/ miércoles 20 de octubre de 2021

Ocurrencias del futbol | El jugador amateur en el futbol moderno

No resultó ninguna sorpresa que el deporte aglutinador de ingentes multitudes en los estadios, el que despertaba mayor expectación popular, fuera el primero en plantear el problema del profesionalismo.

Durante el primer cuarto del siglo XX el futbol era el espectáculo que alcanzaba mayores recaudaciones en sus encuentros y el que en gran cantidad de países ofrecía mayor número de confrontaciones. Pronto se planteó pues el problema del acceso de los futbolistas a los beneficios o ingresos de los clubes organizadores de los partidos.

La cuestión se agudizó por el hecho de que la FIFA a pesar de contemplar la organización de un Campeonato del Mundo de futbol desde los inicios del siglo XX, no se decidió a ponerlo en marcha hasta 1930, cuando el balompié había alcanzado una preponderancia mundial que nadie le discutía. Mientras la Federaciáon Internacional se perdía en discuciones respecto a la oportunidad, el sistema y el escenario de los Campeonatos del Mundo, los torneos olímpicos de futbol reunían a las mejores selecciones nacionales de este deporte. Ya en 1900, cuando las Olimpiadas celebraron su segunda edición en los inciertos y desorganizados Juegos de París, el futbol estuvo presente en la gran fiesta Olímpica aunque de una forma modesta y sin estar incluido en el programa oficial.

En las primeras ediciones en que el futbol fue incluido oficialmente (1908 y 1912), el equipo de Gran Bretaña dominó el torneo olímpico. Pero en 1920 ya fueron belgas y españoles quienes ocuparon los primeros peldaños del podium olímpico y, a partir de 1924, los uruguayos impusieron la superioridad del futbol sudamericano. Fue por esa época cuando empezó a reconocerse oficialmente el profesionalismo en numerosos países europeos, desde entonces en nivel de aficionados, casi todos los puestos de honor de las Olimpiadas correspondieron a los píses que practicaban un profesionalismo encubierto, generalmente, los países del bloque comunista.

Los países del Este europeo no reconocieron el deporte profesional y todos su deportistas, especialmente los jugadores de futbol, gozaron de una superioridad evidente respecto a los del resto del mundo. Mientras que en Occidente la diferenciación era clara entre profesionales y amateurs, en la Europa Oriental los futbolistas podían recibir pingües ingresos y construir su futuro merced a este deporte. Los futbolistas de los equipos del Ejército solamente jugando y entrenándose, cobraban el sueldo de Coronel y, los ascensos estaban en función de los triunfos futbolísticos.

Los deportistas que no actuaban en el Ejército lo hacían en las escuelas de Educación Física o en los sindicatos, donde su promoción social alcanzaba los más altos niveles gracias a las victorias. El ejemplo más claro se dio en 1952, cuando los Juegos Olímpicos tuvieron como escenario la ciudad de Helsinki (ya en ese entonces comenzaba yo a poner atención al deporte internacional por medio de la radio).

El equipo de Hungría -Una de las más brillantes formaciones que ha conocido el futbol mundial- Quedó Campeón Olímpico con legendarias figuras como Puskas, Czibor, Boszcik, Hidegkuti, Palotay y, otros futbolistas de altísima calidad. Desde entonces, todos los campeones olímpicos fueron equipos del Este. En curioso contraste, ninguno de estos países ha logrado proclamarse campeón mundial de futbol.

Recuerdo que, con ocasión de los Juegos Olímpicos de México, el profesionalismo encubierto de los futbolistas del Este europeo era tan evidente que el presidente del Comité Olímpico Internacional, el riguroso norteamericano Avery Brundage, se lamentaba ante el presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, de que el futbol era un deporte en el que todos los jugadores cobraban y que no existían verdaderos futbolistas amateurs. La réplica de Stanley Rous fue instantanea: Perdón presidente. Puedo asegurarle que el futbol es el deporte que cuenta con más jugadores amateurs. Tenemos más de 25 millones y solamente existen unos 50 mil jugadores profesionales en todo el mundo (datos de 1968). Y ¿por qué son estos profesionales los que ustedes nos envían a los Juegos Olímpicos? replicó irónicamente Avery Brundage.

Como bien sabemos, actualmente los futbolistas para participar en Juegos Olímpicos son condicionados a no rebasar los 23 años de edad, sean profesionales o no. Los futbolistas de mi generación eran considerados profesionales a partir de recibir 300 pesos mensuales y eran contados los que superaban los 1,000 al mes, a eso se debe que equipos como Poza Rica y Refinería Madero tuvieran plantillas más caras que muchos equipos de la Primera División, pues a sus jugadores se les pagaba con un contrato de obrero de Pemex, que era considerado un muy buen sueldo.

Ahora, corro a sentarme frente a mi pantalla para disfrutar del futbol mexicano, que a los que no somos tan exigentes nos está regalando partidos emocionantes, aunque en relación a lo que cobran los futbolistas actuales, deberían de regalarnos más de lo que hicieron aquellos a los que se les pagaba con contratos de Pemex.

