/ domingo 19 de septiembre de 2021

Oración por nuestra patria

Señor, Tú que nos diste una patria tan grande como rica en recursos, permite que sepamos luchar para tenerlos, pero luego usarlos con sabiduría y con justicia. Que hermanados por nuestra sangre mestiza, no olvidemos nunca nuestros valores ancestrales, en este mundo seducido por la fugitiva veleidad de lo novedoso.

Que busquemos crecer juntos, aunque pensemos diferente; que nuestras opiniones no alejen nuestros corazones de los corazones de los demás y que seamos capaces de aceptar que nadie es heredero absoluto de la verdad. Que haya un México y no muchos, que abandonemos para siempre los divisionismos que solo engendran egoísmo y rencor; que logremos encontrar en lo esencial el rumbo que nos una y nos curemos mutuamente las heridas, esas que nos inferimos neciamente en nuestras luchas enconadas y estériles, sobre todo cuando se trata de la lucha por el poder, o de imponer nuestras ideas a los demás.

Que sepamos entendernos en lugar de agredirnos, porque solamente así habrá paz para crecer; que sepamos emplear nuestro maravilloso ingenio y nuestra creatividad para construir y no para destruir a aquel que consideramos nuestro enemigo, tan solo porque es nuestro adversario ideológico. Y que juntos edifiquemos una patria común y generosa, porque ella lo merece más que nuestros nefastos e inútiles desencuentros.

Que nos respetemos, a pesar de nuestras diferencias; que nuestra dignidad no se sienta vulnerada por el que no acepta ideas o creencias divergentes y hasta hace mofa de quienes piensan diferente; que la discriminación sea expulsada para siempre de nuestra vida y que todos sepamos ver a los demás como quisiéramos que ellos nos vieran. Y que dejemos los protagonismos estériles para los artistas de espectáculos y sus vanidades.

Que seamos capaces de imaginar un destino justo e incluyente y no pensemos que es la exclusiva heredad de unos cuantos privilegiados; que encontremos placer en la colaboración que construye para más tarde; que renazca en nuestro corazón la certeza de que podemos confiar unos en los otros y tengamos el suficiente sentido común como para entender que nuestro caminar estará siempre incompleto si apartamos de él a quien es diferente de nosotros. Y que ya no vivamos “aquejados de pasado” como dice Octavio Paz y en su lugar soñemos en un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros.

Que la honestidad sea nuestra divisa y el amor al trabajo la seguridad de que creceremos si luchamos por ello; que la solidaridad sea el esfuerzo diario por encontrar el consenso que nos hará realmente competitivos y que veamos que compartir nos enriquece y es la única fórmula con que derrotaremos la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

Que veamos más allá de nuestro diminuto, egoísta y cómodo mundo; que nos duela que muchos compatriotas carezcan de lo más elemental, mientras que otros disfrutan hasta de lo superfluo; que la patria es de todos y no de unos cuantos iluminados que se creen sus propietarios y además presumen de saber lo que nos conviene. Y que finalmente comprendamos que las fuerzas, mientras más se repelan en lugar de unirse, nos harán menos capaces de edificar ese futuro luminoso tan deseado para nuestros hijos.

Haz, Señor, que en cada hogar, en cada barrio, en cada poblado y en cada ciudad, seamos capaces de pensar un poco en los demás. En el indígena marginado por siglos, en el desempleado sin trabajo ni autoestima, en el niño maltratado y ofendido y en nuestras mujeres, injustamente atadas a paradigmas caducos, ya que todo eso es el impedimento de nuestro crecer como nación y no los mitos fantasiosos que nos inventan los políticos. Te pedimos porque cese ya en nuestra patria el crimen, la agresión al indefenso y el temor en que vivimos por la delincuencia desatada muchas veces prohijada por la autoridad. Que lo mismo suceda con la violencia intrafamiliar, tanto física como verbal, que a todos empobrece. Y que juntos construyamos una nación que nos cobije a todos; que nos permitamos creer a pesar de la sospecha, amar a pesar del desdén y luchar por encima del pensamiento infecundo, de que es inútil nuestro esfuerzo.

Te pedimos finalmente, Señor, nuestros dirigentes políticos y religiosos, para que sepan conducirnos por el rumbo de la paz y el crecimiento y piensen en nosotros como personas y no como votos o fieles y que no seamos solo el blanco ingenuo de su retórica repetitiva y vacía.

Y que nuestros gobernantes sepan realmente escucharnos, que su proyecto de nación nos incluya a todos; que siembren en nosotros la credibilidad de que sus esfuerzos de campaña durarán más allá de la redención momentánea de su discurso y se traduzca en hechos para el mañana. Y que no porque los elegimos para representarnos, crean que son los dueños de nuestro pensamiento, sin tener ninguna obligación de rendir cuentas a nadie sino a su propia vanidad. Y todo esto te lo pedimos Señor, porque estamos ciertos que un arcángel tuyo ciñó de olivos y de esperanzas las sienes de nuestra querida patria y que nuestro destino fue en verdad escrita en el mismo cielo y por tu propia Mano.

