/ martes 20 de julio de 2021

Ocurrencias del futbol | No importa si eres el mejor, tu obligación es intentarlo con toda tu voluntad

Ya lo hemos comentado muchas veces, no es posible jugar bien y perder, sin embargo sí se puede jugar mal y ganar. Y se puede explicar de esta forma, todos los goles son producto de un error cometido por quien lo recibe, en cambio, es posible ganar por medio de un gol totalmente circunstancial, un mal bote de balón, un autogol absurdo, etc.

En el juego de nuestra selección contra Trinidad y Tobago se jugó mucho mejor que contra El Salvador, sin embargo nuestro equipo no fue capaz de culminar una sola de las muchas opciones de gol creadas, no por errores cometidos sino por aciertos de los trinitarios. Así, cumplieron con un buen partido, pero no ganaron. Debemos de considerar que el rival también cuenta, nuestra inconformidad se debe a que no queremos reconocer que los demás vienen empujando mientras que nosotros los seguimos mirando como inferiores a los que no basta con ganar, sino que hay que pasar sobre ellos goleándolos.

Y esta obligación, impuesta por los comentaristas y apoyada por la borregada, hace que al transcurrir el tiempo del partido, al tardar en caer el gol necesario "el táctico", el jugador mexicano vaya cayendo en una desesperación que lo lleva al desaliento, de donde ya no puede salir. Esto lo pudimos comprobar en el juego contra El Salvador, el cual se ganó jugando mal, pues incluso el gol del triunfo fue totalmente circunstancial, pues Rodríguez, que recibió de Herrera, enganchó muy bien hacia adentro para quedar solo frente al portero salvadoreño, rematando con un tiro flojo, muy malo, que al rebotar en las piernas de un defensor, evitó que el portero pudiera hacer algo.

No podemos decir que se jugó bien solamente porque se ganó. A mí, en lo personal, no me han gustado las actuaciones de los defensas laterales Rodríguez y Gallardo, quienes no son capaces de culminar con un buen pase o centro sus múltiples llegadas al área contraria, pero lo peor es que no acaban de cumplir con su función defensiva, siendo superados infinidad de veces. Fuera de eso, el equipo funciona muy bien, solo que no saben a qué juegan y así se consumen los partidos en medio de un dominio estéril, sin que se presente la goleada "obligada" que imponen los sabios del micrófono, lo que va minando la voluntad del jugador hasta convertirlo en una caricatura, una piltrafa incapaz de reaccionar.

Edson Álvarez, el mejor jugador del partido, cometió un error que casi cuesta el gol en contra, que gracias a la gran intervención de Talavera (única en lo que va del torneo), no se reflejó en el marcador. Edson Álvarez "El Machín", tuvo arrestos suficientes para superar su falla, actitud propia de un buen líder, ojalá lo entienda y pueda asumir esa responsabilidad que es decisión propia, porque el liderazgo no se concede, es algo que se trae consigo. Pelé lo dice así. "Ahora comprendo la importancia de lo que hacía. Preocupado como estaba por el rendimiento del equipo, no me daba cuenta de que se estaba efectuando una transición en mi vida. Empezaba a ver el campo de juego desde afuera, con una perspectiva más amplia y, por ese motivo ejercía casi una labor docente: daba consejos con base en mi experiencia".

Nos ha tocado la mala suerte de que todo esto ocurra en tiempos de pandemia. Hoy como nunca, contamos con un extraordinario grupo de buenos jugadores y, sin embargo, divididos por estar atendiendo a dos necesidades (los juegos Olímpicos de Tokio y el octagonal de Concacaf) más la proximidad del inicio de la Liga MX 2021, la exigencia de goledas para cada contrincante que enfrentemos se convierte en un lastre difícil de cargar.

La tranquilidad de conciencia es uno de nuestros tesoros superiores, pero por desgracia, no la valoramos en el altísimo grado en que debemos aquilatarla. Podrá un jugador no temblar frente a otro jugador muy peligroso, pero en cambio sí temblará ante su propia conciencia. Podremos esquivar el juicio de los árbitros, pero raras veces podremos esquivar el implacable juicio de nuestra mala conciencia.

Ya en otras veces les he contado que en mis principios como jugador las derrotas de mi equipo me eran muy dolorosas debido a que, influenciado por la estúpida propuesta de que "el triunfo no es lo más importante, el triunfo es lo único", que me hacía aparecer como culpable de las derrotas de mi equipo, hasta que leyendo la Biblia descubrí que Dios no me pide que sea el mejor, pero me exige que lo intente con toda mi voluntad, entonces comprendí que si mi equipo había perdido era porque nuestros rivales estaban mejor preparados que nosotros, así que lo que necesitaba era entrenar lo necesario para poder igualarlos.

A partir de entonces, mi vida como jugador de futbol ha sido una fiesta permanente que me ha brindado una felicidad que puedo compartir con mi familia y con mis amigos. No podemos jugar bien y perder, pero sí podemos ganar jugando mal, el futbol es así, se gana y se pierde, igual que nos ocurre en la vida y, aceptarlo es vivir de acuerdo con la naturaleza. Lo importante es conocernos y tener una conciencia clara y tranquila.