Hasta pronto amigo.

No resultó ninguna sorpresa que el deporte aglutinador de ingentes multitudes en los estadios, el que despertaba mayor expectación popular, fuera el primero en plantear el problema del profesionalismo.

Durante el primer cuarto del siglo XX el futbol era el espectáculo que alcanzaba mayores recaudaciones en sus encuentros y el que en gran cantidad de países ofrecía mayor número de confrontaciones. Pronto se planteó pues el problema del acceso de los futbolistas a los beneficios o ingresos de los clubes organizadores de los partidos.

La cuestión se agudizó por el hecho de que la FIFA a pesar de contemplar la organización de un Campeonato del Mundo de futbol desde los inicios del siglo XX, no se decidió a ponerlo en marcha hasta 1930, cuando el balompié había alcanzado una preponderancia mundial que nadie le discutía. Mientras la Federaciáon Internacional se perdía en discuciones respecto a la oportunidad, el sistema y el escenario de los Campeonatos del Mundo, los torneos olímpicos de futbol reunían a las mejores selecciones nacionales de este deporte. Ya en 1900, cuando las Olimpiadas celebraron su segunda edición en los inciertos y desorganizados Juegos de París, el futbol estuvo presente en la gran fiesta Olímpica aunque de una forma modesta y sin estar incluido en el programa oficial.

En las primeras ediciones en que el futbol fue incluido oficialmente (1908 y 1912), el equipo de Gran Bretaña dominó el torneo olímpico. Pero en 1920 ya fueron belgas y españoles quienes ocuparon los primeros peldaños del podium olímpico y, a partir de 1924, los uruguayos impusieron la superioridad del futbol sudamericano. Fue por esa época cuando empezó a reconocerse oficialmente el profesionalismo en numerosos países europeos, desde entonces en nivel de aficionados, casi todos los puestos de honor de las Olimpiadas correspondieron a los píses que practicaban un profesionalismo encubierto, generalmente, los países del bloque comunista.

Los países del Este europeo no reconocieron el deporte profesional y todos su deportistas, especialmente los jugadores de futbol, gozaron de una superioridad evidente respecto a los del resto del mundo. Mientras que en Occidente la diferenciación era clara entre profesionales y amateurs, en la Europa Oriental los futbolistas podían recibir pingües ingresos y construir su futuro merced a este deporte. Los futbolistas de los equipos del Ejército solamente jugando y entrenándose, cobraban el sueldo de Coronel y, los ascensos estaban en función de los triunfos futbolísticos.

Los deportistas que no actuaban en el Ejército lo hacían en las escuelas de Educación Física o en los sindicatos, donde su promoción social alcanzaba los más altos niveles gracias a las victorias. El ejemplo más claro se dio en 1952, cuando los Juegos Olímpicos tuvieron como escenario la ciudad de Helsinki (ya en ese entonces comenzaba yo a poner atención al deporte internacional por medio de la radio).

El equipo de Hungría -Una de las más brillantes formaciones que ha conocido el futbol mundial- Quedó Campeón Olímpico con legendarias figuras como Puskas, Czibor, Boszcik, Hidegkuti, Palotay y, otros futbolistas de altísima calidad. Desde entonces, todos los campeones olímpicos fueron equipos del Este. En curioso contraste, ninguno de estos países ha logrado proclamarse campeón mundial de futbol.

Recuerdo que, con ocasión de los Juegos Olímpicos de México, el profesionalismo encubierto de los futbolistas del Este europeo era tan evidente que el presidente del Comité Olímpico Internacional, el riguroso norteamericano Avery Brundage, se lamentaba ante el presidente de la FIFA, Sir Stanley Rous, de que el futbol era un deporte en el que todos los jugadores cobraban y que no existían verdaderos futbolistas amateurs. La réplica de Stanley Rous fue instantanea: Perdón presidente. Puedo asegurarle que el futbol es el deporte que cuenta con más jugadores amateurs. Tenemos más de 25 millones y solamente existen unos 50 mil jugadores profesionales en todo el mundo (datos de 1968). Y ¿por qué son estos profesionales los que ustedes nos envían a los Juegos Olímpicos? replicó irónicamente Avery Brundage.

Como bien sabemos, actualmente los futbolistas para participar en Juegos Olímpicos son condicionados a no rebasar los 23 años de edad, sean profesionales o no. Los futbolistas de mi generación eran considerados profesionales a partir de recibir 300 pesos mensuales y eran contados los que superaban los 1,000 al mes, a eso se debe que equipos como Poza Rica y Refinería Madero tuvieran plantillas más caras que muchos equipos de la Primera División, pues a sus jugadores se les pagaba con un contrato de obrero de Pemex, que era considerado un muy buen sueldo.

Ahora, corro a sentarme frente a mi pantalla para disfrutar del futbol mexicano, que a los que no somos tan exigentes nos está regalando partidos emocionantes, aunque en relación a lo que cobran los futbolistas actuales, deberían de regalarnos más de lo que hicieron aquellos a los que se les pagaba con contratos de Pemex.

Hasta pronto amigo.