/ domingo 20 de septiembre de 2020

Ocurrencias del futbol | Lo que pita este silbato, nadie lo ha de protestar; no pita el que tiene ganas... pita el que sabe pitar

Que recuerde, en ningún otro campeonato, como en este, había visto tantas actuaciones arbitrales extrañas como en el actual Guardianes 2020.

De forma increíble, los señores silbantes han sostenido su criterio en contra de todos los testigos de una acción. Así, solo podemos suponer que son totalmente prepotentes, o que no conocen bien el reglamento. Y han sido tantas las malas actuaciones que no voy a dar nombres, pues siento que todo el cuerpo arbitral de México, desde sus jefes, es pésimo.

Y para ejemplo, basta hablar del juego del viernes entre Mazatlán y Cruz Azul, en el que se marcaron tres penaltis inexistentes y se validó uno en el que el tirador tocó el balón dos veces. Como todos sabemos, el tiro de penal, es el único castigo que observa el reglamento que se marca cuando dentro del área de penal, se ha cometido una falta. El balón se colocará en un punto previamente marcado a 11 metros de la línea de gol, sobre la que ha debe conservar contacto el portero cuando menos con un pie en el momento en que el castigo sea cobrado.

Jonathan Rodríguez, encargado de ejecutar el tiro, se había estado resbalando frecuentemente, por lo que había cambiado de zapatos hasta en tres ocasiones, sin resultado positivo, pues incluso una fracción de segundo antes de chocar su pie derecho con el balón, resbaló con el pie de apoyo (izquierdo), haciendo contacto con la pelota antes de que el pie derecho acabara por completar la acción. Recordemos que el tiro penal es un tiro libre directo, que se ejecuta con un solo golpe, salvo que el ejecutante lo quiera ceder a un compañero, el cual estará en libertad de darle los golpes que desee.

Jugada extrañísima que solamente la recuerdo en aquel penalti que Miguel Layún resbaló, pero con su pie izquierdo hacia afuera por lo que solo hizo contacto con el derecho, consumándose el gol de manera muy afortunada. Fuera de ese caso, jamás he visto un gol semejante. Pero si todos vimos lo que sucedió, ¿por qué el árbitro, que también miró aquello, dio por bueno el gol? Pareciera que estos señores tienen órdenes de no echar marcha atrás cuando han tomado una decisión. Pero la duda sigue en pie; ¿por qué dio por bueno el gol? y la única respuesta es, porque no conoce el reglamento y como el contacto primero fue involuntario, se aplicaría aquello de que “no fue intencional”.

Después de todo esto, el nerviosismo natural, lo hizo adoptar la postura que supongo se les aconseja a los árbitros, en donde retractarse presupone reconocer haber incurrido en un error, lo cual no es posible en la “infalible profesión de los árbitros. Todo esto ocurrió, todos lo vimos y, quedamos tan sorprendidos por todo: el resbalón, el toque leve al balón con el zapato izquierdo, el golpe descontrolado con el derecho, el hecho de que a pesar de todo, el balón cruzara la línea de gol y, que el portero fuera engañado casualmente, pues si se hubiera mantenido firme el balón hubiese caído en sus manos, para que después fuéramos impactados por la decisión arbitral.

Aquel debió haber sido un momento terrible para el árbitro. Lo veía igual que a un perro que dentro de su patio ladra y adopta la fiereza que le da la seguridad de encontrarse en su propiedad, pero que fuera de su querencia, queda expuesto a las figuras que su inseguridad ve agigantadas, no quedándole más que someterse escondiendo la cola entre las piernas, seguro que ustedes ya los han visto, pues así lucía ese desdichado árbitro, para quien en este momento, el ser destituido, le resultaría menos difícil de soportar que volver a enfrentar a las vacías tribunas de un estadio, lo cual le sería muy útil como preparación para cuando la pandemia permita que se vuelvan a abrir las puertas de los colosos y las tribunas vuelvan a dejar escuchar su estruendosa voz.

