/ domingo 13 de febrero de 2022

Ocurrencias del fútbol | La humildad de un fuera de serie

Aunque lo haya dicho Perogrullo, no está de más recordarlo: un hombre nace para jugador de futbol sin que intervenga su voluntad; por tanto no hay ningún mérito mío en el hecho de haber nacido para futbolista.

Pienso, sin embargo, que me ayudó en mi evolución profesional no haber sabido lo que es la vanidad, incluso en el apogeo de mi carrera; la humildad siempre formó parte de mí mismo y creo que solo así me fue posible llegar a donde llegué, pues la modestia es un gran instrumento para ser algo en aquello para lo que se nació.

Conocí las mayores honras que un jugador de futbol puede ambicionar, pero no me deslumbré nunca, continué siempre buscando lo mejor en la certeza de que nunca se sabe todo lo que se puede saber, incluso como jugador de futbol. Tuve cuatro momentos culminantes en mi carrera: la conquista de la Copa de Campeones de Europa, el tercer lugar en el Mundial Inglaterra 1966 y la presencia en las selecciones de UEFA y de la FIFA. Y ninguno fue mejor que los otros, porque fueron momentos de felicidad diferente.

Me emocionó mucho el título europeo para el Benfica que correspondió a la caída definitiva del famoso equipo del Real Madrid. Fue mi primera gran conquista y apenas tenía 19 años de edad, también guardo un especial recuerdo del Mundial Inglaterra 1966 que corresponde a la vez a dos grandes alegrías y una gran tristeza.

Alegría porque fui el máximo goleador y porque fue una dignísima clasificación la obtenida por Portugal en esa primera vez que consiguió llegar a la fase final de un campeonato del mundo. Tristeza porque aún hoy pienso que pudimos haber sido campeones si no nos hubiera faltado un poco de suerte en el partido de semifinales frente a Inglaterra.

Nunca me gustó invocar a la suerte, pues pienso que todo esto forma parte del propio juego, de todos, pero realmente, no fuimos afortunados en aquel partido. Primero, cuando el árbitro no señaló un penalti cometido por Bobby Moore que jugó el balón con la mano; después, cuando Simoes no consiguió llegar a una pelota debido a sus piernas cortas y perdimos un gol cantado. Aquella pelota enviada a los pies de Coluna de Torres o los míos se habría convertido en gol y creo que habríamos llegado a la final, en la que todo podía ocurrir.

En contra de lo que entonces se dijo, no sentíamos la fatiga provocada por el partido contra Corea del Norte, que perdíamos 0-3 y que terminamos ganando 5-3. Por eso lloré al final de aquel partido con los ingleses. Fue una oportunidad única para que Portugal se proclamara campeón del mundo. Y a Inglaterra le benefició el hecho de jugar en casa, que siempre es una gran ventaja.

Ha pasado mucho tiempo, ¿cuál es el estado de nuestro balompié? La realidad es que no atraviesa por un buen momento. Faltan sin duda delanteros de excepción, pero me parece que lo que más falta hace es la humildad indispensable para cualquier jugador, y tal vez por eso pocos se acuerdan de que los partidos solo se ganan con goles.

Hoy en Portugal, cualquier jugador modesto está convencido de que es un “vedette” , la mayoría de ellos no chuta a la meta por el miedo a fallar y ser criticado por los periodistas y por el público, olvidándose que de cada diez remates, cuando menos uno es gol. Yo nunca tuve miedo de rematar ni siquiera después de haber salido del Benfica, cuando fui a jugar a los Estados Unidos, México y Canadá, lugares en los que tuve una experiencia muy interesante. Allí encontré una gran voluntad de aprender e igual que Pelé, Beckenbauer y tantos otros, hice lo que me fue posible para contribuir al desarrollo que los norteamericanos buscan para su futbol.

Ya como entrenador concreté mi gran sueño de volver al Benfica, en donde trabajé con jóvenes y niños, con cien niños a los cuales fui enseñando con mucho gusto algo de lo que Dios me dio y de lo que fui aprendiendo por esos mundos.

Pero al final, el gobierno portugués no fue tan agradecido con quien en el terreno de juego dio todo por Portugal, cuando encontrándose compitiendo en una Copa de Europa de Naciones, a su concentración le llegó la triste noticia del fallecimiento de su madre, en Maputo, Mozambique, tierra natal de Eusébio y excolonia portuguesa, lo que lo declaraba de doble nacionalidad.

Eusebio entonces pidió permiso para acompañar a su madre en el último momento de su vida, pero el gobierno de Portugal no concedió el permiso, lo que significó un duro golpe para la "Pantera Negra" del futbol europeo.

Seguramente habrá muchas historias semejantes a las de Yachine y Eusebio, solo que para los historiadores deportivos son más importantes los récords que las vidas ejemplares de los futbolistas, olvidando que el futbol es el mejor instrumento de integración a la sociedad y que en los aspectos axiomáticos que en él participan se encuentran todos los valores existenciales como son la honestidad, la lealtad, la puntualidad, la prudencia, el respeto, la obra bien hecha, el entusiasmo por el esfuerzo, el entusiasmo por el trabajo en equipo, etc., etc.

