/ viernes 5 de junio de 2020

Ocurrencias del futbol | Todas las mañanas me despierta el canto de un chincho. ¿Por qué canta?

¿Será de dolor? o ¿Será de alegría?

Allá por el 2006, fui invitado para presentar el libro "Dios es redondo", del escritor Juan Villoro, la mejor pluma con que cuenta México en este momento. Propuesto por el "tal Villela" fui elegido junto a nuestro inolvidable amigo Juan Jesús Aguilar, quien se encargaría del análisis literario, en tanto que a mí me correspondía la parte deportiva. En aquel extraordinario libro, el escritor nos presenta el siguiente relato: "La posteridad memoriosa se justifica en plenitud en un deporte donde el enemigo central es un reloj, y donde las biografías son breves". Michel Platini comienza su libro "Mi vida como un partido", con esta confesión de ultratumba: "Morí el 17 de mayo de 1987 a la edad de 32 años, día en que me retiré del futbol".

EL MUNDIAL Y SUS MOMENTOS

La vida de las Copas del Mundo se nutre de momentos, imágenes que quedan guardadas en la memoria de los aficionados, dando fe de la magnitud que representa el máximo torneo futbolístico del orbe... ¿Qué sería de la Copa del Mundo sin la magia de Pelé, el protagonismo de Johan Cruyff, la contundencia del bombardero Gerd Müller, la picardía de Diego Armando Maradona o el corazón de Franz Beckenbauer? Y es que la importancia de un Mundial radica en los momentos que arroja, en los momentos más emblemáticos, desde Uruguay 1930 hasta Rusia 2018.

Cuántos suicidas abortaron su macabra intención solamente porque se perderían el siguiente Campeonato del Mundo. Nuestros abuelos (bis o tatarabuelos), estuvieron pendientes de lo que hizo Héctor Scarone en 1930 al coronarse de una forma que no podría ser mejor para ellos, al vencer a su acérrimo rival, Argentina, para entrar a la historia del futbol mundial como el primer país en organizar y ganar esa primera competición internacional (Mundial), para que cuatro años más tarde, y con los barruntes de la Segunda Guerra Mundial, fueran testigos de los primeros abusos de la tiranía del incipiente fascismo, representado por Benito Mussolini que acabó coronando a la escuadra azzurra.

ITALIA, BICAMPEÓN

Y en 1938, ya velando armas y con grandes manifestaciones de violencia en Europa, Francia fue testigo del bicampeonato italiano cuando Italia venció a Checoslovaquia 2 por 1, en donde Italia alineó con: Combi, Monzeglio, Allemandi, Ferraris IV, Monti, Bertolini, Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi... Mientras que Checoslovaquia jugó con: Planicka, Zenisek, Ctyroky, Kostalek, Cambal, Krcil, Junek, Svoboda, Sobot-ka, Nejedly y Puc... En la tribuna oficial, Mussolini manifestaba con su actitud arrogante que acudía a presenciar una victoria del fascismo encarnado en la escuadra azzurra.

REGRESO CON CARNAVAL

Despues estalló la Segunda Guerra Mundial y todo Europa suspendió su actividad deportiva por largos 12 años, reapareciendo en el enorme Maracaná en 1950, en un carnaval que inició como la fiesta más feliz jamás vista, y que terminó amargamente en medio del llanto del pueblo brasileño, que no pudo evitar que el pequeño país de Uruguay los venciera. Aquel Mundial de 1950 nos enseñó la condición humana colocada en dos posiciones distintas, la del triunfador, Uruguay, celebrando feliz su victoria, y los brasileños ahogando en los bares su pena, y en medio de esas dos condiciones, una que se salió de su confort, para consolar a los derrotados.

COMPARTIÓ SU DOLOR

Finalizado el juego, para los uruguayos todo era festejo y alegría, y ahí en el hotel en el que se hospedaban, organizaron su gran celebración jugadores y directivos, solamente uno, el mejor de todos durante los noventa minutos de juego, que no en balde era el capitan del equipo, Obdulio Varela, muy silenciosamente para que nadie lo notara, se separó del grupo y se fue por la calle a recorrer los bares de la ciudad. En medio de la euforia, Obdulio había sentido una gran pena por los derrotados y quiso compartir con ellos su dolor, y así lo hizo. Abrazado a ellos compartía la cerveza o lo que estuvieran tomando.

LOS CONTRASTES DE LA VIDA

"Y ellos me decían fu yo budulio, fu yo budulio, y yo callado, no les decía que yo era Obdulio, y así nos amanecimos". Eduardo Galeano, a quien le he escuchado esta narración, comenta que Varela no entendía cómo fue que repentinamente lo invadió una gran pena por aquella gente derrotada, que había visto sus sueños de gloria totalmente deshechos cuando Gigghia anotó el gol del triunfo uruguayo. El mismo Juan Villoro en su libro "Dios es redondo" se refiere a Moacir Barbosa, portero de la selección de Brasil, quien en pleno vuelo, al tocar el balón disparado por Gigghia, siente la gloria, y es esa la imagen feliz en la que él merece ser recordado, porque era un gran portero, y no al caer, donde en medio de un silencio sepulcral se da cuenta de que su toque con la mano no fue suficiente para impedir el gol... El pueblo brasileño jamás perdonó aquello... Al sepelio de Barbosa asistieron 7 personas.

