/ jueves 26 de septiembre de 2019

Protección civil

No todas las contingencias de carácter ambiental son de origen natural; cantidad de accidentes de lamentables consecuencias son provocados por imprudencias, negligencias y errores humanos.

Desde el año de 1924 a la fecha en casi todas las guerras se han utilizado armas químicas y biológicas.

La Segunda Guerra Mundial nos deparó la detonación de sendas bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en Japón.

En las conflagraciones del Golfo Pérsico se presume la utilización de sustancias tóxicas como armas letales.

Un accidente nuclear de grandes proporciones fue el acaecido en Chernobyl, en Rusia. La gigantesca masa de condensado de partículas causado por la fisión atómica de la planta de energía mencionada, por cierto, muy similar a muchas enclavadas en el continente americano, causó un estado de alerta internacional. Se presume que estas emanaciones combinadas con la lluvia y vientos predominantes, envenenaron mantos acuíferos de extensas regiones. No en balde, a raíz del desastre de Chernobyl, los llamados de atención y de alerta se comenzaron a esparcir a lo largo y ancho del planeta. La pregunta es ¿Se aprendió la lección? Todo indica que no. Y que las voces de alerta no siempre son escuchadas por aquellos que deberían hacerlo.

Por lo que toca a nuestro país, es innegable que tres grandes siniestros despertaron el interés de la población y el gobierno en la protección civil: la explosión de San Juanico, el 19 de noviembre de 1984; el sismo de septiembre de 1985 en la CdMx y la explosión en Guadalajara, Jalisco, el 22 de abril de 1992. Desde entonces en todas las entidades federativas y en casi todos los municipios de México se han creado las Unidades de Protección Civil, las cuales tienen la clara obligación de informar a la gente acerca de los riesgos y peligros.

En nuestra región las Unidades de Proteccion Civil tienen entre sus responsabilidades la tarea de dar a conocer periódicamente los peligros que implica el mal manejo de los desechos orgánicos e inorgánicos, y su impacto en la calidad de agua. Asi mismo, se debe informar de las posibles consecuencias de las inundaciones, huracanes, explosiones y otros riesgos de consideración. De no llevarse a cabo esta labor de informar a la sociedad, el reclamo del gobierno en caso de desastres puede ser ¿Por qué no me dijiste lo que podía ocurrir? Esto no debe suceder.

No todas las contingencias de carácter ambiental son de origen natural; cantidad de accidentes de lamentables consecuencias son provocados por imprudencias, negligencias y errores humanos.

Desde el año de 1924 a la fecha en casi todas las guerras se han utilizado armas químicas y biológicas.

La Segunda Guerra Mundial nos deparó la detonación de sendas bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en Japón.

En las conflagraciones del Golfo Pérsico se presume la utilización de sustancias tóxicas como armas letales.

Un accidente nuclear de grandes proporciones fue el acaecido en Chernobyl, en Rusia. La gigantesca masa de condensado de partículas causado por la fisión atómica de la planta de energía mencionada, por cierto, muy similar a muchas enclavadas en el continente americano, causó un estado de alerta internacional. Se presume que estas emanaciones combinadas con la lluvia y vientos predominantes, envenenaron mantos acuíferos de extensas regiones. No en balde, a raíz del desastre de Chernobyl, los llamados de atención y de alerta se comenzaron a esparcir a lo largo y ancho del planeta. La pregunta es ¿Se aprendió la lección? Todo indica que no. Y que las voces de alerta no siempre son escuchadas por aquellos que deberían hacerlo.

Por lo que toca a nuestro país, es innegable que tres grandes siniestros despertaron el interés de la población y el gobierno en la protección civil: la explosión de San Juanico, el 19 de noviembre de 1984; el sismo de septiembre de 1985 en la CdMx y la explosión en Guadalajara, Jalisco, el 22 de abril de 1992. Desde entonces en todas las entidades federativas y en casi todos los municipios de México se han creado las Unidades de Protección Civil, las cuales tienen la clara obligación de informar a la gente acerca de los riesgos y peligros.

En nuestra región las Unidades de Proteccion Civil tienen entre sus responsabilidades la tarea de dar a conocer periódicamente los peligros que implica el mal manejo de los desechos orgánicos e inorgánicos, y su impacto en la calidad de agua. Asi mismo, se debe informar de las posibles consecuencias de las inundaciones, huracanes, explosiones y otros riesgos de consideración. De no llevarse a cabo esta labor de informar a la sociedad, el reclamo del gobierno en caso de desastres puede ser ¿Por qué no me dijiste lo que podía ocurrir? Esto no debe suceder.