Hasta pronto amigo.

Aunque lo haya dicho Perogrullo, no está de más recordarlo: un hombre nace para jugador de futbol sin que intervenga su voluntad; por tanto no hay ningún mérito mío en el hecho de haber nacido para futbolista.

Pienso, sin embargo, que me ayudó en mi evolución profesional no haber sabido lo que es la vanidad, incluso en el apogeo de mi carrera; la humildad siempre formó parte de mí mismo y creo que solo así me fue posible llegar a donde llegué, pues la modestia es un gran instrumento para ser algo en aquello para lo que se nació.

Conocí las mayores honras que un jugador de futbol puede ambicionar, pero no me deslumbré nunca, continué siempre buscando lo mejor en la certeza de que nunca se sabe todo lo que se puede saber, incluso como jugador de futbol. Tuve cuatro momentos culminantes en mi carrera: la conquista de la Copa de Campeones de Europa, el tercer lugar en el Mundial Inglaterra 1966 y la presencia en las selecciones de UEFA y de la FIFA. Y ninguno fue mejor que los otros, porque fueron momentos de felicidad diferente.

Me emocionó mucho el título europeo para el Benfica que correspondió a la caída definitiva del famoso equipo del Real Madrid. Fue mi primera gran conquista y apenas tenía 19 años de edad, también guardo un especial recuerdo del Mundial Inglaterra 1966 que corresponde a la vez a dos grandes alegrías y una gran tristeza.

Alegría porque fui el máximo goleador y porque fue una dignísima clasificación la obtenida por Portugal en esa primera vez que consiguió llegar a la fase final de un campeonato del mundo. Tristeza porque aún hoy pienso que pudimos haber sido campeones si no nos hubiera faltado un poco de suerte en el partido de semifinales frente a Inglaterra.

Nunca me gustó invocar a la suerte, pues pienso que todo esto forma parte del propio juego, de todos, pero realmente, no fuimos afortunados en aquel partido. Primero, cuando el árbitro no señaló un penalti cometido por Bobby Moore que jugó el balón con la mano; después, cuando Simoes no consiguió llegar a una pelota debido a sus piernas cortas y perdimos un gol cantado. Aquella pelota enviada a los pies de Coluna de Torres o los míos se habría convertido en gol y creo que habríamos llegado a la final, en la que todo podía ocurrir.

En contra de lo que entonces se dijo, no sentíamos la fatiga provocada por el partido contra Corea del Norte, que perdíamos 0-3 y que terminamos ganando 5-3. Por eso lloré al final de aquel partido con los ingleses. Fue una oportunidad única para que Portugal se proclamara campeón del mundo. Y a Inglaterra le benefició el hecho de jugar en casa, que siempre es una gran ventaja.

Ha pasado mucho tiempo, ¿cuál es el estado de nuestro balompié? La realidad es que no atraviesa por un buen momento. Faltan sin duda delanteros de excepción, pero me parece que lo que más falta hace es la humildad indispensable para cualquier jugador, y tal vez por eso pocos se acuerdan de que los partidos solo se ganan con goles.

Hoy en Portugal, cualquier jugador modesto está convencido de que es un “vedette” , la mayoría de ellos no chuta a la meta por el miedo a fallar y ser criticado por los periodistas y por el público, olvidándose que de cada diez remates, cuando menos uno es gol. Yo nunca tuve miedo de rematar ni siquiera después de haber salido del Benfica, cuando fui a jugar a los Estados Unidos, México y Canadá, lugares en los que tuve una experiencia muy interesante. Allí encontré una gran voluntad de aprender e igual que Pelé, Beckenbauer y tantos otros, hice lo que me fue posible para contribuir al desarrollo que los norteamericanos buscan para su futbol.

Ya como entrenador concreté mi gran sueño de volver al Benfica, en donde trabajé con jóvenes y niños, con cien niños a los cuales fui enseñando con mucho gusto algo de lo que Dios me dio y de lo que fui aprendiendo por esos mundos.

Pero al final, el gobierno portugués no fue tan agradecido con quien en el terreno de juego dio todo por Portugal, cuando encontrándose compitiendo en una Copa de Europa de Naciones, a su concentración le llegó la triste noticia del fallecimiento de su madre, en Maputo, Mozambique, tierra natal de Eusébio y excolonia portuguesa, lo que lo declaraba de doble nacionalidad.

Eusebio entonces pidió permiso para acompañar a su madre en el último momento de su vida, pero el gobierno de Portugal no concedió el permiso, lo que significó un duro golpe para la "Pantera Negra" del futbol europeo.

Seguramente habrá muchas historias semejantes a las de Yachine y Eusebio, solo que para los historiadores deportivos son más importantes los récords que las vidas ejemplares de los futbolistas, olvidando que el futbol es el mejor instrumento de integración a la sociedad y que en los aspectos axiomáticos que en él participan se encuentran todos los valores existenciales como son la honestidad, la lealtad, la puntualidad, la prudencia, el respeto, la obra bien hecha, el entusiasmo por el esfuerzo, el entusiasmo por el trabajo en equipo, etc., etc.

Hasta pronto amigo.