/ sábado 29 de diciembre de 2018

Orden y concierto

Lector, tengo por norma no redactar nada que no pueda decir de frente y en la cara a quien pudiera ser objeto de comentario.

El criticar nada más por criticar, y hacerlo de manera facilona, inmadura, simple y primaria, me parece una actitud pueril, propia de mentalidades cortas, asimismo, el divulgar ideas basadas en falsedades, tergiversaciones y medias verdades. Allá cada quien, y la manera en que utiliza su franqueza. Las libertades ciudadanas hay que cuidarlas, respetarlas y preservarlas. Quienes se erigen en jueces o fiscales de los demás para únicamente transmitir valores o creencias que suelen tener como fin algún objetivo difuso e “indeterminado”, merecen un juicio deprimente.

El país requiere ahora mismo, estará de acuerdo en esto, orden y concierto, disciplina y trabajo.

Lo de hoy es ser coherentes en la tarea de hallar lo gris en asuntos que se miran en blanco y negro. Hay que ser consecuentes, por tanto, situación que va de la mano con el análisis de cada posible motivo, imparcial y objetivamente, alejado de todo lo que se escribe con el hígado, porque de allí salen cosas feas.

La mente privatizada de prejuicios ideológicos y económicos, que cree poseer la verdad de todo aquello que hace o dice, al grado de intentar imponer sus ideas a rajatabla, se aleja de todo aquello que es justo y democrático. Existen quienes con el atrevimiento propio del ignaro e intolerante defienden ideas determinadas que vendrían mezcladas con conocimiento e ideología, suceso que muchas veces representa la falsificación de los derechos fundamentales.

Lo contrario al subdesarrollo político es la coherencia y la realidad, esto es la forma de nuevamente poner a México en el camino de la decencia humana y honestidad política.

Finalmente, lector, no deseo prolongar estos comentarios más de lo debido ni que suene a perorata, porque mi intención es y será mantenerme, como hoy, alejado de la mentalidad cuadriculada y dogmática que daña mucho al país y repercute en la esperanza de una vida mejor para todos, porque la aspiración número uno de México es evitar todo aquello que está teñido de los insultos y descalificaciones.

NOTA DEL DIA.- Permítame lector, que le reitere conceptos que a fuerza de la repetición hasta parecen disco rayado, pero resulta indispensable recalcarlos cuando México, nuestro país, demanda un cambio de mentalidad con urgencia, si es que se desea marchar por el rumbo del desarrollo y verdadero progreso. Yo creo que cuando se deje de percibir los enriquecimientos inexplicables como fatalidad de la naturaleza, padecimiento inevitable o derecho natural de privilegiados, y, por el contrario, cuando a los fondos públicos se les considere algo sagrado y patrimonio del pueblo, en ese momento finalizarán las ambigüedades y los mexicanos tendremos garantía de que los dineros y recursos públicos verdaderamente son para aplicarlos totalmente en beneficio colectivo. Para ello, es indispensable acabar con el mal hábito o costumbre de que un individuo al ocupar un puesto público lo primero que hace es procurar que su imagen no se raspe efectuando, para ello, acrobacias y malabares de índole económico y político. Lo común es que a cada individuo, con honrosas excepciones, el acceso al poder le active un misterioso resorte que lo transmuta en otra persona. Es por eso y no otra cosa que en nuestro país se considera, malamente, casi un derecho natural volverse adinerado en el desempeño de servicios a la nación. Así se ha actuado por siglos. Esto debe cambiar.

La caprichosa utilización del poder ha propiciado ultrajes sin cuento en nuestro país, pero principalmente el sometimiento y la acumulacion de riquezas en beneficio individual. Y se ha incurrido en lo más grave e injustificable, se ha fallado en la tarea de sacar del atraso en que actualmente viven millones de mexicanos. Esto también debe terminar.

Una verdadera y auténtica orientación democrática supone el abandono de la actitud o mentalidad de ubicar a nuestro territorio como solo un sitio de “oportunidad y oportunismo”, legado del período difícil y azas del coloniaje. En ello es vital el respeto y reestablecimiento de un Estado de Derecho. La gente ya está cansada del viejo adagio “Cúmplase la ley, pero en los bueyes de mi compadre”.