Señor, Tú que nos diste una patria tan grande como rica en recursos, permite que sepamos luchar para tenerlos, pero luego usarlos con sabiduría y con justicia. Que hermanados por nuestra sangre mestiza, no olvidemos nunca nuestros valores ancestrales, en este mundo seducido por la fugitiva veleidad de lo novedoso.

Que busquemos crecer juntos, aunque pensemos diferente; que nuestras opiniones no alejen nuestros corazones de los corazones de los demás y que seamos capaces de aceptar que nadie es heredero absoluto de la verdad. Que haya un México y no muchos, que abandonemos para siempre los divisionismos que solo engendran egoísmo y rencor; que logremos encontrar en lo esencial el rumbo que nos una y nos curemos mutuamente las heridas, esas que nos inferimos neciamente en nuestras luchas enconadas y estériles, sobre todo cuando se trata de la lucha por el poder, o de imponer nuestras ideas a los demás.

Que sepamos entendernos en lugar de agredirnos, porque solamente así habrá paz para crecer; que sepamos emplear nuestro maravilloso ingenio y nuestra creatividad para construir y no para destruir a aquel que consideramos nuestro enemigo, tan solo porque es nuestro adversario ideológico. Y que juntos edifiquemos una patria común y generosa, porque ella lo merece más que nuestros nefastos e inútiles desencuentros.

Que nos respetemos, a pesar de nuestras diferencias; que nuestra dignidad no se sienta vulnerada por el que no acepta ideas o creencias divergentes y hasta hace mofa de quienes piensan diferente; que la discriminación sea expulsada para siempre de nuestra vida y que todos sepamos ver a los demás como quisiéramos que ellos nos vieran. Y que dejemos los protagonismos estériles para los artistas de espectáculos y sus vanidades.

Que seamos capaces de imaginar un destino justo e incluyente y no pensemos que es la exclusiva heredad de unos cuantos privilegiados; que encontremos placer en la colaboración que construye para más tarde; que renazca en nuestro corazón la certeza de que podemos confiar unos en los otros y tengamos el suficiente sentido común como para entender que nuestro caminar estará siempre incompleto si apartamos de él a quien es diferente de nosotros. Y que ya no vivamos “aquejados de pasado” como dice Octavio Paz y en su lugar soñemos en un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros.

Que la honestidad sea nuestra divisa y el amor al trabajo la seguridad de que creceremos si luchamos por ello; que la solidaridad sea el esfuerzo diario por encontrar el consenso que nos hará realmente competitivos y que veamos que compartir nos enriquece y es la única fórmula con que derrotaremos la pobreza, la desigualdad y la injusticia.

Que veamos más allá de nuestro diminuto, egoísta y cómodo mundo; que nos duela que muchos compatriotas carezcan de lo más elemental, mientras que otros disfrutan hasta de lo superfluo; que la patria es de todos y no de unos cuantos iluminados que se creen sus propietarios y además presumen de saber lo que nos conviene. Y que finalmente comprendamos que las fuerzas, mientras más se repelan en lugar de unirse, nos harán menos capaces de edificar ese futuro luminoso tan deseado para nuestros hijos.

Haz, Señor, que en cada hogar, en cada barrio, en cada poblado y en cada ciudad, seamos capaces de pensar un poco en los demás. En el indígena marginado por siglos, en el desempleado sin trabajo ni autoestima, en el niño maltratado y ofendido y en nuestras mujeres, injustamente atadas a paradigmas caducos, ya que todo eso es el impedimento de nuestro crecer como nación y no los mitos fantasiosos que nos inventan los políticos. Te pedimos porque cese ya en nuestra patria el crimen, la agresión al indefenso y el temor en que vivimos por la delincuencia desatada muchas veces prohijada por la autoridad. Que lo mismo suceda con la violencia intrafamiliar, tanto física como verbal, que a todos empobrece. Y que juntos construyamos una nación que nos cobije a todos; que nos permitamos creer a pesar de la sospecha, amar a pesar del desdén y luchar por encima del pensamiento infecundo, de que es inútil nuestro esfuerzo.

Te pedimos finalmente, Señor, nuestros dirigentes políticos y religiosos, para que sepan conducirnos por el rumbo de la paz y el crecimiento y piensen en nosotros como personas y no como votos o fieles y que no seamos solo el blanco ingenuo de su retórica repetitiva y vacía.

Y que nuestros gobernantes sepan realmente escucharnos, que su proyecto de nación nos incluya a todos; que siembren en nosotros la credibilidad de que sus esfuerzos de campaña durarán más allá de la redención momentánea de su discurso y se traduzca en hechos para el mañana. Y que no porque los elegimos para representarnos, crean que son los dueños de nuestro pensamiento, sin tener ninguna obligación de rendir cuentas a nadie sino a su propia vanidad. Y todo esto te lo pedimos Señor, porque estamos ciertos que un arcángel tuyo ciñó de olivos y de esperanzas las sienes de nuestra querida patria y que nuestro destino fue en verdad escrita en el mismo cielo y por tu propia Mano.