/ sábado 12 de febrero de 2022

Ocurrencias del fútbol | Hay que regresar al futbol atacante

Igual que hemos admirado la grandeza de los futbolistas habilidosos y resistentes, hoy dedicaré este espacio a aquellos que siendo famosos por las mismas razones, fueron admirados además por su humildad y don de gente

Algo que en la actualidad pareciera haber pasado de moda. A los fanáticos del futbol les entusiasma más la colección de automóviles finos que posee Cristiano Ronaldo que su condición como jefe de familia, su persona en general.

Es admirable mirar hacia el pasado cuando en el plano personal se acumulaban buenos momentos. Porque incluso aquel lejano 1943, cuando la Patria se desangraba en la lucha contra el monstruo nazi puede ser mirado con cierta simpatía si se considera su carga de solidaridad, valor y tantas otras virtudes que entonces demostró el pueblo soviético. El personaje que hoy ocupa mi atención, comento que en aquel entonces, contaba con catorce años de edad y que había aprendido el oficio de esmerilador. Pronto ingresó al equipo de la fábrica pero su verdadera formación como futbolista empezó cuando hacía el servicio militar y se incorporó al ejército, en el que alcanzó el grado de coronel. Después en 1949 fichó por el Dínamo de Moscú y, en ese equipo siguió hasta el fin de su carrera.

Claro que le era hermoso recordar su trayectoria deportiva, pero ese placer tiene el contrapeso de la personalidad de sus obligaciones. Ahora, era subdirector de la Sección de Futbol del Comité Estatal de Educación Física y Deportes de la URSS. Y por ello en una medida importante, tenía en sus manos la formación de las nuevas generaciones de futbolistas soviéticos. La tarea puede parecer abrumadora si se piensa que el balompié ruso ya no brillaba como en años atrás, ni ocupaba un lugar privilegiado en el concierto mundial.

El último contraste olímpico en nuestra propia casa marca significativamente la diferencia con lo que ocurría dos décadas atrás. En efecto, en 1960 los futbolistas soviéticos inauguramos triunfalmente la estadística de la Eurocopa de Naciones. Quizás hay sido ese el momento cumbre de nuestro futbol. Cuatro años más tarde tuvimos que conformarnos con el subcampeonato, dado que España nos derrotó por dos uno, aun ahora me pregunto, ¿cómo fue que el delantero centro, Marcelino, uno de los cinco magníficos del Real Zaragoza pudo conectar aquel imponente remate de cabeza?

El extremo derecho español avanzó por su sector y lanzó un centro al vacío, a un lugar del campo fuera del área en el que no había ningún jugador. Como una luz apareció Marcelino quien en una “plancha” (palomita) perfecta. Y su cabezazo se fue al fondo de la red, cuando quise reaccionar, hacía un siglo que la pelota ya había pasado, a la izquierda de mi cuerpo. El estadio Santiago Bernabéu explotaba con la alegría de cien mil españoles y yo me quedaba masticando una sensación de derrota que no tardaría en confirmarse.

Anteriormente en las Olimpiadas de Melbourne en 1966, habíamos tenido otro momento de gloria, llegamos a Australia, mucho antes de que se inauguraran lo juegos, lo que nos permitió aclimatarnos. Aprovechamos el tiempo para celebrar un partido amistoso con el seleccionado de Australia. ¡Ganamos 18 a 1. En el torneo olímpico nos esperaban contrincantes mucho más experimentados, en especial la selección alemana. Con ella abrimos los Juegos Olímpicos.

Resultó un rival muy difícil pero triunfamos 2-1. Pensamos que en los cuartos de final podríamos tomarnos un descanso frente al teóricamente flojo equipo de Indonesia, pero una vez más quedó demostrado que no hay enemigo pequeño. Los indonesios clausuraron su área con nueve hombres y aunque nosotros disparamos a puerta 58 veces y lanzamos 27 tiros de esquina, el partido terminó 0-0, por suerte en el partido de desempate obtuvimos un cómoda victoria. En las semifinales disputamos un partido muy duro con los búlgaros, pero finalmente ganamos 2-1. El partido definitivo nos había arrebatado toda esperanza, lo jugamos contra Yugoslavia, el equipo que en las Olimpiadas anteriores, en Helsinky, nos había arrebatado toda esperanza de conquistar alguna medalla. En este duelo mostramos las cualidades necesarias para triunfar en los grandes torneos, voluntad de vencer, fuerza de carácter, patriotismo y en el éxito y, las medallas de oro correspondientes al futbol volaron con nosotros hacia Moscú.

