/ domingo 16 de enero de 2022

Paradigmas | El recuerdo de Wilson y las hormigas

Creo que son pocos los adultos quienes en su etapa de niñez no se acercaron a observar a las hormigas, así como escasos a quienes jamás les hayan picado. Yo disfrutaba mirar como unas a otras se acercaban para ayudarse con su pesada carga, luego de haber dejado “pelón” el rosal que tanto cuidaba mi abuelita en aquel hermoso jardín cuya tierra estaba enriquecida de manera natural con el excremento que se derivaba de los caballos y burros, allá por los años 50

Edward O. Wilson, observó estos insectos comunes toda su vida, llevó la actividad hasta su edad adulta.

La E.O. Wilson Biodiversity Foundation anunció el 26 del pasado diciembre el fallecimiento a los 92 años del destacado científico, naturalista, autor, maestro y doctor en ciencias Edward O. Wilson, uno de los científicos estadounidenses más distinguidos y reconocidos en la historia moderna. Wilson ejerció como iniciador de la teoría de la sociobiología. Ofreció una nueva visión de la biología evolutiva. Apasionado conservacionista y reputado estudioso de las hormigas y otros insectos. De acuerdo a la fundación, Wilson fue llamado “el heredero natural de Darwin” y fue conocido cariñosamente como “el hombre hormiga” por su trabajo pionero como entomólogo.

A pesar de su miopía severa en el ojo izquierdo y ausencia limitada de audición que le impedía escuchar el registro más agudo del canto de los pájaros, no vio su desventaja en la vida y pudo descubrir más de 400 especies. Entender cómo las hormigas en sus 140 millones de años de evolución comunicaban el peligro y los caminos para transportar comida mediante la emisión de sustancias químicas. Su trayectoria como entomólogo a los 10 años de edad, cuando pasaba horas en los bosques coleccionando insectos y mariposas. “La mayoría de los niños pasan por una etapa de fascinación con los bichos, yo no he superado la mía”.

Conocido como el padre de la biodiversidad por haber acuñado el término en 1980 en la literatura científica y designado el Darwin de la era moderna, Wilson era considerado, junto al naturalista británico David Attenborough, una de las autoridades mundiales más relevantes en historia natural y conservación. El proyecto de Naciones Unidas “30 por 30, inspirado en las teorías de Wilson, urge precisamente a la conservación de al menos el 30% del planeta para 2030.

Así que si Usted mi amable lector, tiene corazón de niño y en su andar se acerca a un hormiguero, piense que estos insectos carroñeros sobrevivieron tranquilamente a los dinosaurios y continuarán vivos fácilmente si desaparecemos; durante casi todo el año en los hormigueros solo hay hembras: hembras que ponen huevos y obreras que hacen el trabajo. Los machos únicamente se crían para inseminar a reinas vírgenes; las hormigas no usan para guiarse el sonido o la luz, sino un lenguaje químico. Emplean feromonas para comunicarse y marcar sus rutas. No trate de hacerles desaparecer su camino, volverán a realizarlo, porque dejan moléculas, indican la vía a sus compañeras que las siguen.

La próxima vez, mi querido lector, que tenga contacto con una hormiga, -mientras no sean de las rojas- levante su mirada al cielo para recordar a este maravilloso hombre que llevó a la ciencia lo que pudiera haber sido un fugaz pasatiempo, y, sin embargo, hizo de su vida un tributo al conocimiento y aportación a la biodiversidad. Siempre a beneficio de la humanidad.

lupitarico@hotmail.com

Creo que son pocos los adultos quienes en su etapa de niñez no se acercaron a observar a las hormigas, así como escasos a quienes jamás les hayan picado. Yo disfrutaba mirar como unas a otras se acercaban para ayudarse con su pesada carga, luego de haber dejado “pelón” el rosal que tanto cuidaba mi abuelita en aquel hermoso jardín cuya tierra estaba enriquecida de manera natural con el excremento que se derivaba de los caballos y burros, allá por los años 50

Edward O. Wilson, observó estos insectos comunes toda su vida, llevó la actividad hasta su edad adulta.

La E.O. Wilson Biodiversity Foundation anunció el 26 del pasado diciembre el fallecimiento a los 92 años del destacado científico, naturalista, autor, maestro y doctor en ciencias Edward O. Wilson, uno de los científicos estadounidenses más distinguidos y reconocidos en la historia moderna. Wilson ejerció como iniciador de la teoría de la sociobiología. Ofreció una nueva visión de la biología evolutiva. Apasionado conservacionista y reputado estudioso de las hormigas y otros insectos. De acuerdo a la fundación, Wilson fue llamado “el heredero natural de Darwin” y fue conocido cariñosamente como “el hombre hormiga” por su trabajo pionero como entomólogo.

A pesar de su miopía severa en el ojo izquierdo y ausencia limitada de audición que le impedía escuchar el registro más agudo del canto de los pájaros, no vio su desventaja en la vida y pudo descubrir más de 400 especies. Entender cómo las hormigas en sus 140 millones de años de evolución comunicaban el peligro y los caminos para transportar comida mediante la emisión de sustancias químicas. Su trayectoria como entomólogo a los 10 años de edad, cuando pasaba horas en los bosques coleccionando insectos y mariposas. “La mayoría de los niños pasan por una etapa de fascinación con los bichos, yo no he superado la mía”.

Conocido como el padre de la biodiversidad por haber acuñado el término en 1980 en la literatura científica y designado el Darwin de la era moderna, Wilson era considerado, junto al naturalista británico David Attenborough, una de las autoridades mundiales más relevantes en historia natural y conservación. El proyecto de Naciones Unidas “30 por 30, inspirado en las teorías de Wilson, urge precisamente a la conservación de al menos el 30% del planeta para 2030.

Así que si Usted mi amable lector, tiene corazón de niño y en su andar se acerca a un hormiguero, piense que estos insectos carroñeros sobrevivieron tranquilamente a los dinosaurios y continuarán vivos fácilmente si desaparecemos; durante casi todo el año en los hormigueros solo hay hembras: hembras que ponen huevos y obreras que hacen el trabajo. Los machos únicamente se crían para inseminar a reinas vírgenes; las hormigas no usan para guiarse el sonido o la luz, sino un lenguaje químico. Emplean feromonas para comunicarse y marcar sus rutas. No trate de hacerles desaparecer su camino, volverán a realizarlo, porque dejan moléculas, indican la vía a sus compañeras que las siguen.

La próxima vez, mi querido lector, que tenga contacto con una hormiga, -mientras no sean de las rojas- levante su mirada al cielo para recordar a este maravilloso hombre que llevó a la ciencia lo que pudiera haber sido un fugaz pasatiempo, y, sin embargo, hizo de su vida un tributo al conocimiento y aportación a la biodiversidad. Siempre a beneficio de la humanidad.

lupitarico@hotmail.com