/ jueves 25 de julio de 2019

Olfato y sentido patriótico

A lo largo de la historia el pueblo mexicano ha adoptado conductas que reflejan el respeto o el resentimiento que sienten por quien los representa en la Presidencia de la República. Siempre ha sido así. No recuerdo haber sido testigo del rechazo social generalizado de todas las clases sociales a un mandatario nacional, como el que está generalizándose en estos días.

En el pasado reciente con Díaz Ordaz y Luis Echeverría, la repulsión de la que fueron objeto por los sectores sociales era porque en ese tiempo el presidente de México giraba sobre una atmósfera social en la que no existía una cultura de los derechos humanos que pudiera enfrentarse al “principio de autoridad” sobre el que giraban los actos de gobierno del Estado mexicano. El orden por encima de todo. Incluso, como sucedió en el “68” por encima de la vida de los estudiantes mexicanos.

Los últimos mandatarios a los que el pueblo de México les otorgó un sincero respeto a su investidura y a sus actos de gobierno establecen en primer lugar al general Lázaro Cárdenas del Río, que fue un mexicano formado en el ejército y que actuó en otro estadio de factores internacionales, cuando el mundo estaba dividido en dos grandes bloques: el capitalismo norteamericano y el comunismo soviético. Inteligente e identificado con sus principios el presidente Cárdenas se ubicó políticamente en un centro nacionalista, que permitió e hizo posible para fortuna de los mexicanos fortalecer el camino para alcanzar que el estado nacional obtuviera un sólido grado de soberanía y de respeto en el concierto de las naciones, con todo y que el presidente Cárdenas por su idiosincrasia mexicana y vocación indigenista gobernó conscientemente en favor de las mayorías que seguían en el infortunio (como hasta ahora) que produjo el latifundismo incubado desde la reforma y protegido y estimulado por el porfiriato.

Adolfo López Mateos es otro presidente mexicano a quien el imaginario colectivo de este país recuerda con afecto y gracia. Era un hombre carismático, aficionado al boxeo, algunas fuentes señalan que era hijo natural, originario del Estado de México, miembro de la generación del “29” que lucho con José Vasconcelos como candidato a la Presidencia de la República en contra del militarismo que se sentía propietario del país. Dueño de una brillante oratoria como la que en esos tiempos de inteligencia y cultura se usaba para comunicarse y trazar el ritmo de la historia en la sociedad mexicana. Todo el pueblo de México sabía que era un admirador de las mujeres hermosas, que por las noches salía de la residencia oficial de Los Pinos, manejando personalmente un automóvil deportivo, cuentan algunas fuentes orales, que pasaba a la casa de Alicia Arellano, una bellísima sonorense, para pasearla furtivamente por el centro de la ciudad del ex Distrito Federal.

Siempre recordaremos que López Mateos sostuvo una conducta recta, digna y patriótica con el imperio norteamericano, que entendió la Presidencia de la República como ̶ el ejercicio de una razón de Estado ̶ y no como un acto pragmático, muy frecuentes en el mundo de los negocios internacionales, en donde la soberanía y la identidad de una nación no son un factor que determine la conducta de los mandatarios. López Mateos nacionalizó la industria eléctrica en favor del pueblo de México arrancándosela de los intereses extranjeros, (que hoy con las reformas implementadas por Peña Nieto están volviendo a esas manos privadas). Pero sobre todo, igual que el presidente Cárdenas, López Mateos tenía la mágica virtud de saber lo que el pueblo de México quería y lo que los mexicanos odiaban. Tenían un sexto sentido.

En el mandato anterior cuando Peña Nieto compareció en la televisión anunciando el nombramiento de Luis Videgaray Caso como nuevo secretario de Relaciones Exteriores, en sustitución de Claudia Ruiz Massieu (sobrina de Carlos Salinas de Gortari) llegué a la conclusión de que el presidente Enrique Peña Nieto no contaba con ese sexto sentido del que hicieron gala en su momento en coyunturas históricas Lázaro Cárdenas y López Mateos. Estoy convencido de que Enrique Peña Nieto nunca tuvo la menor idea de lo que le gusta al pueblo de México y sobre todo no está consciente de lo que los mexicanos repudiamos. Luis Videgaray era repudiado por la opinión pública mexicana por haber sido el artífice de traer como candidato a la Presidencia de los Estados Unidos a Donald Trump a México, sin cubrir el protocolo de tener confirmada la comparecencia antes o después a la candidata demócrata Hillary Clinton.

Los mexicanos nos dimos cuenta que Peña Nieto buscaba la idiosincrasia de los estadounidenses, que están demostrando sentir un odio natural por los migrantes mexicanos y los latinos en general, pero un absoluto desconocimiento y falta de respeto al sentimiento generalizado de rechazo al presidente norteamericano por parte del pueblo mexicano que en los momentos de dureza se transforma y adopta un conducta de resistencia.