Estos momentos de gloria, el de Melbourne y el de la Eurocopa de 1960 fueron borrados por el Mundial de 1962, jugado en Chile. El mal sabor que dejó este torneo es más intenso en lo personal, ya que mi fama de mejor portero del mundo, no evitó que cometiera dos errores muy importantes que dieron el triunfo a Chile y provocaron nuestra eliminación en cuartos de final. El cuarto lugar obtenido en el Mundial de Inglaterra 1966 fue nuestro canto del cisne, dado que en México, Uruguay nos eliminó también en cuartos de final y, posteriormente perdimos la clasificación para los mundiales de Alemania y Argentina.

¿Qué había pasado con el futbol soviético? Ocurre en primer lugar que no se contaba en ese momento con jugadores fuera de serie. Y podría haberlos, estoy convencido que a nivel juvenil eran los mejores del mundo, pero igual que ocurre en México, al hacerse mayores no mantienen las cualidades que antes insinuaron y, se hunden en la mediocridad o el anonimato, salvo algunas excepciones.

Me parece que la razón de este hecho está en que los jóvenes no saben sufrir, o mejor dicho, no quieren sufrir ni enfrentar los sacrificios que conlleva el futbol. Quizás el mayor nivel de vida de que goza nuestra sociedad influya en esto. Se me podrá contestar que los soviéticos mantenemos nuestra supremacía en otros deportes. Esto es cierto pero hay que tener en cuenta que jugar al futbol es mucho más difícil que en otro deporte. En el baloncesto, por ejemplo, basta con que el joven sobrepase los 185 centímetros para que se convierta en la estrella de un equipo. Lev Yachine continúa hoy siendo el deportista ruso más venerado, el monumento erigido en su memoria, permanece cubierto de ofrendas, la mayoría de turistas. Yachine es el único portero que ha recibido el Balón de Oro.

Hasta pronto amigo.

Igual que hemos admirado la grandeza de los futbolistas habilidosos y resistentes, hoy dedicaré este espacio a aquellos que siendo famosos por las mismas razones, fueron admirados además por su humildad y don de gente

Algo que en la actualidad pareciera haber pasado de moda. A los fanáticos del futbol les entusiasma más la colección de automóviles finos que posee Cristiano Ronaldo que su condición como jefe de familia, su persona en general.

Es admirable mirar hacia el pasado cuando en el plano personal se acumulaban buenos momentos. Porque incluso aquel lejano 1943, cuando la Patria se desangraba en la lucha contra el monstruo nazi puede ser mirado con cierta simpatía si se considera su carga de solidaridad, valor y tantas otras virtudes que entonces demostró el pueblo soviético. El personaje que hoy ocupa mi atención, comento que en aquel entonces, contaba con catorce años de edad y que había aprendido el oficio de esmerilador. Pronto ingresó al equipo de la fábrica pero su verdadera formación como futbolista empezó cuando hacía el servicio militar y se incorporó al ejército, en el que alcanzó el grado de coronel. Después en 1949 fichó por el Dínamo de Moscú y, en ese equipo siguió hasta el fin de su carrera.

Claro que le era hermoso recordar su trayectoria deportiva, pero ese placer tiene el contrapeso de la personalidad de sus obligaciones. Ahora, era subdirector de la Sección de Futbol del Comité Estatal de Educación Física y Deportes de la URSS. Y por ello en una medida importante, tenía en sus manos la formación de las nuevas generaciones de futbolistas soviéticos. La tarea puede parecer abrumadora si se piensa que el balompié ruso ya no brillaba como en años atrás, ni ocupaba un lugar privilegiado en el concierto mundial.

El último contraste olímpico en nuestra propia casa marca significativamente la diferencia con lo que ocurría dos décadas atrás. En efecto, en 1960 los futbolistas soviéticos inauguramos triunfalmente la estadística de la Eurocopa de Naciones. Quizás hay sido ese el momento cumbre de nuestro futbol. Cuatro años más tarde tuvimos que conformarnos con el subcampeonato, dado que España nos derrotó por dos uno, aun ahora me pregunto, ¿cómo fue que el delantero centro, Marcelino, uno de los cinco magníficos del Real Zaragoza pudo conectar aquel imponente remate de cabeza?

