/ sábado 15 de septiembre de 2018

Protección civil

La existencia de asentamientos humanos en zonas inundables, pregunta cuya urgencia por atenderla aumenta por la pobreza extrema, requiere del despliegue de una gran capacidad en el combate al dolor y sufrimiento.

Las políticas de “achicamiento del estado” a causa de la políticas del neoliberalismo a ultranza, han reducido en el gobierno su capacidad de advertencia y prevención económica, política y social en caso de desastres.

Tradicionalmente el sector público era el encargado de darle cumplimiento a lo que es su responsabilidad inherente. Pero la Protección Civil hoy parece ocupar un lugar secundario en la lista de prioridades, hecho que aumenta los riesgos derivados de fenómenos naturales o provocados. Muchas veces la ayuda tarda en llegar a los poblados y zonas siniestradas, incumpliéndose la tarea de garantizar al individuo su integridad física y la de sus bienes.

En nuestro país, las tragedias usualmente se producen por imprudencias, negligencias y errores humanos.

En la labor de proteger a los habitantes, una vez efectuado el recuento de los daños, le sigue el prestar auxilio a los que están atrapados y en peligro inminente de morir ahogados, de hambre o porque están heridos. Después, proporcionar ayuda a las víctimas con apoyos tales como agua embotellada y alimentos enlatados. Y comenzar lo antes posible la reconstrucción o reubicación, el levantamiento de las áreas dañadas, como carreteras, puentes, casas habitación e implementar campañas sanitarias para la prevención de epidemias y enfermedades.

NOTA DEL DIA--Lector, permítame presentarle la siguiente anécdota: “Erase un pueblo como muchos que existen en nuestro país, donde los habitantes habían pasado por una temporada de seca de las peores de que se tenga memoria, que ni los abuelos ni los padres recordaban haber sufrido tanto por la falta de lluvia”.

“Al caminar la gente por las calles, la tierra se quebraba bajo sus pies como polvorón, de lo erosionada y seca que estaba”.

“La situación era desesperante, y unos campesinos, dueños de un gran fervor religioso, se dirigieron a casa del señor cura para solicitarle que interviniera ante “instancias superiores”, y así terminar con la sequía. El párroco les contestó que era necesario organizar una peregrinación, llevando a los santitos para que vieran el estado de la tierra y mandaran la anhelada lluvia. El día de la peregrinación , después de haber recorridos extensiones de tierra árida y seca, en medio de rezos y cohetones, el cielo se oscureció y torrencialmente comenzó a caer el agua por tanto tiempo esperada. Primero todo fue felicidad. Pero después las lluvias continuaron sin parar, hasta que la abundancia provocó que las parcelas comenzaran a inundarse, por lo que los campesinos fueron nuevamente a buscar al señor cura para que nos les llegara tanta agua”.

“Ahora a que vienen, hijos míos –les dijo el sacerdote— el Señor les concedió el milagro, tenemos agua de sobra. Hay abundancia de lluvia”.

“Es lo que le queremos comunicar, señor cura, que pida Usted al tata Dios que nos libre ya de la abundancia”.

La existencia de asentamientos humanos en zonas inundables, pregunta cuya urgencia por atenderla aumenta por la pobreza extrema, requiere del despliegue de una gran capacidad en el combate al dolor y sufrimiento.

Las políticas de “achicamiento del estado” a causa de la políticas del neoliberalismo a ultranza, han reducido en el gobierno su capacidad de advertencia y prevención económica, política y social en caso de desastres.

Tradicionalmente el sector público era el encargado de darle cumplimiento a lo que es su responsabilidad inherente. Pero la Protección Civil hoy parece ocupar un lugar secundario en la lista de prioridades, hecho que aumenta los riesgos derivados de fenómenos naturales o provocados. Muchas veces la ayuda tarda en llegar a los poblados y zonas siniestradas, incumpliéndose la tarea de garantizar al individuo su integridad física y la de sus bienes.

En nuestro país, las tragedias usualmente se producen por imprudencias, negligencias y errores humanos.

En la labor de proteger a los habitantes, una vez efectuado el recuento de los daños, le sigue el prestar auxilio a los que están atrapados y en peligro inminente de morir ahogados, de hambre o porque están heridos. Después, proporcionar ayuda a las víctimas con apoyos tales como agua embotellada y alimentos enlatados. Y comenzar lo antes posible la reconstrucción o reubicación, el levantamiento de las áreas dañadas, como carreteras, puentes, casas habitación e implementar campañas sanitarias para la prevención de epidemias y enfermedades.

NOTA DEL DIA--Lector, permítame presentarle la siguiente anécdota: “Erase un pueblo como muchos que existen en nuestro país, donde los habitantes habían pasado por una temporada de seca de las peores de que se tenga memoria, que ni los abuelos ni los padres recordaban haber sufrido tanto por la falta de lluvia”.

“Al caminar la gente por las calles, la tierra se quebraba bajo sus pies como polvorón, de lo erosionada y seca que estaba”.

“La situación era desesperante, y unos campesinos, dueños de un gran fervor religioso, se dirigieron a casa del señor cura para solicitarle que interviniera ante “instancias superiores”, y así terminar con la sequía. El párroco les contestó que era necesario organizar una peregrinación, llevando a los santitos para que vieran el estado de la tierra y mandaran la anhelada lluvia. El día de la peregrinación , después de haber recorridos extensiones de tierra árida y seca, en medio de rezos y cohetones, el cielo se oscureció y torrencialmente comenzó a caer el agua por tanto tiempo esperada. Primero todo fue felicidad. Pero después las lluvias continuaron sin parar, hasta que la abundancia provocó que las parcelas comenzaran a inundarse, por lo que los campesinos fueron nuevamente a buscar al señor cura para que nos les llegara tanta agua”.

“Ahora a que vienen, hijos míos –les dijo el sacerdote— el Señor les concedió el milagro, tenemos agua de sobra. Hay abundancia de lluvia”.

“Es lo que le queremos comunicar, señor cura, que pida Usted al tata Dios que nos libre ya de la abundancia”.