/ domingo 10 de marzo de 2019

Con café y a media luz | Ojalá y esta sea la buena

Hace 25 años, cuando mi adolescencia estaba en plenitud y los ánimos de galancete preparatoriano me instaban a correr aventuras amorosas, el mejor lugar en Ciudad Madero para “echar novio” era la plaza “Isauro Alfaro”, corazón de la urbe petrolera.

Contrario a aquellos que piensen que el mejor sitio para las “lides de cupido” era playa de Miramar, este servidor añora las tardes de domingo en las que se podía platicar con alguna chiquilla bajo la sombra de uno de los árboles de ese histórico sitio, mientras que, tomados de la mano, un travieso ósculo escapaba de los labios para posarse en la mejilla sonrosada de la damisela.

Bien recuerdo que la plaza maderense tenía una magia de curioso contrasentido, se trataba de un estilo único construido armoniosamente por los detalles que coincidían en ella, algo así como “modernidad provinciana” o “provincianismo moderno”. Y es que, gracias al recurso petrolero y al espíritu cautivador de una población tropical, ribereña y costera, la plaza encerraba en cada losa, banca, jardinera e incluso en el vuelo unísono de las parvadas de pichones, la esencia misma de nuestra identidad.

Después del mediodía, “cuando el sol empezaba a bajar”, se podía llevar a la doncella a comer un elote o una paleta de limón del carrito de “La Perla” y disfrutar el choque refrescante de las brisas retozonas que provenían tanto de la playa, como del río y hacían remolinos que marchaban juguetones por entre los enamorados, mientras que, en el fondo, una tarima con bocinas anunciaba la presentación de artistas locales de talento de nivel internacional.

Era imperdible la oportunidad de subir al kiosco y, en su centro, tomarle fotos a la chica que nos “robaba” los suspiros al pensar en la profundidad de sus ojos color avellana. Bien recuerdo que ahorraba hasta un mes para poder comprar una película para poder hacerle “el detalle” a la niña que, tan inocente como yo, construía en su corazón y en su memoria la valía sentimental, histórica y noble de este lugar.

Los años transcurrieron y la vida me arrancó abruptamente de mi tierra natal y, cuando más lejos me encontraba, el mismo destino me devolvió para trabajar en el desaparecido noticiario de la televisora por cable de nuestra región. Allí, como lo he dicho en ocasiones anteriores, durante siete años se me permitió estar al frente del espacio matutino, por esta última razón, dos notas importantes tuve que presentar antes que mis compañeros: La muerte de Joaquín Hernández Galicia ocurrida en una madrugada y, con mucho dolor, la “remodelación” de la plaza “Isauro Alfaro”.

No se escapan de mi memoria las imágenes de una maqueta “vanguardista” presentada a los medios de comunicación. Una plancha con bancas metálicas que sustituían a las de madera y templetes translúcidos que “cubrirían” del sol de mayo a los paseantes en vez de los árboles que brindaban armonía y hogar para las aves que endulzaban con sus trinos las tardes de verano.

Más allá, justo frente al edificio de la sección uno de petróleos, un gigantesco tejabán, mezcla extraña de pilotes metálicos, estructuras de policarbonato y cristales de alta resistencia que, se dijo, serviría para reuniones multitudinarias de objetivos artísticos y culturales.

En el interior, bajo tierra, las autoridades presumían con “bombo y platillo” un estacionamiento y unas salas de cine que, si la memoria no me falla, tendrían por nombre “Cinemas Estrella” o algo así y tiendas de todo tipo de productos, al muy estilo de una ciudad canadiense.

También están en mi memoria las llamadas de don Nicolás Cisneros, habitante de esta ciudad, quien todos los días dejaba su comentario para que fuera transmitido por el espacio de noticias en franca protesta por lo que estaba ocurriendo. “¡¿Ya vieron?!”, decía en repetidas ocasiones con el objetivo de que su voz tuviera eco entre la población. Tristemente la decisión ya estaba tomada por dos figuras prominentes de la política tamaulipeca que “a medias luces” habían manifestado su franco interés por ese punto geográfico.

