/ lunes 1 de julio de 2019

Con café y a media luz | Primer aniversario

Yo sí estoy de fiesta, querido amigo lector. Debo reconocer que la algarabía me llena y la felicidad me rebasa. Es mi obligación decirle al mundo que la emoción obnubila los sentidos y se desborda una serie de sentimientos que se agolpan en mi pecho tratando de salir como un torrente impetuoso de gozo.

El júbilo me apapacha en esta mañana de lunes porque se cumple el primer aniversario de un cambio en la conciencia de un México que se levantó para discernir, pensar, valorar y votar.

De igual manera debo aclarar, antes de seguir escribiendo el texto de este inicio de semana, que este regodeo del que hoy presumo, no es en ningún momento producto del triunfo de “fulano de tal” y, mucho menos, me inflama la derrota de “perengano”. ¡Claro que no!

En ningún momento estoy festejando la llegada de algún nombre en particular o la salida de otro de la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos. Como decimos en la colonia: “Ni por la puerta de enfrente, mucho menos por la de atrás”.

Este humilde servidor festeja que hace un año tuvimos, como nación, una de las campañas más disputadas, sostenidas y llamadas a la conciencia del pópulo para poder mejorar como país desde una base democrática y tolerante en la que, aunque haya quien diga lo contrario, triunfó el que tuvo más votos por parte de una ciudadanía esperanzada en un cambio definitivo, en un “golpe de timón” que le hiciera llegar a nuevos estados de seguridad, de economía y de prosperidad.

Hace un año, en las calles se hacían filas para poder ejercer el sagrado derecho del sufragio secreto en favor de Meade, de Anaya o de López Obrador o del que usted gustara. La gente cumplió con haber hecho acto de presencia en las casillas instaladas en parques, escuelas y andadores de las diferentes colonias y barrios de este país, nuestro muy amado México.

Si bien es cierto, el fantasma del abstencionismo hizo su aparición, también es verdad que al final se respetó el voto de la mayoría coincidente. Curiosamente, también vale la pena decirlo, aquellos que no votaron, fueron los mismos que lanzaron los primeros alaridos de inconformidad cuando se dio a conocer el veredicto final a través de los medios masivos de comunicación nacional e internacional.

Incluso, muchos minutos antes de que concluyera la jornada y, en un acto de madurez humana, política y democrática, dos de los contendientes ocuparon cámaras y micrófonos para dar a conocer a sus seguidores y allegados al proyecto de nación que habían presentado a través del PRI y del PAN, respectivamente, que la tendencia del conteo realizado por el Instituto Federal Electoral se podía considerar como irreversible y el triunfo, de manera virtual, hasta ese momento, se lo estaba llevando el hombre originario de Macuspana, Tabasco.

Yo no me quiero aventurar a decir en este momento si aquellos que le dieron el triunfo a MORENA le negaron la reivindicación al PRI y desconfiaron en la figura del PAN, tuvieron atino o no. Ahorita ya no estamos en elecciones y, mucho menos en campaña, aunque haya quien no lo ha entendido. Simplemente, creo que aún no estamos en el contexto para decir lo contrario o refrendar el acierto. De hecho, este servidor tiene su propia opinión, pero no es tan importante como la de usted, gentil amigo lector.

En este lunes quiero festejar aquellas interminables tardes de café en los restaurantes de la ciudad en la que se reunían los caballeros para intercambiar opiniones sobre las campañas políticas y las figuras que las protagonizaban, así como sus sendos planes de mejorar una nación que, sin duda alguna, ya debe prosperar.

Observé cómo se generaban los debates familiares y, mientras los más jóvenes defendían la bandera del cambio, de una renovación total de las estructuras de los poderes que rigen a nuestra nación desde sus cimientos y sobre los cuales descansan nuestros derechos fundamentales, los más maduros los llamaban a la reflexión, a la prudencia, al raciocinio.

Frases como “Abrazos, no balazos”; “No lo tiene ni Obama”, “Ricky Rickín Canallín”, “La mafia del poder”, “Está muy cerca y voy a cuidar mi cartera”, etcétera. Aunque a algunos no les guste fueron los “adornos” sociales de un discurso envuelto en la semiótica demagógica que entienden los bloques que conforman al llamado “voto duro” y, el pueblo, respondió de forma polarizada, desde aquellos que sintieron simpatía por el argumento lanzado, hasta aquellos que manifestaron total rechazo al sentirse burlados por el mismo. Cabe hacer mención que, hasta la fecha, esta polarización más que disminuir, se ha incrementado, en gran parte, por la forma en que se toman las decisiones para redefinir el rumbo de este país.

¿Que es de humanos errar? Sí. Tan cierto como es de humanos arrepentirse. Como tan humana es la lealtad, o la fe o la esperanza. Como tan mortales nos hace la razón, la imprudencia, la desfachatez, la burla y el asombro. Tan frágiles nuestras decisiones que se quiebran al atisbo del primer error. Sin embargo, hay algo qué rescatar en todo esto. Creo que hoy cumplimos un año de habernos apasionado tanto por sacar adelante un proyecto en común que se llama México.

Ojalá que la pasión no se pierda, no nos “enfriemos” y sigamos siendo pensantes, demandantes, críticos, analíticos y, sobre todo, sigamos siendo “hermanos mexicanos”.

