/ viernes 14 de febrero de 2020

Ocurrencias del Futbol | Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos

Aquel Tampico F.C. Campeón de Liga en 1952-53, sustentaba su poderío en los fuertes lazos de amistad que unían al grupo

Leyendo a Shakespeare, encuentro entre sus sabias frases las que acomodan perfectamente a aquel grupo de caballeros, sobre todas, aquella que dice "Une tu alma con vínculos de acero a los amigos que adoptaste después de examinada su conducta", que aparece en "Hamlet", dicha por Polonio, uno de sus protagonistas, como parte de otros consejos, al despedirse de su hijo Laertes. He escrito en otras columnas, que hay reflexiones de tan profunda sabiduría, que no me resisto a transcribirlas.

Ya les he contado casos como el de la gran experiencia que vivió Ernesto Candia en su estancia en Madrid, en donde formó parte de aquel poderoso equipo bicampeón del futbol español (1949-50 y 1950-51), el Atlético de Madrid, para regresar a Tampico y coronarse Campeón de Liga y Campeón de Campeones (1952-53) y, repetir la hazaña con el Marte y dos veces con el Zacatepec y, después como director técnico, ascender al Madero, al Pachuca y al Zacatepec. Pero eso no es todo, Candia llegó a México echando lumbre. El fue el autor del primer gol anotado en el futbol profesional de México y es el primer extranjero en anotar un triplete.

No hace tanto, aún en vida, Enrique Carretero García fue objeto de un homenaje que le organizó el tal Villela en su Claraboya Literaria. Ni el mismo Villela pensó que la convocatoria de Enrique fuera tal, echándole muchas ganas logró conseguir sillas para acomodar a toda la gente que asistió, una familia Sosa, parte de la colonia argentina en Tampico, se hizo presente cantando a la concurrencia varias canciones argentinas, con el señor Sosa a la guitarra y la señora Sosa con una preciosa voz que hizo las delicias de la concurrencia.

Otra pareja bailó extraordinariamente algunos tangos y, en el colmo, un tipo que pasaba por ahí, al escuchar que los señores Sosa cantarían unas tonadas de la provincia de Salta, se abrió paso entre la gente y dijo, señores, soy marino, mi barco está atracado en el muelle y salí a pasear, yo vengo de Salta y me llamó la atención que la mencionaran y, de pronto teníamos ahí a otro argentino bailando el difícil malambo y otros sones.

Estoy seguro que esa debió ser una de las inolvidables noches de Enrique que sonriente, desde su silla de ruedas disfrutaba de todo aquello... Recuerdo mi primer entrenamiento con el Tampico, al pisar el pasto del viejo estadio Tampico veo que todos los presentes se encontraban congregados en la portería sur, en donde se estaba llevando a cabo una ceremonia de despedida para dos grandes celestes, Grimaldo González y Enrique Carretero.

Ese día, el último en que Enrique se vistió de futbolista, se encontraba cumpliendo años. Tiempo después, Enrique Carretero García, guerrero de las canchas, con las medias caídas, la camisa de fuera y Campeón de Liga y Campeón de Campoeones, se despedía de la vida, justo el día de su cumpleaños.

Recuerdo que las veces que fui a jugar a León me sorprendió la cantidad de fotografías de Julio Ayllón Aparicio que se veían en las paredes de muchos negocios, aquí en cambio, la afición regional es muy olvidadiza. Pero estoy seguro que la gente de mi tiempo recordará la impresionante figura de Julio vistiendo pantalón blanco, camisa roja anudada a la cintura, mocasines blancos, calcetines rojos y su inseparable boina, aquel era, para quienes no lo conocieron, otro Lukaku u otro Altidor, físicamente imponente.

En un juego en Monterrey, Julio y yo, centros delanteros ambos, coincidimos en el centro del campo, algo extraño para dos centros de ataque... Se quedó mirándome y me preguntó, ¿tu eres nuevo verdad?... Sí, respondí gustoso de que uno de mis ídolos me tomara en cuenta... Lo supe, siempre me mandan al más pendejo para que me marque. Mira no les hagas caso, déjame, diviértete, yo de todos modos les voy a meter gol... y yo, con 17 años, me quedé como congelado sin decir nada... Tiempo después, ya como veteranos, fuimos compañeros de equipo en el Higo, Veracruz.

En mi primer año como jugador profesional, un día de enero frío y lluvioso en Monterrey, un defensor rival que quiso evitar mi remate se fue patinando sobre el pasto mojado, para ir a estrellar sus tacos justo en el empeine de mi pie izquierdo, ocasionándome una triple fractura (peroné, calcáneo y astrágalo), que acabó con mi participación pues el pronóstico decía que no volvería a jugar, incluso, aquí en Tampico se diagnosticó tuberculosis ósea debido a una inadecuada rehabilitación y se sugería amputar el pie...

Parado frente a la farmacia Plaza, esperando regresar a mi pueblo, conicidí con Salvador Ayala, otro de mis ídolos a quien conté lo sucedido... ¿Quieres jugar con nosotros? me preguntó... Luego me llevó ante el Ingeniero Vicente Inguanzo, se formuló un contrato muy especial, me mandaron con el Dr. Diego Alonso Hinojosa, quien en ocho meses salvó mi pie para continuar disfrutando por un largo tiempo de lo que más me gusta, Salvador me salvó... otro celeste de aquellos.

