/ domingo 16 de febrero de 2020

Por aquello del Amor

El hombre, como figura principal de la Creación, domina y se instala en el tiempo y el espacio, y mantiene un diálogo sin fín con su circunstancia y con aquellos que le rodean, prevaleciendo en su interior el mandato de amar al prójimo como a sí mismo…

Todo afán supone una búsqueda entrañada a la suma de azares y encuentros múltiples. Se ha dicho que un hombre puesto en el centro de una encrucijada, a medida que va girando sobre sí mismo tendrá todos los caminos a su izquierda y también a su derecha. Y tendrá enfrente la carrera de las competencias automáticas, impulsada por hechos a veces inverosímiles, que lo imbuyen en ese mundo “ancho y ajeno” concebido por el peruano Ciro Alegría.

Muchos creen que la vida es una aventura. En su Manual del Perfecto Aventurero, el francés Pierre Mac Orlan dice que la aventura “está sólo en el espíritu del que la persigue, y cuando cree que ya la toca con los dedos se desvanece, para aparecer, para renacer mucho más lejos bajo otra forma, en los límites de la imaginación”.

Algunos ven pasar la vida incólumes. Otros se pierden en la detracción y el rumor. Pero hay quienes, a la manera de Machado, construyen la vida golpe a golpe, verso a verso. O a la manera de José Clemente Orozco, que rechazó esquemas porque su dificultad no era estética sino esencialmente HUMANA. Torturado por el inconformismo, Orozco dio alas a su pasión, a su impulso. Engendrado del alma, su arte plasmó la voz de los dioses primigenios. De su caricatura política extrajo los signos gráficos, contundentes, para gritar su solidaridad, su amor por los más olvidados. Los murales de Orozco no revelan comodidad decorativa, sino un movimiento enfático, explícito... “Huyendo de la quietud y de la complacencia, caerá antes en lo truculento que en lo anecdótico, en el melodrama que en el lirismo fácil y sólo encontrará reposo en el agotamiento o en la muerte”.

Todo lo arriba citado me hace recordar a Rubén Darío y su obra magnánima. Y lo recuerdo aquí porque se ha dicho más de una vez que Darío no es el Poeta de América, argumentando que su tarea es ajena a la supresión y al sentir del Pueblo de América; es ajena a la ignominia, a la problemática social que engrosó los volúmenes de nuestra Historia…

Amarás al prójimo como a ti mismo dice el precepto. Leamos de Gabriel Celaya. La poesía es un arma cargada de futuro:

(...) Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido,

partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas,

de mis penas personales, me ensancho,

me ensancho.

El hombre, como figura principal de la Creación, domina y se instala en el tiempo y el espacio, y mantiene un diálogo sin fín con su circunstancia y con aquellos que le rodean, prevaleciendo en su interior el mandato de amar al prójimo como a sí mismo…

Todo afán supone una búsqueda entrañada a la suma de azares y encuentros múltiples. Se ha dicho que un hombre puesto en el centro de una encrucijada, a medida que va girando sobre sí mismo tendrá todos los caminos a su izquierda y también a su derecha. Y tendrá enfrente la carrera de las competencias automáticas, impulsada por hechos a veces inverosímiles, que lo imbuyen en ese mundo “ancho y ajeno” concebido por el peruano Ciro Alegría.

Muchos creen que la vida es una aventura. En su Manual del Perfecto Aventurero, el francés Pierre Mac Orlan dice que la aventura “está sólo en el espíritu del que la persigue, y cuando cree que ya la toca con los dedos se desvanece, para aparecer, para renacer mucho más lejos bajo otra forma, en los límites de la imaginación”.

Algunos ven pasar la vida incólumes. Otros se pierden en la detracción y el rumor. Pero hay quienes, a la manera de Machado, construyen la vida golpe a golpe, verso a verso. O a la manera de José Clemente Orozco, que rechazó esquemas porque su dificultad no era estética sino esencialmente HUMANA. Torturado por el inconformismo, Orozco dio alas a su pasión, a su impulso. Engendrado del alma, su arte plasmó la voz de los dioses primigenios. De su caricatura política extrajo los signos gráficos, contundentes, para gritar su solidaridad, su amor por los más olvidados. Los murales de Orozco no revelan comodidad decorativa, sino un movimiento enfático, explícito... “Huyendo de la quietud y de la complacencia, caerá antes en lo truculento que en lo anecdótico, en el melodrama que en el lirismo fácil y sólo encontrará reposo en el agotamiento o en la muerte”.

Todo lo arriba citado me hace recordar a Rubén Darío y su obra magnánima. Y lo recuerdo aquí porque se ha dicho más de una vez que Darío no es el Poeta de América, argumentando que su tarea es ajena a la supresión y al sentir del Pueblo de América; es ajena a la ignominia, a la problemática social que engrosó los volúmenes de nuestra Historia…

Amarás al prójimo como a ti mismo dice el precepto. Leamos de Gabriel Celaya. La poesía es un arma cargada de futuro:

(...) Maldigo la poesía concebida como un lujo

cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido,

partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren

y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas,

de mis penas personales, me ensancho,

me ensancho.