En una ocasión, le pregunté a un entrevistado involucrado en los quehaceres parlamentarios de la capital tamaulipeca: “¿Dónde quedó el kiosco?”, la respuesta que obtuve y no de él, fue una reprimenda por haber cuestionado un tema “tan delicado” en ese momento para el devenir maderense. A fin de cuentas, fue una “raya más al tigre”.

Aunque el rumor era que la pintoresca estructura ahora era propiedad de cierto personaje, en el 2016 los medios de comunicación de la localidad dieron cuenta que los herrajes del kiosco habían sido mutilados y “reciclados” como jardineras de árboles en el vivero de la municipalidad. Triste fin para tan excelsa obra.

Con las primeras lluvias, la construcción dejó entrever la realidad de lo que sería aquel “futuro prometedor”, una inundación ahogó las promesas del modernismo concebido por intereses particulares y vendido como el inicio de un futuro mejor a las nuevas generaciones cuya parcialidad e inexperiencia no les permitieron ver más allá de su propia opinión.

Los avatares de la política y las “relaciones impropias”, dejaron en una laguna jurídica a la plaza por lo que varias administraciones públicas no pudieron hacer algo al respecto, solamente esperar a que los tribunales de la capital emitieran una resolución que favoreciera a la ciudadanía.

Afortunadamente, una de las acciones que se ha anunciado en este Ayuntamiento ha sido la inversión de siete millones de pesos para construir un nuevo kiosco en el centro de la plaza emulando una medusa para armonizar con el simbolismo de una playa y de una ciudad hermana: Tampico y su “pulpo” de cantera que tiene en la Plaza de Armas.

Se ha mencionado, además, que los problemas de las inundaciones en el estacionamiento subterráneo han quedado solucionados por lo que a mitad de este 2019 este servicio quedará abierto a la población. Asimismo, la primera autoridad de la urbe petrolera ha sido enfático en que el objetivo primordial es incentivar a la inversión privada a apostarle a este proyecto que, junto con la remodelación de los mercados municipales, busca devolverle a Ciudad Madero, la magia que conocimos antaño y promover la identidad, como debe ser, en las nuevas generaciones. Debo decir que, ojalá y esta intención sea una realidad y, como dicen los jóvenes: “Sea la buena”.

¡Hasta la próxima!

licajimenezmcc@hotmail.com

Hace 25 años, cuando mi adolescencia estaba en plenitud y los ánimos de galancete preparatoriano me instaban a correr aventuras amorosas, el mejor lugar en Ciudad Madero para “echar novio” era la plaza “Isauro Alfaro”, corazón de la urbe petrolera.

Contrario a aquellos que piensen que el mejor sitio para las “lides de cupido” era playa de Miramar, este servidor añora las tardes de domingo en las que se podía platicar con alguna chiquilla bajo la sombra de uno de los árboles de ese histórico sitio, mientras que, tomados de la mano, un travieso ósculo escapaba de los labios para posarse en la mejilla sonrosada de la damisela.

Bien recuerdo que la plaza maderense tenía una magia de curioso contrasentido, se trataba de un estilo único construido armoniosamente por los detalles que coincidían en ella, algo así como “modernidad provinciana” o “provincianismo moderno”. Y es que, gracias al recurso petrolero y al espíritu cautivador de una población tropical, ribereña y costera, la plaza encerraba en cada losa, banca, jardinera e incluso en el vuelo unísono de las parvadas de pichones, la esencia misma de nuestra identidad.

Después del mediodía, “cuando el sol empezaba a bajar”, se podía llevar a la doncella a comer un elote o una paleta de limón del carrito de “La Perla” y disfrutar el choque refrescante de las brisas retozonas que provenían tanto de la playa, como del río y hacían remolinos que marchaban juguetones por entre los enamorados, mientras que, en el fondo, una tarima con bocinas anunciaba la presentación de artistas locales de talento de nivel internacional.

Era imperdible la oportunidad de subir al kiosco y, en su centro, tomarle fotos a la chica que nos “robaba” los suspiros al pensar en la profundidad de sus ojos color avellana. Bien recuerdo que ahorraba hasta un mes para poder comprar una película para poder hacerle “el detalle” a la niña que, tan inocente como yo, construía en su corazón y en su memoria la valía sentimental, histórica y noble de este lugar.

