/ jueves 7 de marzo de 2019

Portes Gil rodeado de asesinos

Emilio Portes Gil en esta expresión descarga el auténtico desasosiego que vivía como presidente de la República, por la consecuencia del homicidio que se cometió con la muerte de Álvaro Obregón. Álvaro Obregón es el caudillo revolucionario al que sirvieron -con excepción del Presidente Carranza- todos los hombres fuertes del México revolucionario. Es Obregón, no Calles, quien inicia “El Sonorismo” en la Revolución Mexicana

La frase “Estoy rodeado de asesinos” la pronunció Portes Gil ante la angustia que le producía la imposibilidad de garantizar la seguridad a los simpatizadores políticos del Ulises Criollo, José Vasconcelos, que fueron reprimidos, con el propósito avieso de frenar la actividad febril de la juventud que apoyaba la candidatura presidencial del maestro Vasconcelos.

En esa jornada cívica del 29 en el que por primera vez se presenta el fenómeno político en el cual un civil le hace frente al militarismo, que ya estaba en posesión del poder presidencial, mediante una candidatura que desafortunadamente fue reprimida y tuvo una consecuencia fatal en el ánimo y el espíritu de José Vasconcelos, que no pudo asimilar este fracaso, demostrando con esto la característica e insensibilidad de los que llenan su vida con escenarios basados en fundamentos filosóficos y no en las cosas vivas de la realidad en la que se desenvuelve el país y los líderes de ese momento.

No era aceptable que sucediera en el año de 1929 lo mismo que tuvo efecto con el levantamiento de Francisco I. Madero, cuyo lema patriótico para terminar con una dictadura esclerótica “Sufragio efectivo, no reelección”, en ese tiempo el país estaba cansado de los 33 años del porfiriato, cuyo centro de poder lo tenía una clase alta afrancesada y burguesa que vivía pensando en París y dormía en un México que estaba a punto de estallar en llamas.

Para la época en que José Vasconcelos se postuló como candidato independiente a la Presidencia de la República, las condiciones del país eran diferentes, ya había una Constitución, donde estaban plasmados los anhelos de libertad, trabajo y derecho a la propiedad privada que no existía cuando el Presidente Madero se levantó en contra del porfiriato. Lo que Vasconcelos buscaba era acabar con los militares que habían sustituido a la borrosa clase adinerada representada por Limantour que no presentó ninguna oposición sino que inmediatamente partió hacia Europa para vivir con holgura y tranquilidad.

La consecuencia de esta candidatura fue el crimen que se cometió sacrificando a dos destacados jóvenes de esa generación del 29': Fernando Capdevil y Germán del Campo, este último amigo de Adolfo López Mateos. Crímenes que la historia bien fundada atribuye a Gonzalo N. Santos, otrora influyente político callista y mandamás en San Luis Potosí, hasta que el doctor Salvador Nava, un ilustre médico general, oriundo de la capital del estado, encabezó un movimiento de resistencia pacífica que logró acabar con los caprichos de don Gonzalo N. Santos.

El historiador y novelista Héctor Aguilar Camín considera que la frase del Presidente Portes Gil fue “la elevada cuota” que hubo de pagar por su acceso al poder presidencial; que fue fructífero y de transición, por tratarse de un gobernante civil en un México militarizado y caudillesco.

Siendo Emilio Portes Gil un hombre muy joven y letrado, como llamaban en la época a los intelectuales y profesionistas, lo ideal hubiera sido que actuara al lado -no de Vasconcelos- sino de lo que el vasconcelismo representaba: cultura y planeación. Pero el olfato político que caracterizó al brillante tamaulipeco lo llevó al cuartel del sistema político que defendió hasta sus últimos días.

La misma prensa norteamericana que arrancó a Porfirio Díaz sus falsas declaraciones de apertura democrática para el México de 1910, definió al México de Portes Gil y Vasconcelos así: “Es un país con un Presidente rodeado de asesinos y un candidato a la Presidencia rodeado por la juventud”.