Hasta pronto amigo.

Ya lo hemos comentado muchas veces, no es posible jugar bien y perder, sin embargo sí se puede jugar mal y ganar. Y se puede explicar de esta forma, todos los goles son producto de un error cometido por quien lo recibe, en cambio, es posible ganar por medio de un gol totalmente circunstancial, un mal bote de balón, un autogol absurdo, etc.

En el juego de nuestra selección contra Trinidad y Tobago se jugó mucho mejor que contra El Salvador, sin embargo nuestro equipo no fue capaz de culminar una sola de las muchas opciones de gol creadas, no por errores cometidos sino por aciertos de los trinitarios. Así, cumplieron con un buen partido, pero no ganaron. Debemos de considerar que el rival también cuenta, nuestra inconformidad se debe a que no queremos reconocer que los demás vienen empujando mientras que nosotros los seguimos mirando como inferiores a los que no basta con ganar, sino que hay que pasar sobre ellos goleándolos.

Y esta obligación, impuesta por los comentaristas y apoyada por la borregada, hace que al transcurrir el tiempo del partido, al tardar en caer el gol necesario "el táctico", el jugador mexicano vaya cayendo en una desesperación que lo lleva al desaliento, de donde ya no puede salir. Esto lo pudimos comprobar en el juego contra El Salvador, el cual se ganó jugando mal, pues incluso el gol del triunfo fue totalmente circunstancial, pues Rodríguez, que recibió de Herrera, enganchó muy bien hacia adentro para quedar solo frente al portero salvadoreño, rematando con un tiro flojo, muy malo, que al rebotar en las piernas de un defensor, evitó que el portero pudiera hacer algo.

No podemos decir que se jugó bien solamente porque se ganó. A mí, en lo personal, no me han gustado las actuaciones de los defensas laterales Rodríguez y Gallardo, quienes no son capaces de culminar con un buen pase o centro sus múltiples llegadas al área contraria, pero lo peor es que no acaban de cumplir con su función defensiva, siendo superados infinidad de veces. Fuera de eso, el equipo funciona muy bien, solo que no saben a qué juegan y así se consumen los partidos en medio de un dominio estéril, sin que se presente la goleada "obligada" que imponen los sabios del micrófono, lo que va minando la voluntad del jugador hasta convertirlo en una caricatura, una piltrafa incapaz de reaccionar.

Edson Álvarez, el mejor jugador del partido, cometió un error que casi cuesta el gol en contra, que gracias a la gran intervención de Talavera (única en lo que va del torneo), no se reflejó en el marcador. Edson Álvarez "El Machín", tuvo arrestos suficientes para superar su falla, actitud propia de un buen líder, ojalá lo entienda y pueda asumir esa responsabilidad que es decisión propia, porque el liderazgo no se concede, es algo que se trae consigo. Pelé lo dice así. "Ahora comprendo la importancia de lo que hacía. Preocupado como estaba por el rendimiento del equipo, no me daba cuenta de que se estaba efectuando una transición en mi vida. Empezaba a ver el campo de juego desde afuera, con una perspectiva más amplia y, por ese motivo ejercía casi una labor docente: daba consejos con base en mi experiencia".

Nos ha tocado la mala suerte de que todo esto ocurra en tiempos de pandemia. Hoy como nunca, contamos con un extraordinario grupo de buenos jugadores y, sin embargo, divididos por estar atendiendo a dos necesidades (los juegos Olímpicos de Tokio y el octagonal de Concacaf) más la proximidad del inicio de la Liga MX 2021, la exigencia de goledas para cada contrincante que enfrentemos se convierte en un lastre difícil de cargar.

La tranquilidad de conciencia es uno de nuestros tesoros superiores, pero por desgracia, no la valoramos en el altísimo grado en que debemos aquilatarla. Podrá un jugador no temblar frente a otro jugador muy peligroso, pero en cambio sí temblará ante su propia conciencia. Podremos esquivar el juicio de los árbitros, pero raras veces podremos esquivar el implacable juicio de nuestra mala conciencia.

Ya en otras veces les he contado que en mis principios como jugador las derrotas de mi equipo me eran muy dolorosas debido a que, influenciado por la estúpida propuesta de que "el triunfo no es lo más importante, el triunfo es lo único", que me hacía aparecer como culpable de las derrotas de mi equipo, hasta que leyendo la Biblia descubrí que Dios no me pide que sea el mejor, pero me exige que lo intente con toda mi voluntad, entonces comprendí que si mi equipo había perdido era porque nuestros rivales estaban mejor preparados que nosotros, así que lo que necesitaba era entrenar lo necesario para poder igualarlos.

A partir de entonces, mi vida como jugador de futbol ha sido una fiesta permanente que me ha brindado una felicidad que puedo compartir con mi familia y con mis amigos. No podemos jugar bien y perder, pero sí podemos ganar jugando mal, el futbol es así, se gana y se pierde, igual que nos ocurre en la vida y, aceptarlo es vivir de acuerdo con la naturaleza. Lo importante es conocernos y tener una conciencia clara y tranquila.

Hasta pronto amigo.