Los años transcurrieron y la vida me arrancó abruptamente de mi tierra natal y, cuando más lejos me encontraba, el mismo destino me devolvió para trabajar en el desaparecido noticiario de la televisora por cable de nuestra región. Allí, como lo he dicho en ocasiones anteriores, durante siete años se me permitió estar al frente del espacio matutino, por esta última razón, dos notas importantes tuve que presentar antes que mis compañeros: La muerte de Joaquín Hernández Galicia ocurrida en una madrugada y, con mucho dolor, la “remodelación” de la plaza “Isauro Alfaro”.

No se escapan de mi memoria las imágenes de una maqueta “vanguardista” presentada a los medios de comunicación. Una plancha con bancas metálicas que sustituían a las de madera y templetes translúcidos que “cubrirían” del sol de mayo a los paseantes en vez de los árboles que brindaban armonía y hogar para las aves que endulzaban con sus trinos las tardes de verano.

Más allá, justo frente al edificio de la sección uno de petróleos, un gigantesco tejabán, mezcla extraña de pilotes metálicos, estructuras de policarbonato y cristales de alta resistencia que, se dijo, serviría para reuniones multitudinarias de objetivos artísticos y culturales.

En el interior, bajo tierra, las autoridades presumían con “bombo y platillo” un estacionamiento y unas salas de cine que, si la memoria no me falla, tendrían por nombre “Cinemas Estrella” o algo así y tiendas de todo tipo de productos, al muy estilo de una ciudad canadiense.

También están en mi memoria las llamadas de don Nicolás Cisneros, habitante de esta ciudad, quien todos los días dejaba su comentario para que fuera transmitido por el espacio de noticias en franca protesta por lo que estaba ocurriendo. “¡¿Ya vieron?!”, decía en repetidas ocasiones con el objetivo de que su voz tuviera eco entre la población. Tristemente la decisión ya estaba tomada por dos figuras prominentes de la política tamaulipeca que “a medias luces” habían manifestado su franco interés por ese punto geográfico.

En una ocasión, le pregunté a un entrevistado involucrado en los quehaceres parlamentarios de la capital tamaulipeca: “¿Dónde quedó el kiosco?”, la respuesta que obtuve y no de él, fue una reprimenda por haber cuestionado un tema “tan delicado” en ese momento para el devenir maderense. A fin de cuentas, fue una “raya más al tigre”.

Aunque el rumor era que la pintoresca estructura ahora era propiedad de cierto personaje, en el 2016 los medios de comunicación de la localidad dieron cuenta que los herrajes del kiosco habían sido mutilados y “reciclados” como jardineras de árboles en el vivero de la municipalidad. Triste fin para tan excelsa obra.

Con las primeras lluvias, la construcción dejó entrever la realidad de lo que sería aquel “futuro prometedor”, una inundación ahogó las promesas del modernismo concebido por intereses particulares y vendido como el inicio de un futuro mejor a las nuevas generaciones cuya parcialidad e inexperiencia no les permitieron ver más allá de su propia opinión.

Los avatares de la política y las “relaciones impropias”, dejaron en una laguna jurídica a la plaza por lo que varias administraciones públicas no pudieron hacer algo al respecto, solamente esperar a que los tribunales de la capital emitieran una resolución que favoreciera a la ciudadanía.

Afortunadamente, una de las acciones que se ha anunciado en este Ayuntamiento ha sido la inversión de siete millones de pesos para construir un nuevo kiosco en el centro de la plaza emulando una medusa para armonizar con el simbolismo de una playa y de una ciudad hermana: Tampico y su “pulpo” de cantera que tiene en la Plaza de Armas.

Se ha mencionado, además, que los problemas de las inundaciones en el estacionamiento subterráneo han quedado solucionados por lo que a mitad de este 2019 este servicio quedará abierto a la población. Asimismo, la primera autoridad de la urbe petrolera ha sido enfático en que el objetivo primordial es incentivar a la inversión privada a apostarle a este proyecto que, junto con la remodelación de los mercados municipales, busca devolverle a Ciudad Madero, la magia que conocimos antaño y promover la identidad, como debe ser, en las nuevas generaciones. Debo decir que, ojalá y esta intención sea una realidad y, como dicen los jóvenes: “Sea la buena”.

¡Hasta la próxima!

licajimenezmcc@hotmail.com