/ martes 16 de noviembre de 2021

Pre-textos del caimán | La violencia en la literatura infantil y juvenil

La violencia ha jugado un papel muy importante en la literatura infantil, pero en los años recientes se ha puesto en duda si debe o no incluirse en los textos literarios dirigidos a los infantes y jóvenes. Existe una tendencia reciente, por parte de algunos narradores, de modificar las partes más terribles de los cuentos de hadas clásicos, pero ¿omitir la violencia realmente contribuye a una literatura infantil de mayor calidad?

Muchos estudiosos argumentan que si se usa adecuadamente, la violencia tiene cabida en la literatura infantil. Ellos señalan que con frecuencia la literatura violenta de “calidad” puede influir de manera positiva en la vida de los niños, sin olvidar que con mucha frecuencia se siente atraídos naturalmente por ese tipo de historias.

La violencia en los cuentos infantiles no es un fenómeno reciente, los primeros cuentos la utilizaban como elemento didáctico y moralizante. En el siglo XIX el género fantástico goza de mucha popularidad. En el siguiente siglo, de nueva cuenta, la intención pedagógica tiene un gran peso por lo que los libros fantásticos son vistos como algo peligroso, lo que provoca que se editen libros “instructivos”, los que presentan una visión muy sesgada de la realidad pero con la cual se pretende influir sobre sus comportamientos.

Con todo, los niños y las niñas a menudo se sienten atraídos por la violencia y el miedo del que los padres se esfuerzan por protegerlos y eso se manifiesta en las producciones escritas de los infantes, con independencia de que hayan estado expuestos o no a la literatura violenta.

Se ha documentado que cuando los niños crean historias, predominan los temas de agresión; se cree que eso se debe a que ésta es parte fundamental de la naturaleza humana y los niños la confrontan desarrollando historias que incluyen hechos violentos, en el supuesto de que la agresión es un sentimiento que ocurre naturalmente en el ser humano, visto así, pareciera ridículo pensar que excluir la violencia de los libros para niños eliminaría ese impulso.

Ahora bien, se sabe que proteger a los niños de la violencia para evitar que se asusten no es del todo eficaz. Se cree que con eliminar los cuentos de ogros, brujas y monstruos los infantes podrán dormir tranquilos, pero la verdad es que eso no ocurre pues, aunque se encuentren ausentes esos “culpables literarios”, los personajes tomarán forma en la imaginación de los hijos, pues son el tipo de cosas que los niños sueñan por sí mismos.

Los chicos cuentan con un gran poder de imaginación para crear situaciones violentas, más allá de los esfuerzos de las maestras y los padres por desviar a los chicos de cualquier literatura, película o serie que pueda inspirar tal comportamiento.

Con mucha frecuencia sucede que los padres evitan comprar armas de juguete a los chicos, pero luego los miran jugando apuntándose con palos y haciendo sonidos explosivos, ¡pum! Como se puede apreciar, los libros no son los culpables en el caso de que los niños muestren preferencias violentas cuando juegan o escriben historias.

Esa tendencia por apreciar historias violentas es frecuente en los chicos, pero al margen, existe una verdadera preocupación de que con la condena generalizada de los docentes a la literatura con contenidos violentos, con el paso del tiempo la juventud pueda perder interés en convertirse en lectores o escritores.

Y es que resulta comprensible que padres y maestros se hayan vuelto tan aprensivos con la literatura infantil violenta que se ha producido en las últimas décadas. En Estados Unidos, por ejemplo, este tipo de literatura trae consigo el temor que tal violencia pueda salir del libro y del aula.

Este miedo y pánico se basa en la suposición de que los chicos no pueden distinguir entre una historia violenta y la violencia en la vida real. Mark Haddon, quien escribió El curioso incidente del perro a medianoche, argumenta que “los niños sí establecen una clara distinción entre esa forma de violencia imaginaria y el conflicto real, pese a la exagerada susceptibilidad de los adultos que creen que los niños pueden ser influenciados”.