Así como he reconocido la enorme responsabilidad que representa ser un buen Director Técnico, pienso que ser árbitro lo es igual. Finalmente, veo las cosas como lo hiciera José Hernández, autor del libro gauchesco “Martín Fierro”, con el que hizo sonar las alarmas, pues los poemas, por verosímiles que sean, no cantan verdades, pueden sugerir como están las cosas, pero no cómo son ellas. Las ideologías, sin embargo, implican ideólogos, en ese caso, ellos casi siempre son abogados que expresan en forma oral o escrita los discursos justificativos del ejercicio del poder y, servilmente se subordinan al jefe y no le exigen que sea él quien muestre la cara, sino que se lo pasan practicando la lambisconería.

La ley positiva tiene un carácter instrumental y en el ejercicio del poder puede ser empleada para bien. En los versos de José Hernández, el gaucho percibe: “Es la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja, pero el asunto es sencillo: la ley es como el cuchillo, no ofende a quien lo maneja”... Es menester levantar la mira para ver al futbol mexicano, el sentido común se siente muy agusto con los versos que canta el gaucho, el cual respecto a la ley positiva sigue entonando: “La suelen llamar espada y el nombre le viene bien; los que la gobiernan ven a donde han de ir el tajo, le caí al que se halla abajo y corta sin ver a quien.

Vean ustedes, José Hernández escribió “Martín Fierro” en 1872 y, desde entonces eran visibles los peligros ocasionados por la mala interpretación de la ley, cuantos años han pasado y aún hay autoridades que son ejecutadas por gente que desconoce, o no sabe, o a propósito, hace mal uso de la ley. Con una insistencia que evidencia la necesidad de que la justicia sea clara, se exigió la implantación del VAR y, ahora, los mismos que la reclamaron, piden que desaparezca. ¿Cuántos años pasarán para que llegue otro sistema? lo seguro es que si lo van a manejar los mismos, nada cambiará.

Hasta pronto amigo.

Que recuerde, en ningún otro campeonato, como en este, había visto tantas actuaciones arbitrales extrañas como en el actual Guardianes 2020.

De forma increíble, los señores silbantes han sostenido su criterio en contra de todos los testigos de una acción. Así, solo podemos suponer que son totalmente prepotentes, o que no conocen bien el reglamento. Y han sido tantas las malas actuaciones que no voy a dar nombres, pues siento que todo el cuerpo arbitral de México, desde sus jefes, es pésimo.

Y para ejemplo, basta hablar del juego del viernes entre Mazatlán y Cruz Azul, en el que se marcaron tres penaltis inexistentes y se validó uno en el que el tirador tocó el balón dos veces. Como todos sabemos, el tiro de penal, es el único castigo que observa el reglamento que se marca cuando dentro del área de penal, se ha cometido una falta. El balón se colocará en un punto previamente marcado a 11 metros de la línea de gol, sobre la que ha debe conservar contacto el portero cuando menos con un pie en el momento en que el castigo sea cobrado.

Jonathan Rodríguez, encargado de ejecutar el tiro, se había estado resbalando frecuentemente, por lo que había cambiado de zapatos hasta en tres ocasiones, sin resultado positivo, pues incluso una fracción de segundo antes de chocar su pie derecho con el balón, resbaló con el pie de apoyo (izquierdo), haciendo contacto con la pelota antes de que el pie derecho acabara por completar la acción. Recordemos que el tiro penal es un tiro libre directo, que se ejecuta con un solo golpe, salvo que el ejecutante lo quiera ceder a un compañero, el cual estará en libertad de darle los golpes que desee.