Lector, tengo por norma no redactar nada que no pueda decir de frente y en la cara a quien pudiera ser objeto de comentario.

El criticar nada más por criticar, y hacerlo de manera facilona, inmadura, simple y primaria, me parece una actitud pueril, propia de mentalidades cortas, asimismo, el divulgar ideas basadas en falsedades, tergiversaciones y medias verdades. Allá cada quien, y la manera en que utiliza su franqueza. Las libertades ciudadanas hay que cuidarlas, respetarlas y preservarlas. Quienes se erigen en jueces o fiscales de los demás para únicamente transmitir valores o creencias que suelen tener como fin algún objetivo difuso e “indeterminado”, merecen un juicio deprimente.

El país requiere ahora mismo, estará de acuerdo en esto, orden y concierto, disciplina y trabajo.

Lo de hoy es ser coherentes en la tarea de hallar lo gris en asuntos que se miran en blanco y negro. Hay que ser consecuentes, por tanto, situación que va de la mano con el análisis de cada posible motivo, imparcial y objetivamente, alejado de todo lo que se escribe con el hígado, porque de allí salen cosas feas.

La mente privatizada de prejuicios ideológicos y económicos, que cree poseer la verdad de todo aquello que hace o dice, al grado de intentar imponer sus ideas a rajatabla, se aleja de todo aquello que es justo y democrático. Existen quienes con el atrevimiento propio del ignaro e intolerante defienden ideas determinadas que vendrían mezcladas con conocimiento e ideología, suceso que muchas veces representa la falsificación de los derechos fundamentales.

Lo contrario al subdesarrollo político es la coherencia y la realidad, esto es la forma de nuevamente poner a México en el camino de la decencia humana y honestidad política.

Finalmente, lector, no deseo prolongar estos comentarios más de lo debido ni que suene a perorata, porque mi intención es y será mantenerme, como hoy, alejado de la mentalidad cuadriculada y dogmática que daña mucho al país y repercute en la esperanza de una vida mejor para todos, porque la aspiración número uno de México es evitar todo aquello que está teñido de los insultos y descalificaciones.

NOTA DEL DIA.- Permítame lector, que le reitere conceptos que a fuerza de la repetición hasta parecen disco rayado, pero resulta indispensable recalcarlos cuando México, nuestro país, demanda un cambio de mentalidad con urgencia, si es que se desea marchar por el rumbo del desarrollo y verdadero progreso. Yo creo que cuando se deje de percibir los enriquecimientos inexplicables como fatalidad de la naturaleza, padecimiento inevitable o derecho natural de privilegiados, y, por el contrario, cuando a los fondos públicos se les considere algo sagrado y patrimonio del pueblo, en ese momento finalizarán las ambigüedades y los mexicanos tendremos garantía de que los dineros y recursos públicos verdaderamente son para aplicarlos totalmente en beneficio colectivo. Para ello, es indispensable acabar con el mal hábito o costumbre de que un individuo al ocupar un puesto público lo primero que hace es procurar que su imagen no se raspe efectuando, para ello, acrobacias y malabares de índole económico y político. Lo común es que a cada individuo, con honrosas excepciones, el acceso al poder le active un misterioso resorte que lo transmuta en otra persona. Es por eso y no otra cosa que en nuestro país se considera, malamente, casi un derecho natural volverse adinerado en el desempeño de servicios a la nación. Así se ha actuado por siglos. Esto debe cambiar.

La caprichosa utilización del poder ha propiciado ultrajes sin cuento en nuestro país, pero principalmente el sometimiento y la acumulacion de riquezas en beneficio individual. Y se ha incurrido en lo más grave e injustificable, se ha fallado en la tarea de sacar del atraso en que actualmente viven millones de mexicanos. Esto también debe terminar.

Una verdadera y auténtica orientación democrática supone el abandono de la actitud o mentalidad de ubicar a nuestro territorio como solo un sitio de “oportunidad y oportunismo”, legado del período difícil y azas del coloniaje. En ello es vital el respeto y reestablecimiento de un Estado de Derecho. La gente ya está cansada del viejo adagio “Cúmplase la ley, pero en los bueyes de mi compadre”.