/ viernes 24 de septiembre de 2021

Ocurrencias del futbol | La imaginación nos ofrece conclusiones inciertas

Efraín Herrera "El Cuchillo" es una de las víctimas de la imaginación de los comentaristas, que lo han convertido en una bestia temible, que basta que sea invocado, para que los actuales abuelitos cierren las puertas de la casa y, temblando de pavor, envíen a los niños a su recámara. Inevitable cambiar esta terrible fama de matón.

En su larga trayectoria como futbolista profesional, Efraín Herrera, mejor conocido como “El Cuchillo”, jamás fue expulsado de un partido.

Sin embargo, solamente recuerdo a Agustín Manzo, otro famoso quebrantahuesos, que pueda presumir de tantas horribles cicatrices producidas por las criminales agresiones de quienes sabían matar sin dejar evidencias, los invisibles cuyas imágenes fueron embellecidas por los falsos pinceles de los sabios del micrófono.

Si, “El Cuchillo” era un recio y eficaz defensor que, desde sus inicios en el Unión de Curtidores, se manifestó como un jugador con todo el perfil de un futbolista, alto, delgado, con las características del jugador diestro que, careciendo de habilidad, la maquilla con destreza. Recordemos que la habilidad es una cualidad que viene con el paquete, se tiene o no se tiene, y la única forma de imitarla es aprendiendo destreza.

La diferencia de la destreza de Efraín, es que la suya iba acompañada de una impresionante determinación. Cuando él iba por un balón solo se proponía dos opciones, o lo ganaba o lo ganaba, todo sin tocar siquiera a los contrarios, que eran derribados por la inercia semejante a la de una estampida de búfalos. Tuve el honor de charlar con él cuando jugaba para el Necaxa en 1994 o 1995, no recuerdo bien.

Aquel Necaxa, dirigido por Manuel Lapuente, era compuesto por tantas estrellas, que semejaba una galaxia: Navarro, Higareda, Eduardo Vilches, Octavio el “Picas” Becerril, Efraín “Cuchillo” Herrera, Esquivel, Ambriz, Alex Aguinaga, García Aspe, Peláez e Ivo Basay y cuando alguien se cansaba, estaban listos Bracamontes, Luis Hernández, Sergio Zárate, entre tantos otros, que entrenaban en aquellas hermosas instalaciones en Cuautitlán, en donde disponían de campos con el pasto del estadio Jalisco, del Azteca y el desaparecido Tec de Monterrey.

Pude platicar con él, con Nacho Ambriz y con Ivo Basay, sin encontrar diferencia de cuando lo hago con mis compañeros de la Mutualidad del Tecnológico de Madero y, claro, no podía faltar la clásica foto del recuerdo, la cual fue autografiada por Efraín, llevándome una sorpresa al mirar la ingeniosa forma en que aquella rúbrica semejaba con sus rasgos, un enorme cuchillo que encerraba su nombre.

Con aquella temporada se inició la era dorada de los Rayos del Necaxa, habían logrado permanecer invictos por diez jornadas y algunas goleadas memorables como el 7-0 sobre el Atlante y el 6-0 sobre Rayados de Monterrey, terminando en cuarto lugar de la tabla general. En la Liguilla eliminaron a los Tecos y en cuartos de final a las Chivas. La final fue contra el Cruz Azul que aparecía como gran favorito.

Tuve en aquella ocasión el permiso para permanecer cerca del círculo que formaban los jugadores mientras Manolo Lapuente transmitía las consignas a sus dirigidos. Después, antes del partido, “El Cuchillo” recibió esta indicación de parte del “Pelochas”: Efraín, tú anula a Julio Zamora y nosotros al resto del Cruz Azul y seremos campeones. Y así ocurrió, y El Cuchillo secó al argentino y, con eso, el socio de Zamora, Carlos Hermosillo, goleador de los cementeros, se quedó sin abastecedor de balones, para que, con goles de Ivo Basay y de Alex Aguinaga, el Necaxa se coronara por primera vez en su era profesional.

Efraín el “Cuchillo” Herrera compensaba su pobre técnica, con un despliegue físico y una determinación, que lo hacían confundirse con una fiera: Nicolás Navarro, sobrio y discreto, encabezó la defensa menos goleada en aquel 1994-1995; José María Higareda se caracterizó por ser un luchador ida y vuelta de aquella defensa; Eduardo Vilches era entregado y pundonoroso que daba buena salida; Octavio Becerril, marcador aguerrido y determinado; De Efraín Herrera ya lo dijimos todo; Gerardo Esquivel, gran recuperador que junto a García Aspe y Aguinaga organizaban la ofensiva; Ignacio Ambriz daba mucha seguridad en medio campo y su disparo era temible; Alberto García Aspe era el líder en la cancha que acarreaba y distribuía y, al igual que Ambriz, poseía un gran cañón.

Alex Aguinaga era el más talentoso de todos, distribuía juego, desbordaba y marcaba goles; Ricardo Peláez poseía un certero remate con la cabeza, y era el líder. Ivo Basay tenía muchos recursos para rematar y gran movilidad, fue el mejor anotador necaxista en esa campaña. Enrique Borja, presidente del club, dijo en aquella ocasión: Trajimos a Manolo por su mentalidad triunfadora y espíritu competitivo. Sin embargo, Manuel no ofreció un título, pero prometió un equipo con juego agresivo y espectacular.