Jugada extrañísima que solamente la recuerdo en aquel penalti que Miguel Layún resbaló, pero con su pie izquierdo hacia afuera por lo que solo hizo contacto con el derecho, consumándose el gol de manera muy afortunada. Fuera de ese caso, jamás he visto un gol semejante. Pero si todos vimos lo que sucedió, ¿por qué el árbitro, que también miró aquello, dio por bueno el gol? Pareciera que estos señores tienen órdenes de no echar marcha atrás cuando han tomado una decisión. Pero la duda sigue en pie; ¿por qué dio por bueno el gol? y la única respuesta es, porque no conoce el reglamento y como el contacto primero fue involuntario, se aplicaría aquello de que “no fue intencional”.

Después de todo esto, el nerviosismo natural, lo hizo adoptar la postura que supongo se les aconseja a los árbitros, en donde retractarse presupone reconocer haber incurrido en un error, lo cual no es posible en la “infalible profesión de los árbitros. Todo esto ocurrió, todos lo vimos y, quedamos tan sorprendidos por todo: el resbalón, el toque leve al balón con el zapato izquierdo, el golpe descontrolado con el derecho, el hecho de que a pesar de todo, el balón cruzara la línea de gol y, que el portero fuera engañado casualmente, pues si se hubiera mantenido firme el balón hubiese caído en sus manos, para que después fuéramos impactados por la decisión arbitral.

Aquel debió haber sido un momento terrible para el árbitro. Lo veía igual que a un perro que dentro de su patio ladra y adopta la fiereza que le da la seguridad de encontrarse en su propiedad, pero que fuera de su querencia, queda expuesto a las figuras que su inseguridad ve agigantadas, no quedándole más que someterse escondiendo la cola entre las piernas, seguro que ustedes ya los han visto, pues así lucía ese desdichado árbitro, para quien en este momento, el ser destituido, le resultaría menos difícil de soportar que volver a enfrentar a las vacías tribunas de un estadio, lo cual le sería muy útil como preparación para cuando la pandemia permita que se vuelvan a abrir las puertas de los colosos y las tribunas vuelvan a dejar escuchar su estruendosa voz.

Así como he reconocido la enorme responsabilidad que representa ser un buen Director Técnico, pienso que ser árbitro lo es igual. Finalmente, veo las cosas como lo hiciera José Hernández, autor del libro gauchesco “Martín Fierro”, con el que hizo sonar las alarmas, pues los poemas, por verosímiles que sean, no cantan verdades, pueden sugerir como están las cosas, pero no cómo son ellas. Las ideologías, sin embargo, implican ideólogos, en ese caso, ellos casi siempre son abogados que expresan en forma oral o escrita los discursos justificativos del ejercicio del poder y, servilmente se subordinan al jefe y no le exigen que sea él quien muestre la cara, sino que se lo pasan practicando la lambisconería.

La ley positiva tiene un carácter instrumental y en el ejercicio del poder puede ser empleada para bien. En los versos de José Hernández, el gaucho percibe: “Es la ley como la lluvia, nunca puede ser pareja, pero el asunto es sencillo: la ley es como el cuchillo, no ofende a quien lo maneja”... Es menester levantar la mira para ver al futbol mexicano, el sentido común se siente muy agusto con los versos que canta el gaucho, el cual respecto a la ley positiva sigue entonando: “La suelen llamar espada y el nombre le viene bien; los que la gobiernan ven a donde han de ir el tajo, le caí al que se halla abajo y corta sin ver a quien.

Vean ustedes, José Hernández escribió “Martín Fierro” en 1872 y, desde entonces eran visibles los peligros ocasionados por la mala interpretación de la ley, cuantos años han pasado y aún hay autoridades que son ejecutadas por gente que desconoce, o no sabe, o a propósito, hace mal uso de la ley. Con una insistencia que evidencia la necesidad de que la justicia sea clara, se exigió la implantación del VAR y, ahora, los mismos que la reclamaron, piden que desaparezca. ¿Cuántos años pasarán para que llegue otro sistema? lo seguro es que si lo van a manejar los mismos, nada cambiará.

Hasta pronto amigo.