El extremo derecho español avanzó por su sector y lanzó un centro al vacío, a un lugar del campo fuera del área en el que no había ningún jugador. Como una luz apareció Marcelino quien en una “plancha” (palomita) perfecta. Y su cabezazo se fue al fondo de la red, cuando quise reaccionar, hacía un siglo que la pelota ya había pasado, a la izquierda de mi cuerpo. El estadio Santiago Bernabéu explotaba con la alegría de cien mil españoles y yo me quedaba masticando una sensación de derrota que no tardaría en confirmarse.

Anteriormente en las Olimpiadas de Melbourne en 1966, habíamos tenido otro momento de gloria, llegamos a Australia, mucho antes de que se inauguraran lo juegos, lo que nos permitió aclimatarnos. Aprovechamos el tiempo para celebrar un partido amistoso con el seleccionado de Australia. ¡Ganamos 18 a 1. En el torneo olímpico nos esperaban contrincantes mucho más experimentados, en especial la selección alemana. Con ella abrimos los Juegos Olímpicos.

Resultó un rival muy difícil pero triunfamos 2-1. Pensamos que en los cuartos de final podríamos tomarnos un descanso frente al teóricamente flojo equipo de Indonesia, pero una vez más quedó demostrado que no hay enemigo pequeño. Los indonesios clausuraron su área con nueve hombres y aunque nosotros disparamos a puerta 58 veces y lanzamos 27 tiros de esquina, el partido terminó 0-0, por suerte en el partido de desempate obtuvimos un cómoda victoria. En las semifinales disputamos un partido muy duro con los búlgaros, pero finalmente ganamos 2-1. El partido definitivo nos había arrebatado toda esperanza, lo jugamos contra Yugoslavia, el equipo que en las Olimpiadas anteriores, en Helsinky, nos había arrebatado toda esperanza de conquistar alguna medalla. En este duelo mostramos las cualidades necesarias para triunfar en los grandes torneos, voluntad de vencer, fuerza de carácter, patriotismo y en el éxito y, las medallas de oro correspondientes al futbol volaron con nosotros hacia Moscú.

Estos momentos de gloria, el de Melbourne y el de la Eurocopa de 1960 fueron borrados por el Mundial de 1962, jugado en Chile. El mal sabor que dejó este torneo es más intenso en lo personal, ya que mi fama de mejor portero del mundo, no evitó que cometiera dos errores muy importantes que dieron el triunfo a Chile y provocaron nuestra eliminación en cuartos de final. El cuarto lugar obtenido en el Mundial de Inglaterra 1966 fue nuestro canto del cisne, dado que en México, Uruguay nos eliminó también en cuartos de final y, posteriormente perdimos la clasificación para los mundiales de Alemania y Argentina.

¿Qué había pasado con el futbol soviético? Ocurre en primer lugar que no se contaba en ese momento con jugadores fuera de serie. Y podría haberlos, estoy convencido que a nivel juvenil eran los mejores del mundo, pero igual que ocurre en México, al hacerse mayores no mantienen las cualidades que antes insinuaron y, se hunden en la mediocridad o el anonimato, salvo algunas excepciones.

Me parece que la razón de este hecho está en que los jóvenes no saben sufrir, o mejor dicho, no quieren sufrir ni enfrentar los sacrificios que conlleva el futbol. Quizás el mayor nivel de vida de que goza nuestra sociedad influya en esto. Se me podrá contestar que los soviéticos mantenemos nuestra supremacía en otros deportes. Esto es cierto pero hay que tener en cuenta que jugar al futbol es mucho más difícil que en otro deporte. En el baloncesto, por ejemplo, basta con que el joven sobrepase los 185 centímetros para que se convierta en la estrella de un equipo. Lev Yachine continúa hoy siendo el deportista ruso más venerado, el monumento erigido en su memoria, permanece cubierto de ofrendas, la mayoría de turistas. Yachine es el único portero que ha recibido el Balón de Oro.

Hasta pronto amigo.