Aquel Tampico F.C. Campeón de Liga en 1952-53, sustentaba su poderío en los fuertes lazos de amistad que unían al grupo

Leyendo a Shakespeare, encuentro entre sus sabias frases las que acomodan perfectamente a aquel grupo de caballeros, sobre todas, aquella que dice "Une tu alma con vínculos de acero a los amigos que adoptaste después de examinada su conducta", que aparece en "Hamlet", dicha por Polonio, uno de sus protagonistas, como parte de otros consejos, al despedirse de su hijo Laertes. He escrito en otras columnas, que hay reflexiones de tan profunda sabiduría, que no me resisto a transcribirlas.

Ya les he contado casos como el de la gran experiencia que vivió Ernesto Candia en su estancia en Madrid, en donde formó parte de aquel poderoso equipo bicampeón del futbol español (1949-50 y 1950-51), el Atlético de Madrid, para regresar a Tampico y coronarse Campeón de Liga y Campeón de Campeones (1952-53) y, repetir la hazaña con el Marte y dos veces con el Zacatepec y, después como director técnico, ascender al Madero, al Pachuca y al Zacatepec. Pero eso no es todo, Candia llegó a México echando lumbre. El fue el autor del primer gol anotado en el futbol profesional de México y es el primer extranjero en anotar un triplete.

No hace tanto, aún en vida, Enrique Carretero García fue objeto de un homenaje que le organizó el tal Villela en su Claraboya Literaria. Ni el mismo Villela pensó que la convocatoria de Enrique fuera tal, echándole muchas ganas logró conseguir sillas para acomodar a toda la gente que asistió, una familia Sosa, parte de la colonia argentina en Tampico, se hizo presente cantando a la concurrencia varias canciones argentinas, con el señor Sosa a la guitarra y la señora Sosa con una preciosa voz que hizo las delicias de la concurrencia.

Otra pareja bailó extraordinariamente algunos tangos y, en el colmo, un tipo que pasaba por ahí, al escuchar que los señores Sosa cantarían unas tonadas de la provincia de Salta, se abrió paso entre la gente y dijo, señores, soy marino, mi barco está atracado en el muelle y salí a pasear, yo vengo de Salta y me llamó la atención que la mencionaran y, de pronto teníamos ahí a otro argentino bailando el difícil malambo y otros sones.

Estoy seguro que esa debió ser una de las inolvidables noches de Enrique que sonriente, desde su silla de ruedas disfrutaba de todo aquello... Recuerdo mi primer entrenamiento con el Tampico, al pisar el pasto del viejo estadio Tampico veo que todos los presentes se encontraban congregados en la portería sur, en donde se estaba llevando a cabo una ceremonia de despedida para dos grandes celestes, Grimaldo González y Enrique Carretero.

Ese día, el último en que Enrique se vistió de futbolista, se encontraba cumpliendo años. Tiempo después, Enrique Carretero García, guerrero de las canchas, con las medias caídas, la camisa de fuera y Campeón de Liga y Campeón de Campoeones, se despedía de la vida, justo el día de su cumpleaños.

Recuerdo que las veces que fui a jugar a León me sorprendió la cantidad de fotografías de Julio Ayllón Aparicio que se veían en las paredes de muchos negocios, aquí en cambio, la afición regional es muy olvidadiza. Pero estoy seguro que la gente de mi tiempo recordará la impresionante figura de Julio vistiendo pantalón blanco, camisa roja anudada a la cintura, mocasines blancos, calcetines rojos y su inseparable boina, aquel era, para quienes no lo conocieron, otro Lukaku u otro Altidor, físicamente imponente.

En un juego en Monterrey, Julio y yo, centros delanteros ambos, coincidimos en el centro del campo, algo extraño para dos centros de ataque... Se quedó mirándome y me preguntó, ¿tu eres nuevo verdad?... Sí, respondí gustoso de que uno de mis ídolos me tomara en cuenta... Lo supe, siempre me mandan al más pendejo para que me marque. Mira no les hagas caso, déjame, diviértete, yo de todos modos les voy a meter gol... y yo, con 17 años, me quedé como congelado sin decir nada... Tiempo después, ya como veteranos, fuimos compañeros de equipo en el Higo, Veracruz.

En mi primer año como jugador profesional, un día de enero frío y lluvioso en Monterrey, un defensor rival que quiso evitar mi remate se fue patinando sobre el pasto mojado, para ir a estrellar sus tacos justo en el empeine de mi pie izquierdo, ocasionándome una triple fractura (peroné, calcáneo y astrágalo), que acabó con mi participación pues el pronóstico decía que no volvería a jugar, incluso, aquí en Tampico se diagnosticó tuberculosis ósea debido a una inadecuada rehabilitación y se sugería amputar el pie...

Parado frente a la farmacia Plaza, esperando regresar a mi pueblo, conicidí con Salvador Ayala, otro de mis ídolos a quien conté lo sucedido... ¿Quieres jugar con nosotros? me preguntó... Luego me llevó ante el Ingeniero Vicente Inguanzo, se formuló un contrato muy especial, me mandaron con el Dr. Diego Alonso Hinojosa, quien en ocho meses salvó mi pie para continuar disfrutando por un largo tiempo de lo que más me gusta, Salvador me salvó... otro celeste de aquellos.