/ lunes 4 de junio de 2018

Con café y a media luz | Porque aún hay gente buena

El pasado fin de semana tuve la oportunidad y el enorme privilegio de conocer a los productores de La Cebadilla, municipio de Ozuluama, Veracruz.

Una comunidad que, al igual que toda esta zona de nuestro país, ha sufrido los estragos del inclemente calor que ha azotado durante los últimos días, pero en el caso particular de ellos, dicha condición climatológica ha perjudicado su principal fuente de ingresos económicos, la actividad agropecuaria.

Este servidor tuvo la oportunidad de acompañar al doctor Roberto de Jesús García López, un investigador del Instituto de Ciencia Animal de Cuba, quien está por concluir su estadía en tierras tamaulipecas difundiendo estrategias científicas para el mejoramiento de la producción pecuaria en nuestro país.

Este acercamiento con los ganaderos de Ozuluama fue gracias a la oportuna intervención del ingeniero José Luis Purata, destacado empresario de nuestra región quien no olvida sus raíces y a su gente pues es oriundo, orgullosamente, de este lugar y conoce a fondo las necesidades y condiciones que actualmente guarda el campo mexicano.

Fue una travesía que empezó a las siete de la mañana partiendo de Tampico, para llevarnos en un par de horas al corazón de la huasteca veracruzana, la cual, siempre había observado un matiz verde lleno de frescura y hoy, por el contrario, vestía una coloración ocre, muy parecida a los paisajes desérticos que se pueden observar cuando se viaja al norte de México.

Nos recibieron en una casa que guarda entre sus paredes de adobe y su techo de lámina, la infancia de nuestro anfitrión y guía.

Allí, no hubo limitaciones para atender a los visitantes, la mesa pronto se llenó de huevos revueltos que las gallinas habían puesto horas antes, frijoles de la olla que estaban sazonados con el sabor que otorga una mano franca que se extiende en señal de amistad y un guisado delicioso de palmito que es muestra de que la tierra, como buena madre, no olvida a sus hijos y, a pesar de la sequía, hace brotar de sus entrañas el alimento para ellos.

Después de almorzar y recorrer la presa de esa vivienda para que el experto pudiera dar su diagnóstico, nos dirigimos a la escuela primaria de La Cebadilla, donde celebraríamos la junta con los amigos productores para escuchar sus inquietudes y angustias para poder alimentar a sus animales.

Apenas y se corrió la voz de nuestra presencia en el lugar y, en instantes, fueron apareciendo hombres que, en sus manos y rostros, guardaban señales inequívocas de su esfuerzo en el arte de labrar la tierra. Unos a pie y otros a caballo, unos solos y otros más en compañía de sus hijos, pero todos dispuestos a poner atención a las aportaciones del amigo cubano que llegaba hasta estas tierras.

Fueron tomando los pupitres del único salón que tiene la escuela y se fueron acomodando en la galera central alrededor del sabio en ciencias agrícolas, a la usanza socrática escucharon las recomendaciones para el uso de pastos, leguminosas y follaje de cítricos para evitar la hambruna en los rumiantes.

Algo que me sorprendió, fueron las ansias de conocimiento nuevo que los hombres manifestaron gracias a que se sentían a gusto y en confianza, levantaban la mano y preguntaban o aportaban experiencias al respecto para enriquecer lo comentado por el profesor en turno.

Al concluir, cada uno devolvió su banco al interior de aula, recogió la basura generada y se despidió del hombre que había venido de la nación caribeña y mientras le deseaban un buen viaje, también le pedían que volviera pronto y por más tiempo para implementar, en la práctica, lo que en teoría les acababa de comentar.

Debo confesarle que, al volver, el grupo con el que yo asistí, se perdió entre tanta brecha y caminos de terracería, afortunadamente, los pobladores de La Cebadilla no empachaban esfuerzos para explicarnos en cómo volver a salir a la carretera.

Después de haber vivido esa extraordinaria recepción, haber observado a los productores y hasta la forma en que nos encauzaron para volver, puedo decirle que México aún tiene gente bondadosa, honesta y llena de virtudes, ojalá que todos podamos aprender de ellos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com

El pasado fin de semana tuve la oportunidad y el enorme privilegio de conocer a los productores de La Cebadilla, municipio de Ozuluama, Veracruz.

