/ sábado 3 de noviembre de 2018

Política y economía

El poner la economía por encima de la política y de la persona es una receta eficaz para concentrar la riqueza en pocas manos...

Y agrandar la tasa de desempleo, la pobreza y otros desarreglos sociales significativos.

Cuando entra en juego la codicia, como en la historia del rey Midas, quien pidió al dios Dionisio que todo lo que tocara se convirtiera en oro, no es de extrañar que sea un misterio a dónde va a parar el dinero de todos los mexicanos. Sólo que contrario al Rey Midas, quien pidió al dios que le retirara dicho don al comprobar que la comida y la bebida se convertían en oro, los gobiernos insisten en cometer el mismo error. Pero si la población estuviera enterada de para qué y cómo se utilizan los fondos públicos, con todos sus detalles, seguramente habría un clamor generalizado para efectuar un cambio inmediato de reglas para retornar a la política a ser lo que antes fue, y poner orden en el sistema financiero nacional, caracterizado por la especulación, los márgenes de ganancia abusivos, los monopolios, la contabilidad tenue, la supervisión laxa y la información privilegiada.

No es casual que en nuestro sistema financiero aparezca gente desconocedora de los procesos de intermediación, que piensan y actúan como si los recursos del país fueran inagotables. Si no, de qué manera entender que no se haya declarado la guerra a la especulación financiera y a la corrupción galopante, que es un obstáculo para la recuperación del valor del peso, nuestra moneda.

De qué manera entender las grandes transferencias de dinero a la panza del Fobaproa y el rescate carretero, de lo que poco se conoce los miles de millones de pesos en intereses que el gobierno federal ordenó pagar con la anuencia de “patriotas” legisladores. Esta manera de endeudar al país significa que una mayor cantidad de dinero de los contribuyentes va a parar a las arcas de entidades de las cuales realmente sabemos poco. Remembremos, Ernesto Zedillo en su papel de presidente de la República adquirió todas las carteras malas que todavía están en la panza del Fobaproa y el IPAB, llegando al grado de entregar bancos en administración de juicio a empresas del exterior. Y que se sepa, no hubo responsables de esto. El presidente que le siguió, Vicente Fox ¿ no sabía del asunto o se hizo de la vista gorda? Pero no conforme, el nativo de San Francisco del Rincón, Guanajuato, consumó la venta del Banco de México, Banamex, que fue la mayor empresa privatizada en el sexenio de Salinas de Gortari, con un precio de venta de tres mil millones de dólares, al entregarlo a Citibank, y ni los impuestos producto de esa venta se pagaron. En el fondo, todo corresponde a la codicia.

El ansia insana del poder económico o político es una especie de neurosis progresiva que no sabemos hasta dónde alcanza.

Al pretender penetrar en la sicopatología de las sociedades civilizadas encontramos que la tendencia obsesiva y feroz por el poder, a diferencia de las necesidades fisiológicas, carece de un mecanismo regulador. No existen límites que frenen el impulso de fuerza o de riqueza como ocurre, por ejemplo, con la sed, el hambre o el sueño. Baruch Spinoza advertía ya, en el siglo XVIII, en su célebre Etica: si la persona codiciosa sólo piensa en dinero y riquezas y la ambiciosa sólo en fama, no las consideraremos desequilibradas, sino únicamente molestas, y en general sentimos desprecio hacia ellas. Pero en realidad la avaricia, la ambición son formas de locura, aunque habitualmente no las consideraremos enfermedades.

Si bien la sociedad moderna se basa en la codicia, defienden algunos, esta mentalidad de entre más tengo, más quiero tener, porque lo que ya tengo no sacia mis ansias, resulta preocupante. No es lo que ya tengo lo que me satisface, sino el impulso a tener más. Esta ansia que habita en el ser humano lo corrompe.

El poner la economía por encima de la política y de la persona es una receta eficaz para concentrar la riqueza en pocas manos...

Y agrandar la tasa de desempleo, la pobreza y otros desarreglos sociales significativos.

Cuando entra en juego la codicia, como en la historia del rey Midas, quien pidió al dios Dionisio que todo lo que tocara se convirtiera en oro, no es de extrañar que sea un misterio a dónde va a parar el dinero de todos los mexicanos. Sólo que contrario al Rey Midas, quien pidió al dios que le retirara dicho don al comprobar que la comida y la bebida se convertían en oro, los gobiernos insisten en cometer el mismo error. Pero si la población estuviera enterada de para qué y cómo se utilizan los fondos públicos, con todos sus detalles, seguramente habría un clamor generalizado para efectuar un cambio inmediato de reglas para retornar a la política a ser lo que antes fue, y poner orden en el sistema financiero nacional, caracterizado por la especulación, los márgenes de ganancia abusivos, los monopolios, la contabilidad tenue, la supervisión laxa y la información privilegiada.

No es casual que en nuestro sistema financiero aparezca gente desconocedora de los procesos de intermediación, que piensan y actúan como si los recursos del país fueran inagotables. Si no, de qué manera entender que no se haya declarado la guerra a la especulación financiera y a la corrupción galopante, que es un obstáculo para la recuperación del valor del peso, nuestra moneda.

De qué manera entender las grandes transferencias de dinero a la panza del Fobaproa y el rescate carretero, de lo que poco se conoce los miles de millones de pesos en intereses que el gobierno federal ordenó pagar con la anuencia de “patriotas” legisladores. Esta manera de endeudar al país significa que una mayor cantidad de dinero de los contribuyentes va a parar a las arcas de entidades de las cuales realmente sabemos poco. Remembremos, Ernesto Zedillo en su papel de presidente de la República adquirió todas las carteras malas que todavía están en la panza del Fobaproa y el IPAB, llegando al grado de entregar bancos en administración de juicio a empresas del exterior. Y que se sepa, no hubo responsables de esto. El presidente que le siguió, Vicente Fox ¿ no sabía del asunto o se hizo de la vista gorda? Pero no conforme, el nativo de San Francisco del Rincón, Guanajuato, consumó la venta del Banco de México, Banamex, que fue la mayor empresa privatizada en el sexenio de Salinas de Gortari, con un precio de venta de tres mil millones de dólares, al entregarlo a Citibank, y ni los impuestos producto de esa venta se pagaron. En el fondo, todo corresponde a la codicia.

El ansia insana del poder económico o político es una especie de neurosis progresiva que no sabemos hasta dónde alcanza.

Al pretender penetrar en la sicopatología de las sociedades civilizadas encontramos que la tendencia obsesiva y feroz por el poder, a diferencia de las necesidades fisiológicas, carece de un mecanismo regulador. No existen límites que frenen el impulso de fuerza o de riqueza como ocurre, por ejemplo, con la sed, el hambre o el sueño. Baruch Spinoza advertía ya, en el siglo XVIII, en su célebre Etica: si la persona codiciosa sólo piensa en dinero y riquezas y la ambiciosa sólo en fama, no las consideraremos desequilibradas, sino únicamente molestas, y en general sentimos desprecio hacia ellas. Pero en realidad la avaricia, la ambición son formas de locura, aunque habitualmente no las consideraremos enfermedades.

Si bien la sociedad moderna se basa en la codicia, defienden algunos, esta mentalidad de entre más tengo, más quiero tener, porque lo que ya tengo no sacia mis ansias, resulta preocupante. No es lo que ya tengo lo que me satisface, sino el impulso a tener más. Esta ansia que habita en el ser humano lo corrompe.