¿Será de dolor? o ¿Será de alegría?

Allá por el 2006, fui invitado para presentar el libro "Dios es redondo", del escritor Juan Villoro, la mejor pluma con que cuenta México en este momento. Propuesto por el "tal Villela" fui elegido junto a nuestro inolvidable amigo Juan Jesús Aguilar, quien se encargaría del análisis literario, en tanto que a mí me correspondía la parte deportiva. En aquel extraordinario libro, el escritor nos presenta el siguiente relato: "La posteridad memoriosa se justifica en plenitud en un deporte donde el enemigo central es un reloj, y donde las biografías son breves". Michel Platini comienza su libro "Mi vida como un partido", con esta confesión de ultratumba: "Morí el 17 de mayo de 1987 a la edad de 32 años, día en que me retiré del futbol".

EL MUNDIAL Y SUS MOMENTOS

La vida de las Copas del Mundo se nutre de momentos, imágenes que quedan guardadas en la memoria de los aficionados, dando fe de la magnitud que representa el máximo torneo futbolístico del orbe... ¿Qué sería de la Copa del Mundo sin la magia de Pelé, el protagonismo de Johan Cruyff, la contundencia del bombardero Gerd Müller, la picardía de Diego Armando Maradona o el corazón de Franz Beckenbauer? Y es que la importancia de un Mundial radica en los momentos que arroja, en los momentos más emblemáticos, desde Uruguay 1930 hasta Rusia 2018.

Cuántos suicidas abortaron su macabra intención solamente porque se perderían el siguiente Campeonato del Mundo. Nuestros abuelos (bis o tatarabuelos), estuvieron pendientes de lo que hizo Héctor Scarone en 1930 al coronarse de una forma que no podría ser mejor para ellos, al vencer a su acérrimo rival, Argentina, para entrar a la historia del futbol mundial como el primer país en organizar y ganar esa primera competición internacional (Mundial), para que cuatro años más tarde, y con los barruntes de la Segunda Guerra Mundial, fueran testigos de los primeros abusos de la tiranía del incipiente fascismo, representado por Benito Mussolini que acabó coronando a la escuadra azzurra.

ITALIA, BICAMPEÓN

Y en 1938, ya velando armas y con grandes manifestaciones de violencia en Europa, Francia fue testigo del bicampeonato italiano cuando Italia venció a Checoslovaquia 2 por 1, en donde Italia alineó con: Combi, Monzeglio, Allemandi, Ferraris IV, Monti, Bertolini, Guaita, Meazza, Schiavio, Ferrari y Orsi... Mientras que Checoslovaquia jugó con: Planicka, Zenisek, Ctyroky, Kostalek, Cambal, Krcil, Junek, Svoboda, Sobot-ka, Nejedly y Puc... En la tribuna oficial, Mussolini manifestaba con su actitud arrogante que acudía a presenciar una victoria del fascismo encarnado en la escuadra azzurra.

REGRESO CON CARNAVAL

Despues estalló la Segunda Guerra Mundial y todo Europa suspendió su actividad deportiva por largos 12 años, reapareciendo en el enorme Maracaná en 1950, en un carnaval que inició como la fiesta más feliz jamás vista, y que terminó amargamente en medio del llanto del pueblo brasileño, que no pudo evitar que el pequeño país de Uruguay los venciera. Aquel Mundial de 1950 nos enseñó la condición humana colocada en dos posiciones distintas, la del triunfador, Uruguay, celebrando feliz su victoria, y los brasileños ahogando en los bares su pena, y en medio de esas dos condiciones, una que se salió de su confort, para consolar a los derrotados.

COMPARTIÓ SU DOLOR

Finalizado el juego, para los uruguayos todo era festejo y alegría, y ahí en el hotel en el que se hospedaban, organizaron su gran celebración jugadores y directivos, solamente uno, el mejor de todos durante los noventa minutos de juego, que no en balde era el capitan del equipo, Obdulio Varela, muy silenciosamente para que nadie lo notara, se separó del grupo y se fue por la calle a recorrer los bares de la ciudad. En medio de la euforia, Obdulio había sentido una gran pena por los derrotados y quiso compartir con ellos su dolor, y así lo hizo. Abrazado a ellos compartía la cerveza o lo que estuvieran tomando.

LOS CONTRASTES DE LA VIDA

"Y ellos me decían fu yo budulio, fu yo budulio, y yo callado, no les decía que yo era Obdulio, y así nos amanecimos". Eduardo Galeano, a quien le he escuchado esta narración, comenta que Varela no entendía cómo fue que repentinamente lo invadió una gran pena por aquella gente derrotada, que había visto sus sueños de gloria totalmente deshechos cuando Gigghia anotó el gol del triunfo uruguayo. El mismo Juan Villoro en su libro "Dios es redondo" se refiere a Moacir Barbosa, portero de la selección de Brasil, quien en pleno vuelo, al tocar el balón disparado por Gigghia, siente la gloria, y es esa la imagen feliz en la que él merece ser recordado, porque era un gran portero, y no al caer, donde en medio de un silencio sepulcral se da cuenta de que su toque con la mano no fue suficiente para impedir el gol... El pueblo brasileño jamás perdonó aquello... Al sepelio de Barbosa asistieron 7 personas.