/ sábado 30 de mayo de 2020

Ocurrencias del futbol | Franco Baresi, insigne defensa y un capitán de implacable tenacidad

El equipo mejora la calidad del individuo

Tenía tatuadas sus ideas en la piel. Con decía la defensa incluida la trampa del fuera de juego con una precisión de reloj de sol en el desierto. Desde ahí partía todo. Había belleza en la defensa, en su precisión y su tiempo, en su manera de moverse y entenderse en su despliegue y, había belleza en el mediocampo y en la delantera con el arte de los holandeses. Para quienes vivimos esa época desde México la demostración máxima del poderío del Milán llegó cuando eliminaron de la Copa de Europa a otro de los grandes equipos de finales de los 80, el Real Madrid de la quinta del Buitre y de Hugo Sánchez 5-0 aplastante y un conjunto enorme en cada milímetro del campo y de su futbol. Pegó con un mazo a otro gigante y salió brillantemente como vencedor.

PAR DE TÍTULOS DE LA COPA DE EUROPA

El equipo Rossonero se impuso con total autoridad en la Copa de Europa en las ediciones del 88-89 y 89-90, sus citas más recordadas. La primera no dejó ninguna duda sobre su papel de mandón se coronó 4-0 sobre el rumano Speaua de Bucarest en la grama del Nou Camp en Barcelona, la segunda fue ante el Benfica, de Portugal, apenas por la mínima diferencia en el estadio Prater de Austria, el colofón de la historia.

ARRIGO SACCHI

Sacchi no fue un destacado jugador de futbol, pero sus ideas desde el banquillo significaron un oasis en el desierto cerrado del mundillo del calcio. Fue un insulto y una bofetada a la tradición del catenaccio habitudo a las defensas cerradas y el marcaje personal, a sentirse cómodos con el rival encima, a hacer veloces y siempre efectivos contragolpes, una tradición a la que era un pecado enfrentarse, pero Sachi y sus muchachos lo hicieron. Desde siempre fue un amante obsesivo y empedernido del futbol. Hijo de un zapatero, cuando llegó al Milán lo llamó la prensa y los aficionados de "Un donadie". Un duro calificativo que no tardó demasiado tiempo en sacudirse.

No tenía ni un blasón para presumir ni mucho menos. Venía del Parma que jugaba en ese momento en la Serie B, de donde únicamente la visión y ambición desmedida de Silvio Berlusconi lo sacaron. Llegó al Club Rossonero en el único momento en que podía arribar, luego de que Berlusconi agarrara al Milán tras el descenso del club a la Serie B por un escándalo de corrupción. Silvio vio a Arrigo en el Parma, institución a la que llegó el técnico en el 85 después de haber recorrido toda Europa viendo futbol y de haber entrenado al Fusignano de su ciudad natal.

GANÓ TODO CON EL MILÁN

Su juego, su filosofía, vayan a saber que fue, pero algo de aquel tipo de rostro duro y ojos tranquilos, hechizó al mandamás y futuro Primer Ministro italiano e hizo quizás el movimiento más acertado de su vida futbolística. El hombre dirigió al Milán entre 1987 y 1991 y obtuvo una Liga, dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales, una Super Copa Italiana y dos Super Copas Europeas, pero encima de eso se ganó el recuerdo de todos.

Enseguida puso en marcha modificaciones en el juego del Milán; ala defensa debía jugar en un espacio más cercano a la media cancha que a la del portero, el marcaje no tenía que ser personal sino de zona, la trampa del fuera de juego era imprescindible, tener el balón también y la presión del rival sobre cada centímetro del campo de la cancha era fundamental, por lo tanto, el desgaste físico y mental era inmenso, determinante. Pero para todo aquello, inteligencia, balón en pie, jugar al fuera de lugar, presión sobre todo aquello que se moviera dentro de la cancha, el ir en contra de lo establecido en el calcio, se necesitaban jugadores especiales que navegaran entre obreros de pico y pala y artistas de pincel.

PLAGADO DE ESTRELLAS

Así, en el período de Sachi en el Milán, se juntaron, Franco Baresi, Paulo Maldini, Frank Rijkaard, Van Basten, Carlo Ancelotti y Roberto Donadoni... La disciplina y el trabajo, la mentalidad y la filosofía de Sachi dieron una combinación perfecta. Había clase y fuerza, potencia y delicadeza, talento y dinámica. Hay quien recuerda con más prestancia los goles de Van Basten, que cerraba el círculo y el esfuerzo, la dedicación de todos o el mediocampo comprometido y de batalla de Rijkaard y Gullit, una combinación entre bailarines de ballet y gladiadores, pero la pieza clave de todo el engranaje y funcionamiento de aquel conjunto, era Baresi desde la defensa. A través del tiempo se lo ha llamado el defensa perfecto o el álter ego de Sachi sobre el terreno de juego. Lo cierto es que el mítico jugador que en 20 años con el Milán (1977 a 1997) ganó tres Copas de Europa, dos Intercontinentales, seis Ligas y tres Supercopas, era el lugarteniente del director técnico y quien mejor interpretaba el juego de Arrigo Sachi en el rectángulo.