En lo que va de este siglo la violencia se ha incrementado como nunca antes. En este escenario, hay quienes argumentan que debe incluirse en los cuentos para niños, en el supuesto de que los libros infantiles deben retratar el mundo como es… hasta cierto punto. La idea de que los jóvenes deben estar protegidos contra el mal ha perdido fuerza en los últimos años.

Por citar un caso, un año después de la tragedia del 11 de septiembre de 2001 se publicaron más de veinte libros para niños basados en ese terrible acontecimiento, dicha exposición se considera necesaria puesto que ya no se puede posponer la confrontación o negar su existencia. Este tipo de literatura ha mostrado a los jóvenes el lado oscuro de la naturaleza humana y de cómo han ocurrido tan abominables fenómenos; es decir, existe una necesidad de libros que ayuden a los niños a enfrentar la realidad por muy desagradable que ésta sea.

No olvidemos que muchas niñas y niños experimentan actos violentos en su vida cotidiana y el hecho de contar con literatura que refleja esa violencia les puede ayudar a resolver con éxito ese tipo de escenarios.

La buena literatura incorpora la violencia de una manera en que los niños reflexionen acerca del porqué ocurrieron los hechos y actuar como un buen modelo para que puedan aprender a discutir sobre el tema y a cómo darle sentido en sus vidas. Las niñas y los niños necesitan leer literatura que incluya violencia (esto es muy importante) como una forma de superar obstáculos, evitando soluciones agresivas para desarrollar estrategias de solución de conflictos de manera pacífica en la vida real.

Es imposible negar que las niñas y los niños se sienten atraídos por la violencia y en los cuentos pueden encontrar aspectos morales que les ayuden a ser mejores personas en el futuro. Si la violencia es parte de una historia infantil, es trascendental que también se muestre el sufrimiento causado. Este tipo de obras contienen otros elementos de los que se puede hablar en clase.

Por ejemplo, abrir una discusión sobre las consecuencias y las posibles alternativas para una solución pacífica. Si las madres, los padres y los maestros comparten historias que muestran que la violencia tiene consecuencias desagradables para el infractor y la víctima, entonces será menos probable que los infantes recurran a ella cuando los conflictos entren en sus propias vidas.

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • Twitter: @OsirisJimenez

La violencia ha jugado un papel muy importante en la literatura infantil, pero en los años recientes se ha puesto en duda si debe o no incluirse en los textos literarios dirigidos a los infantes y jóvenes. Existe una tendencia reciente, por parte de algunos narradores, de modificar las partes más terribles de los cuentos de hadas clásicos, pero ¿omitir la violencia realmente contribuye a una literatura infantil de mayor calidad?

Muchos estudiosos argumentan que si se usa adecuadamente, la violencia tiene cabida en la literatura infantil. Ellos señalan que con frecuencia la literatura violenta de “calidad” puede influir de manera positiva en la vida de los niños, sin olvidar que con mucha frecuencia se siente atraídos naturalmente por ese tipo de historias.

La violencia en los cuentos infantiles no es un fenómeno reciente, los primeros cuentos la utilizaban como elemento didáctico y moralizante. En el siglo XIX el género fantástico goza de mucha popularidad. En el siguiente siglo, de nueva cuenta, la intención pedagógica tiene un gran peso por lo que los libros fantásticos son vistos como algo peligroso, lo que provoca que se editen libros “instructivos”, los que presentan una visión muy sesgada de la realidad pero con la cual se pretende influir sobre sus comportamientos.

Con todo, los niños y las niñas a menudo se sienten atraídos por la violencia y el miedo del que los padres se esfuerzan por protegerlos y eso se manifiesta en las producciones escritas de los infantes, con independencia de que hayan estado expuestos o no a la literatura violenta.

Se ha documentado que cuando los niños crean historias, predominan los temas de agresión; se cree que eso se debe a que ésta es parte fundamental de la naturaleza humana y los niños la confrontan desarrollando historias que incluyen hechos violentos, en el supuesto de que la agresión es un sentimiento que ocurre naturalmente en el ser humano, visto así, pareciera ridículo pensar que excluir la violencia de los libros para niños eliminaría ese impulso.