Una comunidad que, al igual que toda esta zona de nuestro país, ha sufrido los estragos del inclemente calor que ha azotado durante los últimos días, pero en el caso particular de ellos, dicha condición climatológica ha perjudicado su principal fuente de ingresos económicos, la actividad agropecuaria.

Este servidor tuvo la oportunidad de acompañar al doctor Roberto de Jesús García López, un investigador del Instituto de Ciencia Animal de Cuba, quien está por concluir su estadía en tierras tamaulipecas difundiendo estrategias científicas para el mejoramiento de la producción pecuaria en nuestro país.

Este acercamiento con los ganaderos de Ozuluama fue gracias a la oportuna intervención del ingeniero José Luis Purata, destacado empresario de nuestra región quien no olvida sus raíces y a su gente pues es oriundo, orgullosamente, de este lugar y conoce a fondo las necesidades y condiciones que actualmente guarda el campo mexicano.

Fue una travesía que empezó a las siete de la mañana partiendo de Tampico, para llevarnos en un par de horas al corazón de la huasteca veracruzana, la cual, siempre había observado un matiz verde lleno de frescura y hoy, por el contrario, vestía una coloración ocre, muy parecida a los paisajes desérticos que se pueden observar cuando se viaja al norte de México.

Nos recibieron en una casa que guarda entre sus paredes de adobe y su techo de lámina, la infancia de nuestro anfitrión y guía.

Allí, no hubo limitaciones para atender a los visitantes, la mesa pronto se llenó de huevos revueltos que las gallinas habían puesto horas antes, frijoles de la olla que estaban sazonados con el sabor que otorga una mano franca que se extiende en señal de amistad y un guisado delicioso de palmito que es muestra de que la tierra, como buena madre, no olvida a sus hijos y, a pesar de la sequía, hace brotar de sus entrañas el alimento para ellos.

Después de almorzar y recorrer la presa de esa vivienda para que el experto pudiera dar su diagnóstico, nos dirigimos a la escuela primaria de La Cebadilla, donde celebraríamos la junta con los amigos productores para escuchar sus inquietudes y angustias para poder alimentar a sus animales.

Apenas y se corrió la voz de nuestra presencia en el lugar y, en instantes, fueron apareciendo hombres que, en sus manos y rostros, guardaban señales inequívocas de su esfuerzo en el arte de labrar la tierra. Unos a pie y otros a caballo, unos solos y otros más en compañía de sus hijos, pero todos dispuestos a poner atención a las aportaciones del amigo cubano que llegaba hasta estas tierras.

Fueron tomando los pupitres del único salón que tiene la escuela y se fueron acomodando en la galera central alrededor del sabio en ciencias agrícolas, a la usanza socrática escucharon las recomendaciones para el uso de pastos, leguminosas y follaje de cítricos para evitar la hambruna en los rumiantes.

Algo que me sorprendió, fueron las ansias de conocimiento nuevo que los hombres manifestaron gracias a que se sentían a gusto y en confianza, levantaban la mano y preguntaban o aportaban experiencias al respecto para enriquecer lo comentado por el profesor en turno.

Al concluir, cada uno devolvió su banco al interior de aula, recogió la basura generada y se despidió del hombre que había venido de la nación caribeña y mientras le deseaban un buen viaje, también le pedían que volviera pronto y por más tiempo para implementar, en la práctica, lo que en teoría les acababa de comentar.

Debo confesarle que, al volver, el grupo con el que yo asistí, se perdió entre tanta brecha y caminos de terracería, afortunadamente, los pobladores de La Cebadilla no empachaban esfuerzos para explicarnos en cómo volver a salir a la carretera.

Después de haber vivido esa extraordinaria recepción, haber observado a los productores y hasta la forma en que nos encauzaron para volver, puedo decirle que México aún tiene gente bondadosa, honesta y llena de virtudes, ojalá que todos podamos aprender de ellos.

¡Hasta la próxima!

Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

licajimenezmcc@hotmail.com