¡Hasta la próxima! Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!

Yo sí estoy de fiesta, querido amigo lector. Debo reconocer que la algarabía me llena y la felicidad me rebasa. Es mi obligación decirle al mundo que la emoción obnubila los sentidos y se desborda una serie de sentimientos que se agolpan en mi pecho tratando de salir como un torrente impetuoso de gozo.

El júbilo me apapacha en esta mañana de lunes porque se cumple el primer aniversario de un cambio en la conciencia de un México que se levantó para discernir, pensar, valorar y votar.

De igual manera debo aclarar, antes de seguir escribiendo el texto de este inicio de semana, que este regodeo del que hoy presumo, no es en ningún momento producto del triunfo de “fulano de tal” y, mucho menos, me inflama la derrota de “perengano”. ¡Claro que no!

En ningún momento estoy festejando la llegada de algún nombre en particular o la salida de otro de la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos. Como decimos en la colonia: “Ni por la puerta de enfrente, mucho menos por la de atrás”.

Este humilde servidor festeja que hace un año tuvimos, como nación, una de las campañas más disputadas, sostenidas y llamadas a la conciencia del pópulo para poder mejorar como país desde una base democrática y tolerante en la que, aunque haya quien diga lo contrario, triunfó el que tuvo más votos por parte de una ciudadanía esperanzada en un cambio definitivo, en un “golpe de timón” que le hiciera llegar a nuevos estados de seguridad, de economía y de prosperidad.

Hace un año, en las calles se hacían filas para poder ejercer el sagrado derecho del sufragio secreto en favor de Meade, de Anaya o de López Obrador o del que usted gustara. La gente cumplió con haber hecho acto de presencia en las casillas instaladas en parques, escuelas y andadores de las diferentes colonias y barrios de este país, nuestro muy amado México.

Si bien es cierto, el fantasma del abstencionismo hizo su aparición, también es verdad que al final se respetó el voto de la mayoría coincidente. Curiosamente, también vale la pena decirlo, aquellos que no votaron, fueron los mismos que lanzaron los primeros alaridos de inconformidad cuando se dio a conocer el veredicto final a través de los medios masivos de comunicación nacional e internacional.

Incluso, muchos minutos antes de que concluyera la jornada y, en un acto de madurez humana, política y democrática, dos de los contendientes ocuparon cámaras y micrófonos para dar a conocer a sus seguidores y allegados al proyecto de nación que habían presentado a través del PRI y del PAN, respectivamente, que la tendencia del conteo realizado por el Instituto Federal Electoral se podía considerar como irreversible y el triunfo, de manera virtual, hasta ese momento, se lo estaba llevando el hombre originario de Macuspana, Tabasco.

Yo no me quiero aventurar a decir en este momento si aquellos que le dieron el triunfo a MORENA le negaron la reivindicación al PRI y desconfiaron en la figura del PAN, tuvieron atino o no. Ahorita ya no estamos en elecciones y, mucho menos en campaña, aunque haya quien no lo ha entendido. Simplemente, creo que aún no estamos en el contexto para decir lo contrario o refrendar el acierto. De hecho, este servidor tiene su propia opinión, pero no es tan importante como la de usted, gentil amigo lector.

En este lunes quiero festejar aquellas interminables tardes de café en los restaurantes de la ciudad en la que se reunían los caballeros para intercambiar opiniones sobre las campañas políticas y las figuras que las protagonizaban, así como sus sendos planes de mejorar una nación que, sin duda alguna, ya debe prosperar.

Observé cómo se generaban los debates familiares y, mientras los más jóvenes defendían la bandera del cambio, de una renovación total de las estructuras de los poderes que rigen a nuestra nación desde sus cimientos y sobre los cuales descansan nuestros derechos fundamentales, los más maduros los llamaban a la reflexión, a la prudencia, al raciocinio.

Frases como “Abrazos, no balazos”; “No lo tiene ni Obama”, “Ricky Rickín Canallín”, “La mafia del poder”, “Está muy cerca y voy a cuidar mi cartera”, etcétera. Aunque a algunos no les guste fueron los “adornos” sociales de un discurso envuelto en la semiótica demagógica que entienden los bloques que conforman al llamado “voto duro” y, el pueblo, respondió de forma polarizada, desde aquellos que sintieron simpatía por el argumento lanzado, hasta aquellos que manifestaron total rechazo al sentirse burlados por el mismo. Cabe hacer mención que, hasta la fecha, esta polarización más que disminuir, se ha incrementado, en gran parte, por la forma en que se toman las decisiones para redefinir el rumbo de este país.

¿Que es de humanos errar? Sí. Tan cierto como es de humanos arrepentirse. Como tan humana es la lealtad, o la fe o la esperanza. Como tan mortales nos hace la razón, la imprudencia, la desfachatez, la burla y el asombro. Tan frágiles nuestras decisiones que se quiebran al atisbo del primer error. Sin embargo, hay algo qué rescatar en todo esto. Creo que hoy cumplimos un año de habernos apasionado tanto por sacar adelante un proyecto en común que se llama México.

Ojalá que la pasión no se pierda, no nos “enfriemos” y sigamos siendo pensantes, demandantes, críticos, analíticos y, sobre todo, sigamos siendo “hermanos mexicanos”.

¡Hasta la próxima! Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!