El asesinato de Germán del Campo, mártir de la "Generación del 29” fue así: “Poco faltaban para las nueve de la noche, la gente desfiló por la avenida Hidalgo y estaban por llegar al jardín de San Fernando, cuando en sentido opuesto apareció un coche a toda velocidad, llevaba placas oficiales. Empezaron a disparar con ametralladoras, el primer impulso fue replegarse contra los muros y buscar refugio tras los troncos de los árboles, para abrir campo al coche asesino. German del Campo adelantándose gritó a los que huían. Si nos han de matar que sea de frente. En ese instante se acercó el individuo quien a quemarropa en la nuca le descerrajó un tiro. Cayó sin queja. Sus compañeros creían que había resbalado, pero la mano amiga que se tendió para levantarlo no encontró respuesta”.

La policía tenía en sus manos al criminal, era Gonzalo N. Santos, influyente figura del Partido Nacional Revolucionario, eso bastó para que se inventara un embrollo para justificar que no había caso para proceder. Es el mismo Gonzalo N. Santos que en septiembre de 1927 acabara con la vida del joven Fernando Capdevil por una cuestión intrascendente; quien terminó con la vida de German del Campo el 29 de septiembre de 1929. A cambio del doble crimen fue premiado: recibiendo el dominio absoluto de la vida política del estado de San Luis Potosí; el que gobernó a su leal saber y entender. Antonieta Rivas Mercado, la compañera de José Vasconcelos, dejó escrito cómo era German del Campo: “el más limpio de los miembros del batallón juvenil. Se llevó intacto el estado de gracia que había creado la unidad moral mexicana, haciendo de él un símbolo: el de aquella juventud sacrificada que estaba viva y envuelta en la pléyade del ideal, pues su imaginación y sensibilidad los había llamado al festín del ideal que encarnaba apoyar a Vasconcelos”.

Sacrificar a un joven es algo más que un homicidio: es una felonía a la naturaleza. Es asesinar una posibilidad de la juventud generosa. Es apagar una ilusión. Aunque ayer y hoy, los que cultiven el ego a los poderosos, y los poderosos mismos, estan convencidos de que las ilusiones no existen: allá ellos.

E-mail:

notario177@msn.com

Emilio Portes Gil en esta expresión descarga el auténtico desasosiego que vivía como presidente de la República, por la consecuencia del homicidio que se cometió con la muerte de Álvaro Obregón. Álvaro Obregón es el caudillo revolucionario al que sirvieron -con excepción del Presidente Carranza- todos los hombres fuertes del México revolucionario. Es Obregón, no Calles, quien inicia “El Sonorismo” en la Revolución Mexicana

La frase “Estoy rodeado de asesinos” la pronunció Portes Gil ante la angustia que le producía la imposibilidad de garantizar la seguridad a los simpatizadores políticos del Ulises Criollo, José Vasconcelos, que fueron reprimidos, con el propósito avieso de frenar la actividad febril de la juventud que apoyaba la candidatura presidencial del maestro Vasconcelos.

En esa jornada cívica del 29 en el que por primera vez se presenta el fenómeno político en el cual un civil le hace frente al militarismo, que ya estaba en posesión del poder presidencial, mediante una candidatura que desafortunadamente fue reprimida y tuvo una consecuencia fatal en el ánimo y el espíritu de José Vasconcelos, que no pudo asimilar este fracaso, demostrando con esto la característica e insensibilidad de los que llenan su vida con escenarios basados en fundamentos filosóficos y no en las cosas vivas de la realidad en la que se desenvuelve el país y los líderes de ese momento.

No era aceptable que sucediera en el año de 1929 lo mismo que tuvo efecto con el levantamiento de Francisco I. Madero, cuyo lema patriótico para terminar con una dictadura esclerótica “Sufragio efectivo, no reelección”, en ese tiempo el país estaba cansado de los 33 años del porfiriato, cuyo centro de poder lo tenía una clase alta afrancesada y burguesa que vivía pensando en París y dormía en un México que estaba a punto de estallar en llamas.