Hasta pronto amigo.

Efraín Herrera "El Cuchillo" es una de las víctimas de la imaginación de los comentaristas, que lo han convertido en una bestia temible, que basta que sea invocado, para que los actuales abuelitos cierren las puertas de la casa y, temblando de pavor, envíen a los niños a su recámara. Inevitable cambiar esta terrible fama de matón.

En su larga trayectoria como futbolista profesional, Efraín Herrera, mejor conocido como “El Cuchillo”, jamás fue expulsado de un partido.

Sin embargo, solamente recuerdo a Agustín Manzo, otro famoso quebrantahuesos, que pueda presumir de tantas horribles cicatrices producidas por las criminales agresiones de quienes sabían matar sin dejar evidencias, los invisibles cuyas imágenes fueron embellecidas por los falsos pinceles de los sabios del micrófono.

Si, “El Cuchillo” era un recio y eficaz defensor que, desde sus inicios en el Unión de Curtidores, se manifestó como un jugador con todo el perfil de un futbolista, alto, delgado, con las características del jugador diestro que, careciendo de habilidad, la maquilla con destreza. Recordemos que la habilidad es una cualidad que viene con el paquete, se tiene o no se tiene, y la única forma de imitarla es aprendiendo destreza.

La diferencia de la destreza de Efraín, es que la suya iba acompañada de una impresionante determinación. Cuando él iba por un balón solo se proponía dos opciones, o lo ganaba o lo ganaba, todo sin tocar siquiera a los contrarios, que eran derribados por la inercia semejante a la de una estampida de búfalos. Tuve el honor de charlar con él cuando jugaba para el Necaxa en 1994 o 1995, no recuerdo bien.

Aquel Necaxa, dirigido por Manuel Lapuente, era compuesto por tantas estrellas, que semejaba una galaxia: Navarro, Higareda, Eduardo Vilches, Octavio el “Picas” Becerril, Efraín “Cuchillo” Herrera, Esquivel, Ambriz, Alex Aguinaga, García Aspe, Peláez e Ivo Basay y cuando alguien se cansaba, estaban listos Bracamontes, Luis Hernández, Sergio Zárate, entre tantos otros, que entrenaban en aquellas hermosas instalaciones en Cuautitlán, en donde disponían de campos con el pasto del estadio Jalisco, del Azteca y el desaparecido Tec de Monterrey.

Pude platicar con él, con Nacho Ambriz y con Ivo Basay, sin encontrar diferencia de cuando lo hago con mis compañeros de la Mutualidad del Tecnológico de Madero y, claro, no podía faltar la clásica foto del recuerdo, la cual fue autografiada por Efraín, llevándome una sorpresa al mirar la ingeniosa forma en que aquella rúbrica semejaba con sus rasgos, un enorme cuchillo que encerraba su nombre.

Con aquella temporada se inició la era dorada de los Rayos del Necaxa, habían logrado permanecer invictos por diez jornadas y algunas goleadas memorables como el 7-0 sobre el Atlante y el 6-0 sobre Rayados de Monterrey, terminando en cuarto lugar de la tabla general. En la Liguilla eliminaron a los Tecos y en cuartos de final a las Chivas. La final fue contra el Cruz Azul que aparecía como gran favorito.

Tuve en aquella ocasión el permiso para permanecer cerca del círculo que formaban los jugadores mientras Manolo Lapuente transmitía las consignas a sus dirigidos. Después, antes del partido, “El Cuchillo” recibió esta indicación de parte del “Pelochas”: Efraín, tú anula a Julio Zamora y nosotros al resto del Cruz Azul y seremos campeones. Y así ocurrió, y El Cuchillo secó al argentino y, con eso, el socio de Zamora, Carlos Hermosillo, goleador de los cementeros, se quedó sin abastecedor de balones, para que, con goles de Ivo Basay y de Alex Aguinaga, el Necaxa se coronara por primera vez en su era profesional.

Efraín el “Cuchillo” Herrera compensaba su pobre técnica, con un despliegue físico y una determinación, que lo hacían confundirse con una fiera: Nicolás Navarro, sobrio y discreto, encabezó la defensa menos goleada en aquel 1994-1995; José María Higareda se caracterizó por ser un luchador ida y vuelta de aquella defensa; Eduardo Vilches era entregado y pundonoroso que daba buena salida; Octavio Becerril, marcador aguerrido y determinado; De Efraín Herrera ya lo dijimos todo; Gerardo Esquivel, gran recuperador que junto a García Aspe y Aguinaga organizaban la ofensiva; Ignacio Ambriz daba mucha seguridad en medio campo y su disparo era temible; Alberto García Aspe era el líder en la cancha que acarreaba y distribuía y, al igual que Ambriz, poseía un gran cañón.

Alex Aguinaga era el más talentoso de todos, distribuía juego, desbordaba y marcaba goles; Ricardo Peláez poseía un certero remate con la cabeza, y era el líder. Ivo Basay tenía muchos recursos para rematar y gran movilidad, fue el mejor anotador necaxista en esa campaña. Enrique Borja, presidente del club, dijo en aquella ocasión: Trajimos a Manolo por su mentalidad triunfadora y espíritu competitivo. Sin embargo, Manuel no ofreció un título, pero prometió un equipo con juego agresivo y espectacular.

Hasta pronto amigo.