Ahora bien, se sabe que proteger a los niños de la violencia para evitar que se asusten no es del todo eficaz. Se cree que con eliminar los cuentos de ogros, brujas y monstruos los infantes podrán dormir tranquilos, pero la verdad es que eso no ocurre pues, aunque se encuentren ausentes esos “culpables literarios”, los personajes tomarán forma en la imaginación de los hijos, pues son el tipo de cosas que los niños sueñan por sí mismos.

Los chicos cuentan con un gran poder de imaginación para crear situaciones violentas, más allá de los esfuerzos de las maestras y los padres por desviar a los chicos de cualquier literatura, película o serie que pueda inspirar tal comportamiento.

Con mucha frecuencia sucede que los padres evitan comprar armas de juguete a los chicos, pero luego los miran jugando apuntándose con palos y haciendo sonidos explosivos, ¡pum! Como se puede apreciar, los libros no son los culpables en el caso de que los niños muestren preferencias violentas cuando juegan o escriben historias.

Esa tendencia por apreciar historias violentas es frecuente en los chicos, pero al margen, existe una verdadera preocupación de que con la condena generalizada de los docentes a la literatura con contenidos violentos, con el paso del tiempo la juventud pueda perder interés en convertirse en lectores o escritores.

Y es que resulta comprensible que padres y maestros se hayan vuelto tan aprensivos con la literatura infantil violenta que se ha producido en las últimas décadas. En Estados Unidos, por ejemplo, este tipo de literatura trae consigo el temor que tal violencia pueda salir del libro y del aula.

Este miedo y pánico se basa en la suposición de que los chicos no pueden distinguir entre una historia violenta y la violencia en la vida real. Mark Haddon, quien escribió El curioso incidente del perro a medianoche, argumenta que “los niños sí establecen una clara distinción entre esa forma de violencia imaginaria y el conflicto real, pese a la exagerada susceptibilidad de los adultos que creen que los niños pueden ser influenciados”.

En lo que va de este siglo la violencia se ha incrementado como nunca antes. En este escenario, hay quienes argumentan que debe incluirse en los cuentos para niños, en el supuesto de que los libros infantiles deben retratar el mundo como es… hasta cierto punto. La idea de que los jóvenes deben estar protegidos contra el mal ha perdido fuerza en los últimos años.

Por citar un caso, un año después de la tragedia del 11 de septiembre de 2001 se publicaron más de veinte libros para niños basados en ese terrible acontecimiento, dicha exposición se considera necesaria puesto que ya no se puede posponer la confrontación o negar su existencia. Este tipo de literatura ha mostrado a los jóvenes el lado oscuro de la naturaleza humana y de cómo han ocurrido tan abominables fenómenos; es decir, existe una necesidad de libros que ayuden a los niños a enfrentar la realidad por muy desagradable que ésta sea.

No olvidemos que muchas niñas y niños experimentan actos violentos en su vida cotidiana y el hecho de contar con literatura que refleja esa violencia les puede ayudar a resolver con éxito ese tipo de escenarios.

La buena literatura incorpora la violencia de una manera en que los niños reflexionen acerca del porqué ocurrieron los hechos y actuar como un buen modelo para que puedan aprender a discutir sobre el tema y a cómo darle sentido en sus vidas. Las niñas y los niños necesitan leer literatura que incluya violencia (esto es muy importante) como una forma de superar obstáculos, evitando soluciones agresivas para desarrollar estrategias de solución de conflictos de manera pacífica en la vida real.

Es imposible negar que las niñas y los niños se sienten atraídos por la violencia y en los cuentos pueden encontrar aspectos morales que les ayuden a ser mejores personas en el futuro. Si la violencia es parte de una historia infantil, es trascendental que también se muestre el sufrimiento causado. Este tipo de obras contienen otros elementos de los que se puede hablar en clase.

Por ejemplo, abrir una discusión sobre las consecuencias y las posibles alternativas para una solución pacífica. Si las madres, los padres y los maestros comparten historias que muestran que la violencia tiene consecuencias desagradables para el infractor y la víctima, entonces será menos probable que los infantes recurran a ella cuando los conflictos entren en sus propias vidas.

  • ernesto.jimher@gmail.com
  • Twitter: @OsirisJimenez