A lo largo de la historia el pueblo mexicano ha adoptado conductas que reflejan el respeto o el resentimiento que sienten por quien los representa en la Presidencia de la República. Siempre ha sido así. No recuerdo haber sido testigo del rechazo social generalizado de todas las clases sociales a un mandatario nacional, como el que está generalizándose en estos días.

En el pasado reciente con Díaz Ordaz y Luis Echeverría, la repulsión de la que fueron objeto por los sectores sociales era porque en ese tiempo el presidente de México giraba sobre una atmósfera social en la que no existía una cultura de los derechos humanos que pudiera enfrentarse al “principio de autoridad” sobre el que giraban los actos de gobierno del Estado mexicano. El orden por encima de todo. Incluso, como sucedió en el “68” por encima de la vida de los estudiantes mexicanos.

Los últimos mandatarios a los que el pueblo de México les otorgó un sincero respeto a su investidura y a sus actos de gobierno establecen en primer lugar al general Lázaro Cárdenas del Río, que fue un mexicano formado en el ejército y que actuó en otro estadio de factores internacionales, cuando el mundo estaba dividido en dos grandes bloques: el capitalismo norteamericano y el comunismo soviético. Inteligente e identificado con sus principios el presidente Cárdenas se ubicó políticamente en un centro nacionalista, que permitió e hizo posible para fortuna de los mexicanos fortalecer el camino para alcanzar que el estado nacional obtuviera un sólido grado de soberanía y de respeto en el concierto de las naciones, con todo y que el presidente Cárdenas por su idiosincrasia mexicana y vocación indigenista gobernó conscientemente en favor de las mayorías que seguían en el infortunio (como hasta ahora) que produjo el latifundismo incubado desde la reforma y protegido y estimulado por el porfiriato.

Adolfo López Mateos es otro presidente mexicano a quien el imaginario colectivo de este país recuerda con afecto y gracia. Era un hombre carismático, aficionado al boxeo, algunas fuentes señalan que era hijo natural, originario del Estado de México, miembro de la generación del “29” que lucho con José Vasconcelos como candidato a la Presidencia de la República en contra del militarismo que se sentía propietario del país. Dueño de una brillante oratoria como la que en esos tiempos de inteligencia y cultura se usaba para comunicarse y trazar el ritmo de la historia en la sociedad mexicana. Todo el pueblo de México sabía que era un admirador de las mujeres hermosas, que por las noches salía de la residencia oficial de Los Pinos, manejando personalmente un automóvil deportivo, cuentan algunas fuentes orales, que pasaba a la casa de Alicia Arellano, una bellísima sonorense, para pasearla furtivamente por el centro de la ciudad del ex Distrito Federal.

Siempre recordaremos que López Mateos sostuvo una conducta recta, digna y patriótica con el imperio norteamericano, que entendió la Presidencia de la República como ̶ el ejercicio de una razón de Estado ̶ y no como un acto pragmático, muy frecuentes en el mundo de los negocios internacionales, en donde la soberanía y la identidad de una nación no son un factor que determine la conducta de los mandatarios. López Mateos nacionalizó la industria eléctrica en favor del pueblo de México arrancándosela de los intereses extranjeros, (que hoy con las reformas implementadas por Peña Nieto están volviendo a esas manos privadas). Pero sobre todo, igual que el presidente Cárdenas, López Mateos tenía la mágica virtud de saber lo que el pueblo de México quería y lo que los mexicanos odiaban. Tenían un sexto sentido.

En el mandato anterior cuando Peña Nieto compareció en la televisión anunciando el nombramiento de Luis Videgaray Caso como nuevo secretario de Relaciones Exteriores, en sustitución de Claudia Ruiz Massieu (sobrina de Carlos Salinas de Gortari) llegué a la conclusión de que el presidente Enrique Peña Nieto no contaba con ese sexto sentido del que hicieron gala en su momento en coyunturas históricas Lázaro Cárdenas y López Mateos. Estoy convencido de que Enrique Peña Nieto nunca tuvo la menor idea de lo que le gusta al pueblo de México y sobre todo no está consciente de lo que los mexicanos repudiamos. Luis Videgaray era repudiado por la opinión pública mexicana por haber sido el artífice de traer como candidato a la Presidencia de los Estados Unidos a Donald Trump a México, sin cubrir el protocolo de tener confirmada la comparecencia antes o después a la candidata demócrata Hillary Clinton.

Los mexicanos nos dimos cuenta que Peña Nieto buscaba la idiosincrasia de los estadounidenses, que están demostrando sentir un odio natural por los migrantes mexicanos y los latinos en general, pero un absoluto desconocimiento y falta de respeto al sentimiento generalizado de rechazo al presidente norteamericano por parte del pueblo mexicano que en los momentos de dureza se transforma y adopta un conducta de resistencia.