/ viernes 10 de mayo de 2019

Con café y a media luz | Palabra sagrada

Es la primera que aprendemos a pronunciar en nuestra vida. El primer sonido articulado que sale de nuestra voz para identificar al ser que, sin mediar riesgos, peligros, distancias o tiempo, siempre estará dispuesto a acudir al llamado que la criatura emite a través de sus labios.

Curiosamente, en la mayoría de los casos ese vocablo es también el último que decimos cuando estamos a punto de trascender.

Tan prodigioso es su ser, que comparte con la divinidad el maravilloso milagro de dar vida y de abrazar con toda su fuerza a la semilla que se ha encarnado en sus entrañas para nutrirla hasta que madure en su totalidad y pueda salir al mundo para convertirse, con su guía, benevolencia y cuidados, en un adulto capaz de transformar su entorno en un lugar mejor.

La palabra “mamá” es tan poderosa que su sola invocación le brinda una emoción indescriptible al niño, esperanza profunda al dolido; consuelo inefable al sufrido; paz divina al moribundo; alegría al oprimido y fortaleza inquebrantable al que se siente débil por los embates que la vida le ha dado.

Para algunos que la han perdido, pues ese ángel ya cumplió su cita con el destino, pronunciar “mamá” es la garantía de volver a verla viva en sus sueños en cada una de las noches, es volver a respirar ese aroma de su piel que nos dejó impregnado en el más profundo de los pensamientos y casi podrían jurar que es volver a sentir el vibrante y dulce sonido de su voz en los oídos, llamándolos nuevamente: “hijo mío”.

Es una presencia tan gloriosa en la vida de cada uno de nosotros que aún podemos traer a nuestra memoria imágenes de nuestra infancia en la que la vemos desvelarse al pie de nuestra cama como fiel guerrera aguardando a que la temperatura disminuyera, símbolo inequívoco de que la infección estaba cediendo terreno y la tranquilidad de su alma volvía pues el hijo amado sanaba del malestar que en ese momento le aquejaba.

Con solo decir “mamá” está presente y podemos empezar a compartir nuestras alegrías y dichas, y ella y solo ella, las puede vivir como si fueran propias y, en curioso contrasentido, cuando lloramos las tristezas y las amarguras que ensombrecen el alma y turban nuestro estado de ánimo, ella continúa allí, a nuestro lado, sufriendo con nosotros ese pesar y derramando lágrima por lágrima que sane la herida.

En una ocasión escuché a un anciano decir que “la tierra es mundo, porque la mujer es madre”, guardé silencio y me quedé reflexionando en sus palabras y tiene toda la razón.

Si la mujer no sintiera desde su piel hasta lo más profundo de su ser ese milagro de la maternidad, la tierra no sería más que un lugar en el que coexistieran las bestias, las plantas y los minerales. Sin embargo, con el amor, el sacrificio, los cuidados y la sabiduría de ese personaje maravilloso el planeta que conocemos lo convierte en un lugar especial.

Y es que, a pesar de las guerras, la contaminación, la hambruna y las catástrofes que azotan al mundo, no hay mejor lugar para un niño, adulto o anciano que los brazos de mamá, su regazo es justo un pedazo de paraíso, un edén de amor en el que se recupera la paz, y toda la maldad del mundo pareciera no existir.

Sin duda, la maternidad debía ser virtud femenina; y es que solamente la mujer posee los dones que la hacen única para salvaguardar a un bebé y satisfacer todas sus necesidades. Porque el papel de madre, incluye las labores de enfermera, psicóloga, maestra, guía espiritual, protectora, nutrióloga, defensora, diseñadora de modas, orientadora vocacional y un sinfín más que, en conjunto, sirve para brindarle a los suyos el bienestar que demandan.

Y, para concluir, la madre vive su condición todas las horas del día, los siete días de la semana y los doce meses del año ¿Por qué festejarlas únicamente un solo día si se merecen los mimos que ellas nos prodigan a diario? Sirva esta humilde entrega como un pequeño y muy sentido homenaje para todas ellas.

Por todo lo que son, lo que representan y más, ¡Muchas felicidades!

¡Hasta la próxima!