Hasta pronto amigo.

El equipo mejora la calidad del individuo

Tenía tatuadas sus ideas en la piel. Con decía la defensa incluida la trampa del fuera de juego con una precisión de reloj de sol en el desierto. Desde ahí partía todo. Había belleza en la defensa, en su precisión y su tiempo, en su manera de moverse y entenderse en su despliegue y, había belleza en el mediocampo y en la delantera con el arte de los holandeses. Para quienes vivimos esa época desde México la demostración máxima del poderío del Milán llegó cuando eliminaron de la Copa de Europa a otro de los grandes equipos de finales de los 80, el Real Madrid de la quinta del Buitre y de Hugo Sánchez 5-0 aplastante y un conjunto enorme en cada milímetro del campo y de su futbol. Pegó con un mazo a otro gigante y salió brillantemente como vencedor.

PAR DE TÍTULOS DE LA COPA DE EUROPA

El equipo Rossonero se impuso con total autoridad en la Copa de Europa en las ediciones del 88-89 y 89-90, sus citas más recordadas. La primera no dejó ninguna duda sobre su papel de mandón se coronó 4-0 sobre el rumano Speaua de Bucarest en la grama del Nou Camp en Barcelona, la segunda fue ante el Benfica, de Portugal, apenas por la mínima diferencia en el estadio Prater de Austria, el colofón de la historia.

ARRIGO SACCHI

Sacchi no fue un destacado jugador de futbol, pero sus ideas desde el banquillo significaron un oasis en el desierto cerrado del mundillo del calcio. Fue un insulto y una bofetada a la tradición del catenaccio habitudo a las defensas cerradas y el marcaje personal, a sentirse cómodos con el rival encima, a hacer veloces y siempre efectivos contragolpes, una tradición a la que era un pecado enfrentarse, pero Sachi y sus muchachos lo hicieron. Desde siempre fue un amante obsesivo y empedernido del futbol. Hijo de un zapatero, cuando llegó al Milán lo llamó la prensa y los aficionados de "Un donadie". Un duro calificativo que no tardó demasiado tiempo en sacudirse.

No tenía ni un blasón para presumir ni mucho menos. Venía del Parma que jugaba en ese momento en la Serie B, de donde únicamente la visión y ambición desmedida de Silvio Berlusconi lo sacaron. Llegó al Club Rossonero en el único momento en que podía arribar, luego de que Berlusconi agarrara al Milán tras el descenso del club a la Serie B por un escándalo de corrupción. Silvio vio a Arrigo en el Parma, institución a la que llegó el técnico en el 85 después de haber recorrido toda Europa viendo futbol y de haber entrenado al Fusignano de su ciudad natal.

GANÓ TODO CON EL MILÁN

Su juego, su filosofía, vayan a saber que fue, pero algo de aquel tipo de rostro duro y ojos tranquilos, hechizó al mandamás y futuro Primer Ministro italiano e hizo quizás el movimiento más acertado de su vida futbolística. El hombre dirigió al Milán entre 1987 y 1991 y obtuvo una Liga, dos Copas de Europa y dos Copas Intercontinentales, una Super Copa Italiana y dos Super Copas Europeas, pero encima de eso se ganó el recuerdo de todos.

Enseguida puso en marcha modificaciones en el juego del Milán; ala defensa debía jugar en un espacio más cercano a la media cancha que a la del portero, el marcaje no tenía que ser personal sino de zona, la trampa del fuera de juego era imprescindible, tener el balón también y la presión del rival sobre cada centímetro del campo de la cancha era fundamental, por lo tanto, el desgaste físico y mental era inmenso, determinante. Pero para todo aquello, inteligencia, balón en pie, jugar al fuera de lugar, presión sobre todo aquello que se moviera dentro de la cancha, el ir en contra de lo establecido en el calcio, se necesitaban jugadores especiales que navegaran entre obreros de pico y pala y artistas de pincel.

PLAGADO DE ESTRELLAS

Así, en el período de Sachi en el Milán, se juntaron, Franco Baresi, Paulo Maldini, Frank Rijkaard, Van Basten, Carlo Ancelotti y Roberto Donadoni... La disciplina y el trabajo, la mentalidad y la filosofía de Sachi dieron una combinación perfecta. Había clase y fuerza, potencia y delicadeza, talento y dinámica. Hay quien recuerda con más prestancia los goles de Van Basten, que cerraba el círculo y el esfuerzo, la dedicación de todos o el mediocampo comprometido y de batalla de Rijkaard y Gullit, una combinación entre bailarines de ballet y gladiadores, pero la pieza clave de todo el engranaje y funcionamiento de aquel conjunto, era Baresi desde la defensa. A través del tiempo se lo ha llamado el defensa perfecto o el álter ego de Sachi sobre el terreno de juego. Lo cierto es que el mítico jugador que en 20 años con el Milán (1977 a 1997) ganó tres Copas de Europa, dos Intercontinentales, seis Ligas y tres Supercopas, era el lugarteniente del director técnico y quien mejor interpretaba el juego de Arrigo Sachi en el rectángulo.

Hasta pronto amigo.