Para la época en que José Vasconcelos se postuló como candidato independiente a la Presidencia de la República, las condiciones del país eran diferentes, ya había una Constitución, donde estaban plasmados los anhelos de libertad, trabajo y derecho a la propiedad privada que no existía cuando el Presidente Madero se levantó en contra del porfiriato. Lo que Vasconcelos buscaba era acabar con los militares que habían sustituido a la borrosa clase adinerada representada por Limantour que no presentó ninguna oposición sino que inmediatamente partió hacia Europa para vivir con holgura y tranquilidad.

La consecuencia de esta candidatura fue el crimen que se cometió sacrificando a dos destacados jóvenes de esa generación del 29': Fernando Capdevil y Germán del Campo, este último amigo de Adolfo López Mateos. Crímenes que la historia bien fundada atribuye a Gonzalo N. Santos, otrora influyente político callista y mandamás en San Luis Potosí, hasta que el doctor Salvador Nava, un ilustre médico general, oriundo de la capital del estado, encabezó un movimiento de resistencia pacífica que logró acabar con los caprichos de don Gonzalo N. Santos.

El historiador y novelista Héctor Aguilar Camín considera que la frase del Presidente Portes Gil fue “la elevada cuota” que hubo de pagar por su acceso al poder presidencial; que fue fructífero y de transición, por tratarse de un gobernante civil en un México militarizado y caudillesco.

Siendo Emilio Portes Gil un hombre muy joven y letrado, como llamaban en la época a los intelectuales y profesionistas, lo ideal hubiera sido que actuara al lado -no de Vasconcelos- sino de lo que el vasconcelismo representaba: cultura y planeación. Pero el olfato político que caracterizó al brillante tamaulipeco lo llevó al cuartel del sistema político que defendió hasta sus últimos días.

La misma prensa norteamericana que arrancó a Porfirio Díaz sus falsas declaraciones de apertura democrática para el México de 1910, definió al México de Portes Gil y Vasconcelos así: “Es un país con un Presidente rodeado de asesinos y un candidato a la Presidencia rodeado por la juventud”.

El asesinato de Germán del Campo, mártir de la "Generación del 29” fue así: “Poco faltaban para las nueve de la noche, la gente desfiló por la avenida Hidalgo y estaban por llegar al jardín de San Fernando, cuando en sentido opuesto apareció un coche a toda velocidad, llevaba placas oficiales. Empezaron a disparar con ametralladoras, el primer impulso fue replegarse contra los muros y buscar refugio tras los troncos de los árboles, para abrir campo al coche asesino. German del Campo adelantándose gritó a los que huían. Si nos han de matar que sea de frente. En ese instante se acercó el individuo quien a quemarropa en la nuca le descerrajó un tiro. Cayó sin queja. Sus compañeros creían que había resbalado, pero la mano amiga que se tendió para levantarlo no encontró respuesta”.

La policía tenía en sus manos al criminal, era Gonzalo N. Santos, influyente figura del Partido Nacional Revolucionario, eso bastó para que se inventara un embrollo para justificar que no había caso para proceder. Es el mismo Gonzalo N. Santos que en septiembre de 1927 acabara con la vida del joven Fernando Capdevil por una cuestión intrascendente; quien terminó con la vida de German del Campo el 29 de septiembre de 1929. A cambio del doble crimen fue premiado: recibiendo el dominio absoluto de la vida política del estado de San Luis Potosí; el que gobernó a su leal saber y entender. Antonieta Rivas Mercado, la compañera de José Vasconcelos, dejó escrito cómo era German del Campo: “el más limpio de los miembros del batallón juvenil. Se llevó intacto el estado de gracia que había creado la unidad moral mexicana, haciendo de él un símbolo: el de aquella juventud sacrificada que estaba viva y envuelta en la pléyade del ideal, pues su imaginación y sensibilidad los había llamado al festín del ideal que encarnaba apoyar a Vasconcelos”.

Sacrificar a un joven es algo más que un homicidio: es una felonía a la naturaleza. Es asesinar una posibilidad de la juventud generosa. Es apagar una ilusión. Aunque ayer y hoy, los que cultiven el ego a los poderosos, y los poderosos mismos, estan convencidos de que las ilusiones no existen: allá ellos.

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notario177@msn.com