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Escríbame a

licajimenezmcc@hotmail.com

Es la primera que aprendemos a pronunciar en nuestra vida. El primer sonido articulado que sale de nuestra voz para identificar al ser que, sin mediar riesgos, peligros, distancias o tiempo, siempre estará dispuesto a acudir al llamado que la criatura emite a través de sus labios.

Curiosamente, en la mayoría de los casos ese vocablo es también el último que decimos cuando estamos a punto de trascender.

Tan prodigioso es su ser, que comparte con la divinidad el maravilloso milagro de dar vida y de abrazar con toda su fuerza a la semilla que se ha encarnado en sus entrañas para nutrirla hasta que madure en su totalidad y pueda salir al mundo para convertirse, con su guía, benevolencia y cuidados, en un adulto capaz de transformar su entorno en un lugar mejor.

La palabra “mamá” es tan poderosa que su sola invocación le brinda una emoción indescriptible al niño, esperanza profunda al dolido; consuelo inefable al sufrido; paz divina al moribundo; alegría al oprimido y fortaleza inquebrantable al que se siente débil por los embates que la vida le ha dado.

Para algunos que la han perdido, pues ese ángel ya cumplió su cita con el destino, pronunciar “mamá” es la garantía de volver a verla viva en sus sueños en cada una de las noches, es volver a respirar ese aroma de su piel que nos dejó impregnado en el más profundo de los pensamientos y casi podrían jurar que es volver a sentir el vibrante y dulce sonido de su voz en los oídos, llamándolos nuevamente: “hijo mío”.

Es una presencia tan gloriosa en la vida de cada uno de nosotros que aún podemos traer a nuestra memoria imágenes de nuestra infancia en la que la vemos desvelarse al pie de nuestra cama como fiel guerrera aguardando a que la temperatura disminuyera, símbolo inequívoco de que la infección estaba cediendo terreno y la tranquilidad de su alma volvía pues el hijo amado sanaba del malestar que en ese momento le aquejaba.

Con solo decir “mamá” está presente y podemos empezar a compartir nuestras alegrías y dichas, y ella y solo ella, las puede vivir como si fueran propias y, en curioso contrasentido, cuando lloramos las tristezas y las amarguras que ensombrecen el alma y turban nuestro estado de ánimo, ella continúa allí, a nuestro lado, sufriendo con nosotros ese pesar y derramando lágrima por lágrima que sane la herida.

En una ocasión escuché a un anciano decir que “la tierra es mundo, porque la mujer es madre”, guardé silencio y me quedé reflexionando en sus palabras y tiene toda la razón.

Si la mujer no sintiera desde su piel hasta lo más profundo de su ser ese milagro de la maternidad, la tierra no sería más que un lugar en el que coexistieran las bestias, las plantas y los minerales. Sin embargo, con el amor, el sacrificio, los cuidados y la sabiduría de ese personaje maravilloso el planeta que conocemos lo convierte en un lugar especial.

Y es que, a pesar de las guerras, la contaminación, la hambruna y las catástrofes que azotan al mundo, no hay mejor lugar para un niño, adulto o anciano que los brazos de mamá, su regazo es justo un pedazo de paraíso, un edén de amor en el que se recupera la paz, y toda la maldad del mundo pareciera no existir.

Sin duda, la maternidad debía ser virtud femenina; y es que solamente la mujer posee los dones que la hacen única para salvaguardar a un bebé y satisfacer todas sus necesidades. Porque el papel de madre, incluye las labores de enfermera, psicóloga, maestra, guía espiritual, protectora, nutrióloga, defensora, diseñadora de modas, orientadora vocacional y un sinfín más que, en conjunto, sirve para brindarle a los suyos el bienestar que demandan.

Y, para concluir, la madre vive su condición todas las horas del día, los siete días de la semana y los doce meses del año ¿Por qué festejarlas únicamente un solo día si se merecen los mimos que ellas nos prodigan a diario? Sirva esta humilde entrega como un pequeño y muy sentido homenaje para todas ellas.

Por todo lo que son, lo que representan y más, ¡Muchas felicidades!

¡Hasta la próxima!

y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Escríbame a

licajimenezmcc@hotmail.com