/ martes 23 de julio de 2019

Proceso de deshumanización

En las redes sociales circula un video en el que un gurú de autoayuda afirma que en Estados Unidos 50% de los jóvenes ambicionan ser ricos, y la otra mitad desean ser famosos.

En México la historia se repite. Pero como no todo mundo puede ser rico o famoso (o ambas cosas), hecho comprobado, lo que tenemos es una sociedad abundante de individuos insatisfechos e inmersos en la neurosis colectiva.

La afirmativa del mencionado gurú --y nada sugiere lo opuesto— da argumento a sucesos absurdos en apariencia. Por ejemplo, el surgimiento de crímenes cuya crueldad sin límites, sorprende; asuntos de corrupción donde la impunidad es la regla y no la excepción; y que la manera de agenciarse rápidamente el poder sea por intermedio de la táctica del miedo y el odio y desvalorizar a grupos sociales para tener altos niveles de soporte social. En un mundo basado en el dinero, la avaricia y la ambición desmedida muchas cosas se distorsionan en formas de locura dignas de sentir desprecio hacia ellas; no obstante, ahora son cualidades que modelan la personalidad del hombre moderno. Es cosa de pensarle un poco. Ante ello, el proceso de deshumanización es imparable, al igual que sus consecuencias. La crisis que azota al estado occidental lo debilitó al grado de que es prácticamente imperceptible la voluntad necesaria para entrar en defensa de las libertades, por tratarse ya no de un mundo apegado a los valores de la democracia, sino una sociedad de consumo, una humanidad en la que todos ven como principal objetivo la meta de obtener cada vez más beneficios materiales, utilizarlos y aprovecharlos, y pensar cuanto menos mejor para defender los derechos y libertades comunes. Ahora, demasiados jóvenes y adultos están dispuestos a sacrificar los valores morales, la paz, la libertad y la honestidad, a cambio del dinero, los bienes materiales y el empleo. Esto pasa.

En las redes sociales circula un video en el que un gurú de autoayuda afirma que en Estados Unidos 50% de los jóvenes ambicionan ser ricos, y la otra mitad desean ser famosos.

En México la historia se repite. Pero como no todo mundo puede ser rico o famoso (o ambas cosas), hecho comprobado, lo que tenemos es una sociedad abundante de individuos insatisfechos e inmersos en la neurosis colectiva.

La afirmativa del mencionado gurú --y nada sugiere lo opuesto— da argumento a sucesos absurdos en apariencia. Por ejemplo, el surgimiento de crímenes cuya crueldad sin límites, sorprende; asuntos de corrupción donde la impunidad es la regla y no la excepción; y que la manera de agenciarse rápidamente el poder sea por intermedio de la táctica del miedo y el odio y desvalorizar a grupos sociales para tener altos niveles de soporte social. En un mundo basado en el dinero, la avaricia y la ambición desmedida muchas cosas se distorsionan en formas de locura dignas de sentir desprecio hacia ellas; no obstante, ahora son cualidades que modelan la personalidad del hombre moderno. Es cosa de pensarle un poco. Ante ello, el proceso de deshumanización es imparable, al igual que sus consecuencias. La crisis que azota al estado occidental lo debilitó al grado de que es prácticamente imperceptible la voluntad necesaria para entrar en defensa de las libertades, por tratarse ya no de un mundo apegado a los valores de la democracia, sino una sociedad de consumo, una humanidad en la que todos ven como principal objetivo la meta de obtener cada vez más beneficios materiales, utilizarlos y aprovecharlos, y pensar cuanto menos mejor para defender los derechos y libertades comunes. Ahora, demasiados jóvenes y adultos están dispuestos a sacrificar los valores morales, la paz, la libertad y la honestidad, a cambio del dinero, los bienes materiales y el empleo. Esto pasa.