/ martes 12 de febrero de 2019

Por amor a México

La clase política anda acelerada.

Pero qué tal si ante los casos de corrupción galopante como se dan a conocer, un día sí y otro también, ante el azoro general, los personajes directamente involucrados y defensores gratuitos o no, en vez de tratar de defender lo indefendible, se decidieran a dejar de obstaculizar las tareas para la aplicación de una mayor energía en el fomento de mejores condiciones de vida, en las acciones necesarias para mejorar los salarios, la creación de más empleos, la producción de alimentos en nuestro suelo, el hacer de la educación una realidad no discriminatoria y sí palmaria, que los impuestos se hagan rendir cada vez más, que se cuide el peso no únicamente de la inflación que golpea de fuera, sino de los especuladores de dentro y del exterior.

Con solo esto, ya vamos de gane. Por otro lado, el hecho de amarrarles las manos de una buena vez y ejemplarmente a los que abusan del erario, sea quien sea, no solo beneficia a la salud económica, política y social de la republica, sino que da seguridad de que los extitulares del Ejecutivo puedan aparecer en la calle y otros sitios, sin guaruras ni el riesgo de recibir críticas, sibatinas y denuestos. ¿No?

El retorno al régimen de derecho, a la autosuficiencia energética y el apoyo a la agroindustria significa alejarse del cinismo absoluto del mal llamado neoliberalismo económico, que cierra cruelmente las oportunidades de desarrollo y los sueños de la población joven, principalmente.

Es indispensable un retorno a la responsabilidad y el patriotismo. Dos palabras solamente, pero cuyo cumplimiento exige el encarar nuestras deficiencias con honestidad y trabajar para enmendarlas sin ver primero el beneficio individual.

Lo que se haga, que sea por amor a México. Así, sin aspavientos ni cobardías. Y si, en cada ocasión se dan a conocer asuntos de corrupción en nuestro país es un hecho doloroso, como remover el dedo en la llaga, pues inevitablemente contrasta con las lacerantes carencias económicas que afligen a los habitantes.

Este escenario parece ser un premio al neoliberalismo económico sinvergüenza que de la depauperización de extensos grupos sociales ha hecho una industria gananciosa, llegando al peor de los absurdos. Por eso en otras naciones lo han rechazado.

Más claro, ni el agua.

La clase política anda acelerada.

Pero qué tal si ante los casos de corrupción galopante como se dan a conocer, un día sí y otro también, ante el azoro general, los personajes directamente involucrados y defensores gratuitos o no, en vez de tratar de defender lo indefendible, se decidieran a dejar de obstaculizar las tareas para la aplicación de una mayor energía en el fomento de mejores condiciones de vida, en las acciones necesarias para mejorar los salarios, la creación de más empleos, la producción de alimentos en nuestro suelo, el hacer de la educación una realidad no discriminatoria y sí palmaria, que los impuestos se hagan rendir cada vez más, que se cuide el peso no únicamente de la inflación que golpea de fuera, sino de los especuladores de dentro y del exterior.

Con solo esto, ya vamos de gane. Por otro lado, el hecho de amarrarles las manos de una buena vez y ejemplarmente a los que abusan del erario, sea quien sea, no solo beneficia a la salud económica, política y social de la republica, sino que da seguridad de que los extitulares del Ejecutivo puedan aparecer en la calle y otros sitios, sin guaruras ni el riesgo de recibir críticas, sibatinas y denuestos. ¿No?

El retorno al régimen de derecho, a la autosuficiencia energética y el apoyo a la agroindustria significa alejarse del cinismo absoluto del mal llamado neoliberalismo económico, que cierra cruelmente las oportunidades de desarrollo y los sueños de la población joven, principalmente.

Es indispensable un retorno a la responsabilidad y el patriotismo. Dos palabras solamente, pero cuyo cumplimiento exige el encarar nuestras deficiencias con honestidad y trabajar para enmendarlas sin ver primero el beneficio individual.

Lo que se haga, que sea por amor a México. Así, sin aspavientos ni cobardías. Y si, en cada ocasión se dan a conocer asuntos de corrupción en nuestro país es un hecho doloroso, como remover el dedo en la llaga, pues inevitablemente contrasta con las lacerantes carencias económicas que afligen a los habitantes.

Este escenario parece ser un premio al neoliberalismo económico sinvergüenza que de la depauperización de extensos grupos sociales ha hecho una industria gananciosa, llegando al peor de los absurdos. Por eso en otras naciones lo han rechazado.

Más claro, ni el agua.