinación, el equilibrio y la agilidad. Y pensamos que con eso es suficiente para la preparación de un futbolista. Error grave muy común en México.

Al estudiar la evolución del futbol se advierte como cada época ha aportado nuevos conocimientos y nuevas orientaciones sobre sistemas de preparación en los apartados técnicos, tácticos, físicos y médicos. Hacia finales de los años 50 hizo aparición, en la preparación del futbolista y de los equipos, la componente psicológica. Uno de los grandes entrenadores, Helenio Herrera, fue de los primeros en aplicar sistemáticamente sobre sus jugadores una presión psicológica suficiente para crearles el convencimientoi de su superioridad.

En la actualidad todo buen entrenador persigue dos objetivos bien definidos en la preparación de sus jugadores: alcanzar un excelente estado físico y lograr el mejor estado anímico. Para conseguir esa situación psicológica se trabaja sobre elementos tan distintos como la afectividad (emotividad, amor propio), la voluntad (espíritu de sacrificio, tenacidad) y, el razonamiento (lógica de las cosas y de las situaciones).

La buena disposición anímica y la confianza, no se consiguen simplemente motivando a un determinado jugador en un momento específico, sino que es una labor intensa que comienza en el mismo instante en que entrenador y jugadores se conocen. El jugador, sobre todo el veterano, tiene un sexto sentido para apreciar la capacidad del entrenador. La habilidad de este radica justamente en convencer de que su preparación, sus ideas y sus opiniones pueden ser compartidas e intercambiadas por todos en un marco común.

Con el primer contacto se establece la fase inicial de la preparación psicológica. Esta tendrá continuidad en la labor diaria en la que el entrenador exigirá siempre gran concentración y disciplina para lograr los mejores rendimientos. La labor en este plano no solo se limita a la pura relación jugador-entrenador, sino que puede alcanzar niveles superiores cuando la relación se establece entre amigo-jugador y amigo-entrenador. Si esto se logra, el futbolista llega a rendimientos que van más allá de lo presumible en principio.

Parece evidente que cuanto más elevado es el nivel del equipo o de los jugadores más dificultades se pueden encontrar para la perfecta respuesta psicológica. No es fácil convencer a un fuera de serie para que rinda al máximo tanto en un encuentro amistoso como en la final de la Copa del Mundo. De lo anterior se deduce que, sin la condición mental apropiada, el futbolista está condenado a permanecer alejado de los índices de rendimiento para los cuales es física y técnicamente apto.

El exceso de responsabilidad a su vez puede producir el mismo efecto que la falta de motivación y de combate con la relajación. Esta se define como la reducción de la tensión y puede aplicarse al aspecto muscular, o al psíquico. Una apropiada reducción en la tensión muscular y psíquica hará que el jugador asimile con mayor facilidad los sobre esfuerzos de los entrenamientos o de los partidos y, acepte con más tranquilidad la presión psicológica de un acontecimiento deportivo cercano con sus eventuales repercusiones. No existe una regla fija sobre la edad en que hay que comenzar el entrenamiento, pero es evidente que cuanto antes se empiece será mejor. En la etapa de un jugador en ciernes se pueden distinguir cuatro fases de aprendizaje.

La primera, la del acostumbramiento. Llega aproximadamente a los 8 años de edad. Es la fase en que se juega por intuición, por instinto. Se imita al ídolo, al hermano y a los amigos mayores. A estas edades, el juego es totalmente libre, anárquico, no hay idea del juego combinado prevaleciendo el espontáneo individualismo... La segunda etapa, ubicable entre los 8 y 12 años, es la de los fundamentos. Aquí se comienza a introducir el aprendizaje y el ejercicio sistemático. A esta edad, los niños tienen mucha facilidad para asimilar las enseñanzas y gran entusiasmo en la aplicación de lo aprendido. En esta etapa es muy importante el encauzamiento en aspectos técnicos, mucho más que en cualquier otro.

La tercera etapa, de los 12 a los 16, es la del rendimiento cuando ya existe una base sólida de trabajo. Se desarrolla el físico junto con la técnica y se inicia la introducción a los aspectos tácticos del juego. Esta es la etapa más importante de la formación del jugador. Hay que tener especial cuidado con su psicología, ya que el niño va a pasar a ser hombre, por lo que necesita atenciones y estímulos más profundos. La cuarta etapa se ubica más allá de los 16 años. Es la del máximo rendimiento y en ella se juega ya con todas las exigencias del adulto. Se intensifica el entrenamiento y se afianza el espíritu de grupo. En esta etapa los controles se vuelven más estrictos y la adquisición de experiencia (competencias) y la voluntad de mejorar son los estímulos más importantes.

Hasta pronto amigo.